El concepto de ficción
Borges, Cortázar & King
Lunes 09 de enero de 2017
"Cualquier escritor lo sabe: la ficción es más perfecta, más amable e intensa que la realidad. Un lugar donde los hechos tienen significado". Relecturas de verano del autor de La maestra rural: Borges, Cortázar, King.
Por Luciano Lamberti.
1. Verano. Ojotas y lluvia. Releo esos dos libros fundamentales para la literatura argentina que son Bestiario de Cortázar y Ficciones, de Borges. Como en cada relectura, todavía me hacen reír, me impresionan, me sacuden, me revuelcan por el polvo, me dejan pensando. Son dos primeros libros, en cierto sentido, de autores que salen al ruedo con los tapones de punta y no se apresuraron a publicar. Cortázar tiene 37; Borges cuarenta y cinco. Antes de Ficciones se había comportado más bien como un crítico, un lector puro, que había escrito notas para distintos medios, así como un par de libros juveniles de poemas y esa compilación de vidas ajenas y textos reescritos que es Historia universal de la infamia. Cortázar tenía publicados dos libros con seudónimo, y es el primero que firma con su nombre verdadero.
2. Una idea de Lydia Davis sobre la ficción: “No quiero aburrirme con la imaginación de otra persona. La imaginación de la mayoría de las personas es realmente poco interesante”.
3. Me doy cuenta de que lo terrorífico de “Casa Tomada” es la naturalidad con la que el hermano, el narrador, toma esa invasión. En ese punto, propio del realismo mágico más que del fantástico clásico, se juega la poética cortazariana. Más que en el otro mundo, en la forma en la que esos personajes “comunes” se adaptan a él.
4. La historia del primer cuento de Borges es famosa. Él mismo se encargó de divulgarla en muchas entrevistas. Borges había sufrido un accidente tonto, una lastimadura en la cabeza que se infectó y casi lo mata. Cuando salió de la convalecencia, para probar que todavía era capaz de hacerlo, escribió “Pierre Menard, autor de El Quijote”. El episodio (que está narrado en “El sur”, un cuento en gran medida autobiográfico) constituye uno de esos mitos fundantes de los escritores que los definen para siempre. Borges, que tiene tantas caras como lecturas hacemos de él a lo largo de nuestras vidas, es ahí el artista herido, su luz proviene de una experiencia cercana a la muerte y son esas marcas las que se narran, esa forma de estar enajenado, de leer “mal”. Pierre Menard revoluciona con su proyecto delirante “el arte rudimentario de la lectura”, de una forma tan simple que abruma: consiste sencillamente en atribuir un libro a otro autor. Ese cuento paradójico y sumamente humorístico es el primero que escribió. Un cuento sobre la lectura y sobre el concepto de ficción.
5. Cortázar cargaba con un gran peso (una pesada herencia, diríamos ahora). El de ser un escritor contemporáneo de Borges (aunque todos lo somos, en cierta medida) y evitar ser Borges. Lo resuelve de un modo muy astuto: decide plantear las mismas ideas desde una perspectiva diferente. Donde Borges es intelectual, Cortázar es (o finge ser) llano. Donde los personajes de Borges citan La Eneida o despliegan una erudición abrumadora, los de Cortázar son hijos de barrios porteños, y gran parte del humor y la efectividad surge de allí. El fantástico de Borges se alimenta de paradojas intelectuales; el de Cortázar de la irrupción de un detalle anómalo (una nota discordante) en la vida cotidiana, que crece y crece hasta dejarnos en el umbral de un mundo perturbado y delirante. Cortázar resuelve la herencia borgeaba oponiéndose a él, en cierto modo.
6. Cortázar le lleva a Borges su primer cuento, para que le diga qué le parece. A la semana, Borges le avisa que el cuento está en imprenta, que lo publicará en una revista que él dirige ilustrado por su hermana Norah. Al momento de prologar los cuentos de Cortázar (que le gustaban) Borges llama la atención sobre el carácter contemporáneo de su prosa. Dice de los personajes de Cortázar: “Se mueven entre cosas triviales: marcas de cigarrillo, vidrieras, mostradores, whisky, farmacias, aeropuertos y andenes”.
7. En “El Sur”, el cuento que cierra Ficciones, Borges plantea un cuento que según sus propias palabras puede ser leído como realista y “también de otra forma”. Su protagonista, Juan Dahlmann, es un modesto bibliotecario que anhela el mundo de coraje y salvajismo de la gauchesca. Luego de un accidente doméstico, es hospitalizado y muere, pero antes de morir en el hospital, como el alfañique intelectual que siempre fue, sueña que viaja al sur y tiene un duelo en mitad del campo. Lo astuto en Borges es no decirnos que es un sueño, narrarlo como una sucesión lineal de hechos y unificar, con eso, las dos posibilidades. Narra ese delirio agonizante como si fuera real, dándonos algunas sutiles pistas de irrealidad. Antes de morir, Dahlman sueña su otra muerte, lo que es decir: inventa, crea, ficcionaliza sobre una muerte que no sea tan patética y carente de sentido como la real. Esa contraposición entre mundo real versus mundo ficcional será el conejo blanco que perseguirá Cortázar en varios de sus cuentos. En “Continuidad de los parques”, por ejemplo, donde ambos mundos terminan siendo uno; en “La noche boca arriba”, donde el protagonista descubre que lo real era su sueño; en “La isla al mediodía”, donde el protagonista de un accidente aéreo sueña con una vida más pura en una isla griega. Ambos tienen como norte el cuento de Ambrose Bierce. Ambos parecen preguntarse qué es la ficción y para qué sirve, y la respuesta es: para vivir, por lo menos en nuestra imaginación, vidas más plenas que las que vivimos, que siempre nos dejarán insatisfechos.
8. Ambos libros contienen su propia teoría sobre la ficción. Son libros que teorizan sobre ellos mismos, que plantean no solo una visión del mundo sino una forma de leer, que crean a sus propios lectores. La ficción en ellos no es solo un concepto abstracto: es la forma misma en la que lo fantástico se revela. Ese otro mundo monstruoso, pero a la vez más auténtico y real que éste, que está detrás de una conspiración en “Tlon, Ucqbar, Orbis Tertius” o la cosa sin nombre que va ganando territorio en “Casa Tomada”. Ambos libros celebran esa diferencia, esa transgresión, esa capacidad de ver el otro mundo y sentir que vivimos en un universo paralelo al real. Las teorías acerca de la ficción insisten en la capacidad de ciertos libros para ser más reales que lo real, para poner en duda nuestros esquemas mentales. Emergemos de su lectura con los lentes torcidos para comprobar que ese detalle ya transfigura la realidad. Ambos libros buscan poner en duda el concepto de ficción: en las operaciones con las que Borges reseña libros inexistentes o busca (en el orden que deriva en el caos) la trama oculta de lo real; en la intromisión de lo inaudito de los argumentos de Cortázar, que pinta mundos reconocibles para hacerlos después saltar por el aire.
9. Releo, también, Misery, quizás la mejor novela de Stephen King. Un libro sobre la ficción, sobre el poder de la ficción, sobre el doble juego de una ficción de otra (a la manera de El Quijote y tantos otros) sobre la capacidad seductora de la ficción sobre los lectores (si Annie no mata a Paul Sheldon es porque quiere saber, sencillamente, qué pasa a continuación). Cualquier escritor lo sabe: la ficción es más perfecta, más amable e intensa que la realidad. Un lugar donde los hechos tienen significado.