Dos palabras

Jueves 10 de octubre de 2024
Martín Kohan lee El caos, la transcripción de las clases de Luis Chitarroni y Daniel Guebel en MALBA.
Por Martín Kohan.
No es tanto con las lecturas, como con el recuerdo de las lecturas, que Luis Chitarroni y Daniel Guebel tramaron las clases del curso “El caos”, ahora editadas por el Malba, y en eso radica sin dudas buena parte de su encanto. Lo que predomina en el intercambio es el tono de la evocación, incluso de la añoranza, más que el simple recurso de tener los textos a mano (a mano y a la vista) para usarlos, por así decir, de apoyatura. Lo que Guebel y Chitarroni desplegaron fue su memoria de lectores, antes que las lecturas en sí mismas yen acto, y a esa memoria, tan honda y escrupulosa por cierto, la entreveraron entre risas con ráfagas inesperadas de inexorable olvido. Por algo, y no sólo por homenaje a Wilcock, eligieron ponerle al curso el título que le pusieron; por eso la programación de las clases les inspiró antes que nada desvíos, asociaciones, derivas, una feliz oscilación de la memoria entre ser voluntaria y ser involuntaria. Se pasearon por sus lecturas como un caminante de Walser, dejando que vinieran a cuento las anécdotas, las malevolencias, las benevolencias, los retratos personales.
A lo largo de las clases, y ahora a lo largo de las páginas, algo hay de melancolía; incluso en lo atesorado se insinúa lo perdido. Hay un asunto en el que se detiene Daniel Guebel, en días y momentos distintos: el de los escritores que murieron mal. Trae eso a colación ante la mención de Osvaldo Lamborghini, de Héctor Libertella, de Fogwill: una y otra vez lo dice, y siempre con pena: que terminaron mal (hace unos años, en Mansalva, Guebel publicó Mis escritores muertos). Ese tema le da vueltas, o él da vueltas a ese tema: “En esa generación hubo una propensión al mal morir”. Terminar mal, terminar bien. Tal vez hasta una mejor admisión de la muerte, si se trata de terminar bien.
Chitarroni estaba enfermo cuando esas clases se dieron. Hay algunas alusiones suyas a los tratamientos médicos; sin queja, con hilaridad. Y una idea muy genial sobre la muerte: que los countries puedan ser una especie de ensayo para lo que espera en los cementerios. El caos se publica ahora, y Chitarroni ya murió. Es un gesto conmovedor que la transcripción de aquellas clases se cierre con dos palabras suyas. Dos palabras, y exclamadas: “¡Hasta luego!”.