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Editorial

Estructura de la lírica contemporánea

Daniel Link

"Nadie había encontrado un hilo conductor tan claro para decir nuestro propio tiempo de penurias". El texto que el escritor y docente universitario leyó en el acto de presentación de Una intimidad inofensiva. Los que escriben con lo que hay, de Tamara Kamenszain.

Por Daniel Link.

Iba a empezar diciendo: “Tamara es pequeña, peluda, suave”, pero no daba. Todo el mundo iba a pensar que yo quería insinuar que Tamara es una burra cuando en verdad cualquiera que haya leído sus libros (y, en particular, este último) sabe que Tamara es sabia. Mejor empezar, me dije, por otro comienzo célebre, por ejemplo: “Cuando Tamara Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo”, pero esa frase me habría obligado a examinar antes esos dos extraordinarios libros de poemas que son La casa grande o El ghetto que este libro sobre el que acepté decir unas palabras que fueran más allá de la mera celebración. Definitivamente, tenía que empezar preguntándome en voz alta: “¿Encontraría a Tamara?”. 

No sé si se entiende por qué tuve que forzarme a colocar el nombre Tamara en frases célebres de nuestra literatura (cuando digo nuestra no quiero decir la que nos pertenece, sino la que amamos). Primero, para subrayar el carácter literario del nombre Tamara (entendido ahora como una función) y, segundo, para que se notara su peculiar propiedad rítmica, que lo vuelve compatible con los fraseos de diferentes literaturas y que, por eso mismo, dice la imposibilidad (o la multiplicidad) del nombre. Si ser es ser nombrado, el nombre estará en última instancia siempre vacío y sólo se podrá señalar algo a partir de sus infinitas variaciones. Hablo, pues, del nombre Tamara en relación con este libro, Una intimidad inofensiva, y la pregunta “¿Encontraría a Tamara?” debe entenderse como: ¿Qué Tamara se esconde o se nos revela en Una intimidad inofensiva

Por supuesto, no hay una única Tamara sino muchas, o ninguna. Infinitas variaciones del Nombre: ¿no es eso lo que caracteriza la interrogación poética? En todo caso, por razones de tiempo, me detengo en dos variaciones-Tamara. 

El libro está organizado en cuatro capítulos y un “Epílogo íntimo”. Hago una intervención cortante (el corte lamborghiniano o el corte que Perlongher atribuyó a Lamborghini) y dejo para el final el Epílogo, el íntimo cuchillo en la garganta: ahí el nombre Tamara resuena de un modo diferente a lo que se deja oír en los cuatro capítulos del libro. 

En esos capítulos lo que brilla (lo que hace brillar el saber del nombre Tamara) es un inesperado (no en relación con Tamara, sino con la época brutal que nos toca vivir) saber filológico, o postfilológico que se alía con la hermenéutica por la vía de un matrimonio concertado. El método de Tamara se acerca al de Leo Spitzer, la “estrategia de masa”(1) : acumulación de citas, presentación de pruebas, en lo que a primera vista puede parecer nada mas que una “enumeración caótica”, el nombre que el mismo Spitzer dio al método de poetas como Whitman y Claudel, pero que son la condición necesaria de un argumento teórico e, incluso, filosófico: sirven para dar cuenta de una particular Stimmung, la de nuestra época, la voz nuestra en relación con una época. Stimmung, lo sabemos, es un nombre ambiguo: el término designa al mismo tiempo, el afecto y el ambiente, “la unidad de sentimientos experimentados por el hombre ante su entorno (un paisaje, la naturaleza, otro ser humano) y comprende y suelda lo objetivo (fáctico) y lo subjetivo (psicológico) en una unidad”(2) . 

Los fragmentos de Cecilia Pavón, de Fernanda Laguna, de Washington Cucurto o de Roberta Iannamico (entre los más modernos) o de Néstor Perlongher, Lezama o Lamborghini (entre los más clásicos) que Tamara cita, contrapone y analiza no importan en relación con los nombres propios que designarían a determinadas obras poéticas, porque el sujeto-origen del poema está vaciado de toda propiedad referencial, de todo predicado social. 

Lo que el método filológico del nombre Tamara hace de cada uno de esos pliegues “del hablado que es una ausencia de obra”(3) es una hipótesis de presente y de futuro. Lee a Arturo Carrera como no siendo Arturo o a Rafael Spregelburd como no siendo Rafael. No porque autonomice los textos sino porque el autor, en ese punto, es una vibración que permanece en el poema sólo como gesto y porque el sujeto del lenguaje poético es eso que falta en su lugar (y por eso podemos ligarlo con la nostalgia: con lo que ya no está allí, un canturreo, una musiquita, lo que fuere): "Yo es otro". El haber tenido lugar de Mallarmé: “Nada... habrá tenido lugar... sino el lugar”. 

Lo que tiene lugar, dice Tamara, es una disposición, una apertura, una Stimmung, un estado de ánimo o modo de encontrarse, por medio del cual un yo (tan vacío como el nombre propio) se abre al mundo, o el mundo se le revela con una determinada tonalidad, con una determinada gama de posibilidades. Tiene un sentido ontológico y no meramente psicológico. Incluso, un sentido político. No es una posesión exclusiva de un individuo autónomo. Es donde empieza a sonar un pueblo, unos pueblos, los pueblos-luciérnaga de Pasolini. 

El lugar de la Stimmung, nos dice Tamara, no está ni en la interioridad, ni en el mundo, sino en su límite. Así, el libro se nos revela en toda su grandeza. Equivale a la Estructura de la lírica moderna de Hugo Friedrich, que intentó definir lo más típico y lo más característico del poema del siglo XX (el puro presente, el predominio de las nominalizaciones, la articulación de heterogéneos, bla, bla, bla). 

Por supuesto, no son ésas las propiedades que Tamara registra o reconoce para nuestro presente o nuestro futuro. Ella habla... O mejor, ella es hablada por nociones como intimidad éxtima, prosificación, domesticidad, realismo íntimo, antropoesía, inociudad, figuras que constituyen (sobre todo cuando se desvían de la dirección esperable, es decir, cuando caen en clinamen) el diagrama de la época, y un modo de habitarla. 

Yo mismo he intentado leer muchos de los textos que el libro de Tamara incluye como figuras de irradiación de su pensamiento (también Cecilia Palmeiro, y por eso es justo que aquí estemos), pero creo que hasta Una intimidad inofensiva nadie había encontrado un hilo conductor tan claro para decir nuestro propio tiempo de penurias. Para el hilo (filológico o postfilológico) de Tamara no hay mucho que temer de la poesía inofensiva escrita al amparo de estos tiempos. 

*  

El “Epílogo íntimo” es otra cosa: habla de los nombres propios como ajenos, habla del self en tercera persona, pero habla, sobre todo, de la comunión literaria. La primera comunión literaria que se nombra en el Epílogo (y que guía el deslumbrante ejercicio de lectura de ultratumba que ensaya Tamara) es la del “caso Molloy-Kamenszain”, como quien dijera “el caso Schreber”, es decir: el ejemplo que sirve para definir el universo, porque es, al mismo tiempo, singular y universal. Ese caso es el de una experiencia doble o, diría yo, el de una experiencia excéntrica que se constituye en un más allá de todo centro subjetivo. Por eso, la lectura que Tamara hace de Kamenszain se aproxima a ese rarísimo entre-lugar que permite mirar el propio cuerpo como si uno estuviera fuera de él o fuera un alma en pena. Se lee la obra como si fuera de otro o como si se tratara de una pérdida radical de la conciencia y del lenguaje. La sujeta vacila y vuelve a recuperarse en la extimidad de quien lee las palabras otras. 

Esa comunión literaria hace eco de la primera que el libro analiza, Dante y Virgilio. Sólo que como ya hemos aprendido que no hay “yo” que valga, sino “pos-yoes”, sería imposible determinar quién es el que guía y quién es el guiado. 

Lo que queda es un afecto, una pasión. Encuentro a Tamara en esa doble vía, y en ese entre-lugar de la comunidad literaria que, como no podría ser de otro modo, es una comunidad de ausentes.

 

---

1 Spitzer, Leo. ldeas clásica y cristiana de la armonia del mundo. Prolegómenos a una interpretación de la palabra “stimmung”.

2 Spitzer, Leo. op.cit., pág. 15

3 Foucault, Michel. “La locura, la ausencia de obra”, pág. 336  

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