En qué lengua soy
El nuevo libro de Sylvia Molloy
Martes 15 de marzo de 2016
Acompañada por Edgardo Cozarinsky, Sylvia Molloy presentó Vivir entre lenguas (Eterna Cadencia Editora) en la librería.
Por Patricio Zunini
Foto: Mariana Lejtman
Escritora de escritores, Sylvia Molloy tiene una sensibilidad especial para desmontar las palabras como quien desarma una herramienta para limpiarla y sacarle brillo. Este mes salió por Eterna Cadencia Editora Vivir entre lenguas y Molloy, que vive en los Estados Unidos, viajó especialmente a la Argentina para presentarlo. El viernes pasado, entonces, acompañada por Edgardo Cozarinsky, y delante de un público muy numeroso —entre los que estaban María Sonia Cristoff, María Moreno, Hernán Ronsino, Fermín Rodríguez, Florencia Garramuño, Edgardo Scott, Gabriela Cabezón Cámara, Tamara Kamenszain y muchos otros—, Molloy habló de, en palabras de su editora, Leonora Djament, esta “nueva modulación de sus grandes viejos temas”.
Autobiografía crítica en tres idiomas, ensayo memorístico sobre el plurilingüismo, nouvelle fragmentada que imita el paso entre idiomas, es muy difícil de encasillar un libro como Vivir entre lenguas. Edgardo Cozarinsky partió de esa complejidad al destacar que “El tema del plurilingüismo está abordado con una doble perspectiva que no he encontrado en ningún otro libro, que es por un lado personal-autobiográfica y por el otro literaria-lingüística: tenemos la experiencia vivida y la experiencia creadora”.
Vivir entre lenguas no está ordenado ni cronológica ni temáticamente, sino que, como los idiomas en la vida de Molloy, va y viene: salta de recuerdos familiares con su madre y su hermana a ensayos sobre Elias Caneti y Calvert Casey. Ese caos controlado también se dio en la presentación. Cozarinsky y Molloy pasaban del diálogo a la lectura sin solución de continuidad. Si algo se vio el viernes fue el placer que ambos sentían por compartir el encuentro y las ganas de Molloy de leer, de mostrar, su libro.
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—¿Cómo funcionó este “vivir entre lenguas” en tu trabajo de escritora? —preguntó el autor de Vudú urbano—. Porque tu tesis universitaria la escribiste en francés, pero tu obra crítica la escribiste en inglés y tu obra de creación, las novelas y los relatos, está en castellano.
—El francés fue mi primera lengua crítica —respondió ella— en parte porque mis estudios universitarios habían sido en francés, pero también porque mi contacto con la literatura como literatura también fue en francés. Yo leía desordenadamente en inglés o en castellano; empecé a leer en francés cuando empecé a hacer estudios sistemáticos. Aún así, escribir la tesis fue un ejercicio de mímica, porque para darme ímpetu buscaba, como diré, trampolines lingüísticos, palabras que me permitieran largarme. Una de las cosas que me encantaba del francés eran los adverbios o fórmulas adverbiales que me permitían lanzar frases. Eso me largaba a la lengua. Pero la ficción no trabaja de esa manera. Para escribir ficción tuve que hacer otro tipo de trabajo. En algunos casos literalmente tuve que traducir, porque empezaba a escribir ficción en inglés o en francés como para darme ese impulso, pero después me daba cuenta que no podía seguir y volvía a esos semicomienzos fallidos, los traducía al español y seguía adelante.
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«Infancia. Para simplificar, a veces digo que soy trilingüe, que me crié trilingüe, aunque pensándolo bien la declaración complica más de lo que simplifica. Además no es del todo cierta: la adquisición de los tres idiomas no ocurrió simultáneamente sino de manera escalonada y cada idioma pasó a ocupar distintos espacios y a teñirse de afectividades diversas, acaso encontradas. Hablé español primero, luego a los tres años y medio mi padre empezó a hablarme en inglés. También cuando tenía tres años y medio nació mi hermana: en lugar de echar los platos por la ventana, como Goethe de chico cuando nace su hermano Hermann Jakob, adquirí otra lengua, que es otra manera de romper con lo seguro. El francés vino después y no conmemoró ningún nacimiento. Fue más bien una recuperación.»
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La tarde se fue entre lecturas y anécdotas. Cuando fue el momento del público, casi nadie hizo una pregunta sino que las participaciones tenían que ver con tramas personales. Y es que Vivir entre lenguas contagia el extrañamiento del migrante y para un país como este, en donde cada familia tiene su mito de origenal en idioma, hay ahí una clave, una contraseña.
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