El producto fue agregado correctamente
Blog > Ensayos > La filosofía de las barbas
Ensayos

La filosofía de las barbas

Por Thomas S. Gowing

Este libro fue publicado por primera vez en 1854 y está basado en una conferencia brindada por el misterioso Gowing, del que poco se sabe. Godot acaba de publicarlo con tradución de Jorge Fondebrider e ilustraciones de Juan Pablo Martínez Spezza, y aquí compartimos un extracto. 

Por Thomas S. Gowing. Tradución de Jorge Fondebrider.

 

[...]

Dicho todo esto, si examinamos las características separadas, no puede haber duda de que la parte superior de las caras —la más parecida a lo divino—, que es donde la mente se entroniza, gana en expresividad sumando la barba y por contraste con esta; también la nariz adquiere mayor relieve, mientras que los ojos ganan en profundidad y brillo. La boca, que es especialmente el lugar del afecto, y sus músculos adyacentes que la convierten en representación del reflejo de cada emoción que pasa, deben su expresión general a la línea entre los labios —la clave del parecido de familia—; y esa línea está más pronunciadamente definida por la sombra que produce el bigote, por la cual los dientes también adquieren una blancura adicional y los labios, un rojo más brillante. Ni la boca ni la barbilla son, como hemos dicho, antiestéticas en los primeros años, pero más adelante la situación es otra. ¡Difícilmente haya un objeto más naturalmente desagradable que un anciano imberbe (a quien los turcos comparan con un “palomo desplumado”), con todas las líneas profundas de las pasiones desenfrenadas, la avaricia avasalladora, la ambición frustrada, las garras de la pobreza, las líneas hinchadas de la indulgencia y las distorsiones de la enfermedad y la decadencia! Ahora la barba, que, como dicen los romanos, “brota” en la cara de la juventud con una leve suavidad y en armonía con la virilidad inmadura, y se alarga y espesa con el progreso de la vida, va cubriendo, variando y embelleciendo gradualmente, como la “toga de la hiedra”, al roble rugoso, o a la torre antigua, y al jugar con sus formas libres y leves sobre las características más ásperas, imparte nuevas gracias, incluso a la decadencia, subrayando todo lo que sigue siendo agradable, velando todo lo que es repulsivo.

El color de la barba es, por lo general, más rojizo que el del cabello y la reflexión pronto sugiere la causa: el cabello entra en contacto principalmente con la frente, que tiene poco color, pero la barba crece en la cara, donde siempre hay un poco. Así, la naturaleza se sirve de los colores del rostro para colorear la barba —una razón por cierto para no intentar alterar el tono original—, y, por ese medio, logra sus tonalidades cálidas y frías. Nunca olvidaré lo que le ocurrió a un caballero rubicundo, de cabello castaño claro, la barba espesa y castaño rojiza que iba oscureciéndose, y que tenía buena presencia, a pesar de que sus rasgos no eran regulares —la nariz especialmente—, que se encaprichó con afeitarse la barba. Privado de este cerco, sus mejillas parecían estar cubiertas de granos, su nariz tenía un aspecto triste y miserable, y toda su cara era como una casa en la cima de una colina expuesta al noreste, cuyas plantaciones protectoras habían sido despiadadamente eliminadas.

Del siguiente hecho singular conectado con el color de la barba me enteré charlando casualmente con un peluquero. Al hacerle notar que personas como él, con tez y cabello oscuro, por lo general suelen tener una barba negra que tira al púrpura, dijo: “Es verdad, señor”, y me contó que había “encontrado en su propia barba, y en la de sus clientes, distintos pelos rojos entremezclados con los negros”, del mismo modo en que, según se afirma, los animales de pieles grises tienen distintos círculos de pelos negros y blancos. Los persas admiran esa proliferación de púrpura en las barbas negras y, curiosamente, producen ese efecto con un colorante rojo de pasta de henna, seguido por una preparación de índigo.

Hay otro punto vinculado con el color que no debe ser omitido. Todos los artistas conocen el valor del blanco para aclarar los colores. Entonces, que cualquiera mire un rostro anciano rodeado de pelo blanco, ya sea en el hombre o en la mujer, y percibirá una belleza que armoniza en él, que ninguna imitación artificial de colores más juveniles puede comunicar. En esto, como en otros casos, lo natural es lo más adecuado.

Permítaseme concluir esta sección de mi conferencia recordándoles a todos los que quieren dejarse crecer la barba que hay una ley por encima de la moda, y que cada rostro individual está dotado de su barba individual, cuya forma y color están determinados por leyes similares a las que regulan el tinte de la piel, la forma y el color del cabello, las cejas y las pestañas; y por lo tanto, es la más adecuada, aun cuando sea fea en sí misma, para sus respectivas fisonomías. Lo que le queda bien a una cara cuadrada, no le quedará bien a una ovalada, y una frente alta exige una barba distinta de la de una frente baja. Hay que dejar el asunto, por lo tanto, a la naturaleza y, a su debido tiempo, la forma y el color adecuados se manifestarán. Y aquí las personas que nunca se han afeitado tienen una gran ventaja sobre aquellas que han cedido a la costumbre antinatural de cortarlo: el pelo solo será visible, e incluso estará presente, en su lugar apropiado, y será mejor en carácter y color, y más elegante en su forma.

Y ahora, damas y caballeros, como en todo relato que se nos dice surgió de la fábula, permítanme, a modo de intermezzo, comenzar mi historia con una “Fábula para los tiempos”:

 

Un día un mono a un chivo le dijo:

“¿Para qué llevar esa barba tan rala?

Por cuatro peniques yo te la quito,

Serás una oveja bien esquilada”.

“¡Gracias, señor Mono! —le respondió el chivo—.

Voy a pensarlo”, y corrió a la corte,

Allí él vio cómo los vanidosos

Borraban su hombría con los recortes:

Pensando en ganarles a las mujeres,

Más mujeriles se vuelven ellos.

“¡Ah —dijo el chivo—, qué falsedades!

¡Yo seré uno de los más bellos!”

Y el chivo se sienta, y aquí llega el mono.

Pronto lo enjabona, la espuma lo cubre.

Y de pronto zas, en alegre fila

Llegan unos curas con toda su mugre.

También hay doctores y hasta especialistas,

¡Y la barba señalan como a un acusado!

El chivo da un brinco, así, repentino,

Como el que consciente, se siente asustado.

“Criatura salvaje el hombre es.

Como los esclavos a él nos sometemos.

Barbudo hoy y mañana sin barba,

Mono, ¿a unos pocos pelos les tememos?

¡Llévate tu cuenco y tu delantal!

Mejor aceptar a la Naturaleza

Y no hacer el tonto ante los demás.

Los chivos verán en la barba tu belleza.”

MORALEJA

Que las barbas crezcan en libre abandono.

Dios nos hizo hombres, ¡no seamos monos!

Artículos relacionados

Miércoles 24 de julio de 2019
La sabiduría del gato

El texto de apertura de El tiempo sin edad (Adriana Hidalgo): "La edad acorrala a cada uno de nosotros entre una fecha de nacimiento de la que, al menos en Occidente, estamos seguros y un vencimiento que, por regla general, desearíamos diferir".

Por Marc Augé

Lunes 23 de agosto de 2021
La situación de la novela en la Argentina

“El problema de discutir las tradiciones de la narración en la Argentina plantea, al mismo tiempo, la discusión acerca de cómo la literatura nacional incorpora tradiciones extralocales”. Un fragmento de la primera clase de Las tres vanguardias (Eterna Cadencia Editora).

Por Ricardo Piglia

Martes 16 de febrero de 2016
Morir en el agua

La sumersión final: algunas ideas en maelstrom alrededor de Jeff Buckley, Flannery O'Connor, John Everett Millais, Edvard Munch, Héctor Viel Temperley, Alfonsina Storni y Virginia Woolf.

Martes 31 de mayo de 2016
De la fauna libresca

Uno de los ensayos de La liberación de la mosca (Excursiones) un libro escrito "al borde del mundo" por el mexicano Luigi Amara, también autor de libros como Sombras sueltas y La escuela del aburrimiento.

Luigi Amara
Lunes 06 de junio de 2016
Borges lector

"Un gran lector es quien logra transformar nuestra experiencia de los libros que ha leído y que nosotros leemos después de él. (...) Reorganiza y reestructura el canon literario", dice el ensayista y docente en Borges y los clásicos.

Carlos Gamerro
Martes 07 de junio de 2016
La ciudad vampira

La autora de La noche tiene mil ojos, quien acaba de publicar El arte del error, señala "un pequeño tesoro escondido en los suburbios de la literatura": Paul Féval y Ann Radcliffe, en las "fronteras de la falsa noche".

María Negroni
×
Aceptar
×
Seguir comprando
Finalizar compra
0 item(s) agregado tu carrito
MUTMA
Continuar
CHECKOUT
×
Se va a agregar 1 ítem a tu carrito
¿Es para un colectivo?
No
Aceptar