La vía de Copi
Por Gabriel Giorgi
Jueves 03 de agosto de 2017
"Más que proponer otra lectura, Link lee desde desde otro centro de gravedad y otro relieve de la escritura; de allí extrae su enorme aliento crítico": el texto con el que se presentó La lógica de Copi en el Teatro Cervantes, más un recorrido fotográfico del evento en la lente de Mauricio Cáceres, con Rubén Szuchmacher y Alejandro Tantanian.
Por Gabriel Giorgi.
Dice Loretta Strong:
“¿Valparaíso? ¿Hong Kong? ¡Son los restos de la Tierra! ¿Habla? ¡Es mi propia voz que reverbera en los restos de la Tierra! ¿Tombuctú? ¿Río? ¿El Danubio? ¿Moscú? ¿Córdoba? (¿Lausana?)”
Loretta, la astronauta, observa, desde el espacio sideral, como recordarán, la Tierra después de su estallido. Estamos en el después: es decir, en el futuro. No hay más mundo dado; el planeta es un repertorio de restos irreconocibles, donde la geografía se ha vuelto loca, y los nombres flotan sin mayor referencia. Y lo que vibra en ese nuevo vacío es una voz única, la “propia voz que reverbera.”
Dice Daniel Link:
“Son los restos de la Tierra, los restos de la humanidad y la cultura, los restos del archivo familiar aquello con lo que Copi establece una relación de trabajo. Y cuando, podría pensarse, no hay restos, Copi se encarga de dinamitar lo que haya, transformando la piedra en materia porosa, en arena, en hueco.” (136)
Este mundo que detona es, sabemos, una recurrencia en la ficción de Copi –la imagen de una revuelta y una catástrofe que alcanza no sólo el mundo social, o el mundo imaginario del yo, sino el suelo mismo, el fundamento sobre el que se asienta: el planeta. (Probablemente en casi todos los textos de Copi alguien dice o se pregunta si “el mundo se ha vuelto loco”: la locura no es personal, es una especie de hecho planetario o cósmico.) Este estallido no es en la ficción de Copi ni un principio ni un final: es el material de trabajo. Copi -Daniel insiste sobre esto- trabaja todo el tiempo. Se trabaja con estos restos que se vuelven “materia porosa”, justamente porque aquí el estallido y los restos no funcionan como evocación de un mundo perdido, sino como las herramientas mismas para hacer mundos. La lógica de Copi es, en este sentido una pedagogía, una pedagogía singularísima del hacer mundos “sobre nuevas bases” allí donde el mundo que nos fue dado, o el que nos fue prometido, o con el que nos engañaron –los mundos, mundillos, ambientes y cosmos, los habitats que alguna vez reconocimos- se aceleran hasta desfondarse. Copi “corta el mundo y el cosmos y distribuye los restos de esa operación en un tiempo futuro” (71). No se trata, por supuesto, de una reparación ni mucho menos: el trabajo aquí va en otra dirección. Se trata de un cambio de plano, y deuna “nueva antropología.” Lógica de Copi trata de eso.
Sabemos que la escritura de Copi había sido leída en términos de parodia de los repertorios nacionales, en su condición transnacional y bilingüe, en su trabajo formal sobre todo en términos de su lógica narrativa –su proverbial velocidad-, en su desafío a la norma heterosexista, entre otras lecturas. Más que proponer otra lectura, Link lee desde desde otro centro de gravedad y otro relieve de la escritura; de allí extrae su enorme aliento crítico. Esto es -más que incorporar a Copi a lo que sería el canon o el contracanon de la literatura o la cultura, el gesto es el de desplazar el terreno mismo de lo que entendemos por cultura o literatura, y volverlo la instancia de una ética que recorre el libro, iluminando una vía copiana, o Copi como una vía de transformación de sí: la que toma el humor de Copi en su radicalidad y desde allí desmonta los imaginarios de sujeto y sus lugares reconocibles. El Copi transgresor, excesivo, hipervisible, un poco convulsivo al que estamos acostumbrado acá encuentra un punto de torsión: el de una sustracción o resta respecto de las formas de ser dadas, “el momento en que la imaginación abandona los terrores y los anhelos de las identificaciones especulares y se vuelve acto (de escritura y de ascesis)” (25).
Y a la vez, se trata, inseparablemente, de iluminar la política en Copi, que aquí se retranscribe en torno a dos temas claves: “cosmopolítica” (o “caosmopolítica”) y forma de vida” (o “nueva antropología”) “Para irrealizar el mundo” –tal la tarea de la ficción copiana: “desbaratar el mundo y reconstituirlo sobre nuevas bases” (46)— “hay que destruir las nociones temporales y espaciales” y “horadar los sistemas de clasificación (….) como la nacionalidad y la raza” (132) Esto es: para pensar lo que el relieve de lo político en Copi (y por lo tanto, su resonancia en el presente), primero hay que sacar al mundo de su eje, hay que imaginar una escala planetaria del acontecimiento y del relato. Ahí los textos de Copi emergen como “recién escritos, para iluminar nuestro presente” (179): lo que se escribió ayer. O mañana. En esa temporalidad en disputa surge la lógica de Copi.
Entonces: el estallido, el Big-Bang copiano. La lectura de Link hace pasar este estallido por el archivo familiar de Copi –y este recorrido es minucioso y decisivo--, por diversas repertorios culturales (argentinos, parisinos, el barroco), por la gramática misma del capital, por la desestabilización de la “identidad sexual”: la lógica de Copi es una arquitectura abierta que declina su fórmula (desbaratar/reconstituir mundos) y la torna multiplicidad de registros (esto es: de interrogaciones pero también de tonos, sobre todo porque también está la pregunta tácita por cómo escribir crítica, por cuáles son los tonos de la crítica, su campo de resonancia, y por lo tanto sus públicos.)
En uno de los momentos para mí más bellos de este recorrido–el capítulo que se llama “Apátrida”—Link confronta a Copi con el “yacimiento pétreo” de la cultura argentina: con esa idea de lo telúrico como fundamento, toda esa estratografía del ser nacional, la roca patria, esos temas tan insistentes. Copi, su estallido, no descarta ese repertorio, sino que, dice Daniel, lo devuelve como un “polvillo…que se esparce como brillantina sobre los cuerpos y los discursos”: el suelo, la roca, la nación- fundamento, vueltos restos, partes, arena: otra potencia que viene de la tierra.La obra de Copi, dice Link, “exaspera el carácter natural-maravilloso (es decir: milagroso) de las fuerzas tectónicas (…) para llevarlas a un plano hiperespacial.” (83)] Un “saber extraño” que hace del suelo, tierra, y de la roca, “polvillo”, para extraer de allí una posibilidad, una cosmopolítica -- Germán Garrido, en sintonía con este recorrido, dirá: en Copi se pasa del cosmopolitismo “cultural” a una cosmopolítica queer, esto es, a la posibilidad de otra forma de vida y de comunidad. Por eso la cosmopolítica, en La lògica.... , es inseparable de las filiaciones abiertas, indeterminadas, que rodean a los niños en Copi: al puto le nace siempre un hijo y al hijo lo cría una familia hecha de contagios y azar –de afiliación- más que de sangre y propiedad; esas familias son tambien la condición de la “nueva antropología.”
Dado que este suelo dinamitado no es únicamente el del repertorio de la cultura argentina en sus raíces racistas, patriarcales y fascistoides. No es solamente desmontaje o parodia de “matrices culturales” lo que sucede aquí (en lugar de parodia Link habla, siguiendo a Agamben, de “profanación”: ese desplazamientoes clave como procedimiento crítico.) De lo que se trata no es tanto de “parodia” del repertorio cultural sino de una política que pasa por fuerzas entre lo humano y lo no- humano, por un viviente cuya potencia es lo que está en juego, en baile –lo que se cruza en la política y la relanza hacia otra posibilidad, hacia el pliegue donde puede hacer mundo, hacia el encuentro con los “planos de composición” donde se reconfigura los mundos como multiplicidad. Y fundamentalmente, hacia temporalidades que ya no son los tiempos de la Historia, los tiempos del sujeto o los de la nación; temporalidades irreductible a las formas y las escalas dadas: esas temporalidades son lo que aquí se trabaja desde la imaginación, su línea de desmesura que se toca no con el mundo dado, sino con su posibilidad misma, con la potencia de hacer-mundo (Copi “se instala en un umbral de tiempo plegado” que revoca la cronología histórica y su tradiciones.) Ese es, creo, el gesto clave del libro: traza el contorno de otro plano donde situar la lectura y la crítica, un plano donde, como él mismo lo dice, hay que poner la imaginación “a parir”, y a parir mundos: Copi como caja de herramientas para eso.
Ahí la lógica de Copi se vuelve “filosófica”, en términos de esa “nueva antropología” donde no hay “Hombre Nuevo” sino algo radicalmente heterogéneo, que pasa por el envión que viene desde el saber trans y que conduce a esa beatitud rara que Daniel encuentra en Copi, dado que aquí la beatitud, la “Santa Copi” es fundamentalmente ese volverse ilegible, indisponible para las subjetivaciones dadas, un éxodo de los imaginarios de sujeto, de sus identidades y de sus “roles.” Una relación con la potencia sin uso, la potencia irreductible que aquí singulariza la forma de vida. Esa línea de opacidad, de sustracción: ahí la velocidad copiana, la aceleración trans. Eso es lo que se sabe acá, el saber que se produce en este universo.
Dice Copi, en una entrevista: “La vida no es un tango, es una milonga. Es un tango bailado a tal velocidad que la gente se estrella contra las paredes…”
Dice Daniel: “Para que la gente no se estrella contra las paredes hay que dinamitar el ladrillo y la roca (…) hay que transformarl[o]s en arenillas del olvido, y todavía más, en un lugar donde el baile pueda ocurrir.” (144)
Escribir, o dibujar, montar trazos para que el baile –la vida-tango, el baile de las locas—tenga lugar. Para que la escritura no pueda ser sino “un baile”, esto es: otra forma de poner en relación y en variación las palabras y los cuerpos. Por eso aquí el teatro (sea en las piezas teatrales o en las novelas) “es sólo el trampolín a partir del cual los hombres pueden dedicarse a imaginar el futuro, es decir:a deshacer la hisoria y transformar las rocas del recuerdo en la arenilla del olvido por venir” (182)
La lógica de Copi retoma la mirada filológica para despertarla hacia su sueño más radical. Se trata, dice Link, de una “intervención de archivo” que contrapone la noción de archivo a la de obra: contra la obra orgánica, autorial, progresiva y acumulativa – y que se vuelve mercancía y capital cultural--, un archivo inorgánico, incompleto, hecho de temporalidades dispares; maquínico, sin rostro; que pasa por la memoria familiar, la nación, el cuerpo y el territorio; se vuelve un vector que la crítica no controla ni “guarda” sino que activa y pone en variación: leer aquí no es “dar sentidos”, sino liberar potencias y armar contiguidades contenidas en el archivo.
En ello se juega, sin duda, un gesto crítico clave: no sólo el de leer a Copi, sino el de hacer que Copi nos lea, y nos retorne sus “intervenciones cortantes” desde las que –cito una vez más-- “corta el mundo y el cosmos y distribuye los restos de esa operación en un tiempo futuro” (71) Ese tiempo, ese futuro o contra-futuro, es el que interrumpe el presente y abre una línea de paso : la que alberga el “milagro” de otra ética. Desde ese otro tiempo se escribe la Lógica de Copi.