El producto fue agregado correctamente
Blog > Columnas > El zorro es más sabio
Columnas

El zorro es más sabio

Juan Rulfo

"Rulfo está vivo y nosotros estamos muertos", dice el autor de La maestra rural en esta nota sobre el mexicano, a días de la salida de su Obra reunida. "La lengua de Rulfo vibra y brilla, sus personajes están condenados a vivir una y otra vez en historias de pura violencia mexicana sin sentido, mientras que nosotros nos afantasmamos cada vez un poco más".

Por Luciano Lamberti.

1. Rulfo está vivo y nosotros estamos muertos. Rulfo murió en el 86, y su obra, anclada inexorablemente en la historia, en la política, en su momento, se volvió entonces universal y eterna como un objeto de la naturaleza o el mismísimo Dios. Rulfo no envejece y nosotros nos vamos muriendo todos los días. La lengua de Rulfo vibra y brilla, sus personajes están condenados a vivir una y otra vez en historias de pura violencia mexicana sin sentido, mientras que nosotros nos afantasmamos cada vez un poco más y casi nadie nos recuerda, si nos encontramos a un compañero de la secundaria en la calle es probable que nos mire con el ceño fruncido como preguntándose cuál era nuestro nombre, y acomode sus palabras para no tener que decirlo en la breve e incómoda conversación que sostendremos ahí. Las personas de papel que viven con intensidad en los cuentos y la novela de Rulfo encuentran su destino sudamericano de modo contundente, mientras que lo más probable es que nosotros nos muramos un día cualquiera sin saber quién diablos somos.

2. Los fines de semana, Rulfo se iba al campo a sacar fotos. (El mito dice que era un gran caminante, que podía cubrir distancias muy extensas. En sus cuentos la gente camina mucho). Hay millones en internet: mírenlas. Todo su mundo está resumido en esas fotos (en una famosa entrevista, Rulfo exactamente lo contrario: que su mundo no puede ser fotografiado, porque solo está en su imaginación, que para realidad ya está lo de los diarios y la televisión, que el artista se ocupa del “mundo de lo sueños”). La mayoría son en blanco y negro, con muchas sombras y muchos cactus y muchos aborígenes y muchos pobres. La literatura de Rulfo es una literatura de denuncia, en cierto sentido, que muestra, sobre todo en sus cuentos, la consecuencia natural de las revoluciones mexicanas sucesivas: hijos sin padres, gente que no tiene para comer o que ve su futuro (siniestro) cifrado en una vaca muerta, como en el hermoso “Es que somos muy pobres”. Pero no es una literatura llorona, ni fácilmente de izquierda. Como todos los grandes escritores, Rulfo es, políticamente, incasillable. 

3. Rulfo toma el regionalismo de Arreola o de José María Arguedas y lo vuelve universal. ¿Cómo lo hace? No tengo idea. Quizás porque después de escarbar mucho en lo particular, en las emociones de esos campesinos a los que les han dado un pedazo tierra yerma y sin vida, lo que surge es de todos y para todos. En El llano en llamas lo regional se expande y se convierte en una cifra de toda la historia latinoamericana, hecha de dictadores enfebrecidos, fusilamientos clandestinos, grandes pasiones sin control. Si alguien quiere aprender a escribir cuentos, El llano en llamas es una buena forma: ahí están la brevedad, la intensidad, la música verbal, el dramatismo y la terrible simplicidad que todo buen cuentista debería alcanzar antes de morir. Rulfo la alcanzó y decidió no escribir más. Adiós literatura. En adelante se dedicó a recibir premios y a dar entrevistas. 

4. Cuando es radical, cuando se lleva hasta sus últimas consecuencias, el realismo se vuelve fantástico. O, por lo menos, distorsionado. La obra de Joyce y la de Faulkner son pruebas suficientes: su búsqueda de imitar con la mayor fidelidad posible la percepción atolondrada del mundo de la que somos víctimas los lleva a romperlo, a desfigurarlo. En otro nivel, la obra de Rulfo hace lo mismo. No solo porque es deudora de esos autores, sino porque toma los mitos de lo real y los presenta como realistas, sin filtro, y eso lo lleva a crear un género nuevo (el realismo mágico) y a apadrinar a los autores del Boom, junto con Borges. ¿Qué es el realismo mágico? Es un hombre que vuela y su esposa gritándole desde abajo que se abrigue, que se va a resfriar. O en el caso de Pedro Páramo: son los muertos que oyen la lluvia, que recuerdan vidas mejores, que (como Miguel Páramo, ese hijo reconocido que es la réplica exacta de la maldad de su padre) no saben que están muertos y siguen yendo a caballo de acá para allá. Rulfo abre una puerta por la que pasarán Cortázar, Fuentes, García Márquez. Su forma de leer a Faulkner es la que les permite cruzar política y transformación formal, regionalismo y juegos temporales.

5. Poco después de que muriera mi abuelo, mi madre comenzó a pedirme encarecidamente que no salga, que me quede en casa, porque podía sentirlo dando vueltas por ahí y le daba pánico. Todos hemos oído historias así: los muertos que anuncian su muerte, los muertos que hablan con los vivos, los muertos que vuelven, los muertos que siguen viviendo en otro plano. Rulfo lleva ese cuento de tías al extremo y narra la historia de un pueblo donde todos están muertos y siguen hablando en sus ataúdes. Lo hace con los recursos técnicos heredados de esa tradición, y por eso es tan genial: porque mezcla lo propio, la representación mexicana exacerbada de la muerte, los mitos y la historia, con las incorporaciones técnicas de la literatura experimental. 

6. En los últimos años de Letras, planeé escribir mi tesis sobre Pedro Páramo (después descubrí que había millones de tesis y de estudios y de posgrados sobre la novela, y ya me quitó las ganas). Iba a pensarlo desde las representaciones de la peste, el marco teórico antropológico del libro La rama dorada, de George Frazer. No sería raro que Rulfo, que trabajó en el Instituto de Antropología de México (también trabajó en Migraciones, como publicista y vendiendo neumáticos, entre otras cosas) hubiera tenido acceso al libro.  El tratado (que en una de sus versiones llegó a tener, ejem, doce tomos) hace especial hincapié en los ritos anuales de fertilidad, y en el sacrificio (o muerte) del rey en cada invierno para su posterior renacimiento en la primavera. Pedro Páramo, que de alguna forma era el pueblo sobre el que ejercía su despotismo, termina siendo una especie de rey destronado y a su muerte se derrumba (podría citarlo de memoria) “como un montón de piedras”. Esto desata la peste simbólica que es la muerte no solo de las personas sino también de los animales y la tierra. El páramo al que alude el título es la venganza de la tierra sobre los hombres y las mujeres que han sabido callar los horrores que formaban parte de ese reinado. El rey, que es el padre literal de todo el pueblo, termina arrastrándolos hacia la nada: ahí ve Rulfo un índice de la historia de México, siempre violenta y bañada en sangre. 

7. Según la leyenda, Rulfo había escrito por separado las distintas partes de Pedro Páramo, y una noche, con un amigo, decidieron el orden en el que iban a ir. Lo sorprendente es que no se notan las costuras: puede leerse como un sueño o una alucinación del protagonista, el que va a buscar a su padre en las primeras páginas y termina “muerto de miedo”. Alucinatoria es una buena palabra para definir la novela. El tiempo salta, en ella, cambia el punto de vista y nadie nos avisa nada, nadie nos prepara: por eso es tan difícil y tan placentero leerla por primera vez (y por segunda, y por cuarta): porque es parecido a la sensación de vivir.

8. En alguna parte de 2666, uno de los personajes dice que hay que de ver a México como un cuento de Rulfo. Cosa rara si se piensa que en gran medida esa novela es una continuación de Pedro Páramo, una glosa gigantesca (más de mil páginas) a ese otro libro gigantesco (páginas: cien). Como si Pedro Páramo fuera un narcotraficante de piel tostada, camisa abierta y cadena de oro asomando por el pecho. Los mismos temas están ahí, la misma violencia demente, sin ninguna clase de justificación, el tratamiento de lo rural, la brujería, la identificación difusa y expansiva del mal, el lugar de las mujeres como objeto de violencia, sobre todo sexual (cuya seguidilla interminable de muertes esconde, según Bolaño, “el secreto del mundo”). Parece un cuento de Rulfo contado por un idiota lleno de ruido y de furia: Macario, probablemente, que es una glosa al idiota de la novela de Faulkner, que es una glosa a Shakespeare, en fin. Los salieris de Rulfo. Como decía Saer, es uno de los autores después del cual no se puede escribir ignorándolos. Yuri Herrera, por ejemplo, es otro que toma su legado. En novelas como Los trabajos del reino, no solo explora la violencia del mundo narco y su relación con la estética, sino también el uso de la oralidad en el lenguaje literario. A diferencia de Bolaño, que utiliza una especie de español neutro, fruto de sus peregrinajes por Latinoamérica y Europa, el de Herrera es claramente mexicano y fronterizo. Lo mismo sucede en Rulfo, que define a los personajes (su ideología, su clase social) por su modo de hablar. Toda la pintura de un personaje puede ser su forma de apropiarse del lenguaje, incluso las “malas palabras” específicas con las que putea en mexicano, hermosamente. Se sabe que Rulfo corrigió sus propios cuentos en sucesivas ediciones para que sonaran cada vez más mexicanos. Esa es una decisión más ética que estética.

9. Una decisión ética: las palabras en Rulfo. Tienen la musicalidad del español hablado en México de su época: “ahorita”, “zopilotes”, “pepenaste”. Las frases en Rulfo: “comenzaba a bajársenos la tristeza”, “allí estaban en el corral, revolcándose en el suelo, todas encueradas y cada una con un hombre trepado encima”, “tenía dos hijas muy juguetonas: una prieta y chaparrita, que por mal nombre le decían la Arremangada, y la otra que era rete alta y que tenía los ojos zarcos y que hasta se decía que ni era suya y que por más señas estaba enferma del hipo”. Los nombres en Rulfo: “Urbano Gómez”, “Justino”, “Melitón”, el padre “Rentería”, “Fulgor Sedano”.

10. Cuando Rulfo murió, los dejó a todos en silencio, esperando ese libro que nunca llegó. Hay mucho dicho sobre ese silencio. El gran Baterbly de Vila Matas lo tematiza muy bien. Rulfo escribió dos libros (la novela Pedro Páramo y los cuentos de El llano en llamas) y dejó uno inacabado, “El gallo de oro”, y se dedicó el resto de su vida a dar diversas y falsas explicaciones para el hecho de haber dejado de escribir o de mostrar lo que escribía. Se lo compara con esos grandes escritores que un día se llaman a silencio, sencillamente: Rimbaud o Salinger, por ejemplo. Hay un cuento de Monterroso sobre el tema. Se llama “El zorro es más sabio”, y describe en pocas líneas la expectativa que el “próximo libro de Rulfo” generó en su momento. El cuento termina así:

El zorro no lo decía, pero pensaba: “En realidad lo que éstos quieren es que yo publique un libro malo; pero como soy el Zorro, no lo voy a hacer”.

Y no lo hizo.

Rulfo es más sabio.

 

Artículos relacionados

Martes 22 de marzo de 2016
Beatriz Viterbo, Buenos Aires, circa 1925
Así como Carlos Argentino Daneri lo llevó a Borges a ver el aleph, no hay motivos para no creer que haya hecho lo mismo con Beatriz Viterbo.
De la serie "Epifanías"
Lunes 28 de marzo de 2016
Chinchorreo
¿Cuál es la importancia de un Congreso Internacional de la Lengua Española? Mónica Yemayel estuvo en San Juan de Puerto Rico y lo cuenta en esta crónica.
CILE 2016
Martes 29 de marzo de 2016
¿Quién matará a las vacas sagradas?
Faulkner y Hemingway mantuvieron una controversia sólo comparable con la pelea entre Mohamed Ali y Joe Frasier. Lo mismo que Norman Mailer y Gore Vidal o Salman Rushdie y John Updike. Pero: ¿por qué no hay disputas así entre escritores argentinos contemporáneos? ¿Cuál sería el efecto de que las hubiera?
Disputas entre escritores
Viernes 18 de marzo de 2016
Flor de lección
Qué hacer cuando se roba en una librería ¿sorprenderse, escandalizarse, aprender? "La literatura está llena de cosas dañinas", dice Martín Kohan.
Robos
Miércoles 30 de marzo de 2016
Piedra libre
La digresión como el arte de producir efecto sin causa. En este artículo la autora se mira en el espejo de la literatura y se piensa como farsante. "Vivo con miedo de que me descubran. Y a la vez me dan odio los que se dejan engañar."
Quién quiere ser profundo
Miércoles 30 de marzo de 2016
La vida privada de los escritores
Qué tienen de atrapante los libros sobre escritores: probablemente que revelan la distancia entre la imagen pública y la privada, probablemente que revelan el verdadero origen traumático y fangoso de toda obra literaria.
Consideraciones a partir de un nuevo libro de Joyce Carol Oates
×
Aceptar
×
Seguir comprando
Finalizar compra
0 item(s) agregado tu carrito
MUTMA
Continuar
CHECKOUT
×
Se va a agregar 1 ítem a tu carrito
¿Es para un colectivo?
No
Aceptar