Dani Umpi: "Escribir no es algo que yo haga como catarsis"
Reeditan Sólo te quiero como amigo
Miércoles 07 de agosto de 2019
Escritor, músico y artista visual, el hacedor múltiple nacido en Tacuarembó regresa a librerías con edición renovada de su tercera novela, a cargo de Blatt & Ríos. "Tener un alter ego fue una buena decisión, me ayudó mucho incluso a organizarme", cuenta en esta larga entrevista.
Por Valeria Tentoni. Fotos de Facundo Barisani.
"Pum, pum, pataplum": son los pestañeos a alta velocidad en la vida de un protagonista ultraneurótico, gay y homofóbico, al que Dani Umpi, en su rol demiurgo, elige no juzgar ni educar, mucho menos en plena desilusión del amor romántico como la que lo arrastra de una pared a otra de su departamento. Y ni siquiera ahora, más de una década después de la primera publicación de Sólo te quiero como amigo en Interzona: lo único que se actualizó en la versión de Blatt & Ríos fue la portada. Y la frescura intacta.
Cuando salió, en 2016, la bibliografía de Umpi ya contaba con las novelas Aún soltera y Miss Tacuarembó, el libro suyo que más reediciones recibió al momento, y los libros de cuentos Niño rico con problemas, El vestido de mamá y ¿A quién quiero engañar? En el año 2012, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara lo eligió entre los 25 secretos literarios de Latinoamérica. Pero eso no es todo. Además performer, músico (su último disco, Lechiguanas) y artista visual (en este momento prepara una muestra), el duende Umpi salta de un destino inesperado al otro: no hay error, todo es camino, sabe.
Sólo te quiero como amigo había salido en 2006, ¿cómo fue reencontrarte con ese libro diez años después?
Lo volví a leer y me gusta mucho, me sigue divirtiendo el personaje. Me gusta la voz que tiene. Cosas que pensé que con el tiempo iban a cambiar, veo que siguen iguales. Ahora quizás queda más subrayada toda la parte más delirante de la neurosis del personaje; la novela es también un cuestionamiento del amor romántico, los primeros encuentros con alguien, la construcción de una pareja, y ahora ese tipo de cosas se abren más. Pero los problemas se siguen repitiendo, tanto como hace diez años. Ahora hay otras redes sociales y quedaron detalles pintorescos, como que hablen por teléfono fijo. Todo trae una cuota de melodrama tragicómico que está en la novela pero que también está en la gente. Siempre estuve muy atraído por ese tipo de relatos porque, como se plantea en el libro, siempre tienen una cuota de disparate grande.
Hay giros inesperados muy cómicos, ¿cómo pensaste al humor acá?
A veces trato de esquivar las estrategias del humor, porque del chiste me gusta el subidón pero no la resolución, entonces siempre queda todo muy ambiguo. Y el humor también está dentro de un paquete, que es la construcción de una historia y un personaje con el que puedas empatizar de una manera oblicua o al menos rara, porque el personaje es muy antipático –y también está caricaturizado–: mi gran objetivo cuando escribo una novela es partir de ahí pero después lograr cierta empatía. Pretendo que alguna fibra conecte, y el humor está dentro de todo eso.
Cuando escribiste esta novela, ¿qué estabas leyendo?
Yo crecí en los noventa, entonces me influenciaron todos esos escritores que había en el momento, sobre todo los escritores yanquis post Cheever y Carver: Lorrie Moore, Bret Easton Ellis, Douglas Coupland, todo lo que de alguna manera tenía ese costumbrismo con adrenalina, medio pop, medio gracioso. Y después muchos argentinos, como Hebe Uhart o Puig, cuando era más chico. Una mezcla. Generalmente me interesaban los escritores que tienen ese trabajo de escucha, porque lo que escribo siempre es en primera persona: no es algo autorreferencial, pero sí es alguien que va hablando, y mi escritura va de lo que escucho, en la tradición de la literatura que registra cómo se habla. Es estar dentro de una voz, entonces viene de por ahí. Siempre estoy atento a cómo hablan mis amigos, cómo habla la gente que conozco. Ando con una libretita anotando frases, un catálogo de rarezas para lograr peculiaridad en los personajes, en sus contradicciones.
¿Cómo fue el proceso con Sólo te quiero como amigo?
Entrevisté a un amigo, Gonzalo Martínez, que trabaja hasta hoy en un laboratorio. El libro tiene una cosa muy mundana y después tiene una alegoría más rara que es la de los pájaros, porque coincidía con un momento en que en Uruguay había una invasión de tordos. Yo soy de Tacuarembó, y en el norte hubo una forestación de pinos que alteró mucho los ecosistemas, y cambió mucho: empezaron a haber jabalíes y cosas raras, y hubo muchos tordos, que son los pájaros que dejan sus huevos en otros nidos, porque ellos no tienen. Pasan muchas cosas entonces, como que la madre alimente a un tordo que no es su hijo, mate a los otros. Y me interesaba en el control de plagas que hacen, y por eso puse al personaje trabajando en eso.
¿Soles trabajar las ficciones entrevistando?
Sí, lo hago mucho. Para la otra novela también lo hice, Un poquito tarada. Entrevisté gente que trabaja en casinos, personas con parejas que trabajaban en casinos.
Como enseñaba Hebe, hay una gran simpatía y de algún modo una gran piedad en Sólo te quiero como amigo por los personajes, pero sin paternalismo, ¿no?
Bueno, yo no tomé taller con ella pero sí leí el libro de las clases de Hebe Uhart –la conocí una vez que fui a su casa, charlamos pero de cualquier cosa– y leí muchos sus libros. Creo que de ahí viene una gran influencia. En esta novela creo que es en la que más se nota. Está basada en ese personaje gay medio homofóbico que está lleno de prejuicios pero a la vez se va vinculando.Es una novela medio iniciática, también.El personaje principal que es como un gay homofóbico al que no le gustan los maricas, en un contexto actual podría hacerle una adoctrinación, pero me parece que eso lo puede hacer perfectamente el lector. El personaje, por ejemplo, eso no lo resuelve; resolverá otros problemas, pero no resuelve ese conflicto, porque él no lo percibe. En un momento alguien se lo podría hacer notar, pero no voy a ser yo como autor.
Y el esquema de comedia dramática, que es uno que te interesa. ¿De dónde te vino? ¿Del cine?
No, no tanto del cine. Creo que es un tono que me gusta, me parece que viene más del tono medio mostra, de hablar de esa manera, un humor y una sensibilidad más camp. Tiene que ver con el cine por Almodóvar o John Waters, que influenciaron mucho a mi generación –bueno, a los putos, básicamente–. Esa cosa de estar atento a lo extravagante de la situación. Es una novela que tiene muchas influencias pero no sé cómo se dan. También por cómo está escrita, porque él es un personaje muy rebuscado, intrincado, con una pretensión graciosa.
De repente hay entradas delirantes, como los critters intermitentes que están por todas partes.
Hay un delirio, sí, que no es muy consciente: toda la impresión que el personaje tiene de su separación está bastante desfasada, algo que es bastante normal, y para él está todo enrarecido. La separación, el vínculo con su suegra, que también es bastante mostra.
Para publicarla de nuevo, ¿la corregiste?
No, está igual. Se cambió la tapa, pero la novela está igual. Había tenido dos ediciones en Interzona antes, y ahora Blatt & Ríos me propusieron sacarla con ellos.
Publicaste en editoriales grandes y pequeñas, desde Planeta hasta editoras cartoneras. ¿Cómo es este recorrido?
Tengo varias experiencias: la de la editorial independiente, la autoedición y la de editorial grande tipo Planeta. Son libros distintos, y son experiencias que tienen cosas buenas y malas, como todo. En este momento en que los libros se venden poco todo es tan relativo que ya no sé cómo evaluarme o con qué compararme: no puedo decir que me va mal, no puedo decir que es un éxito, pero a la vez es lo que les pasa a todos en el mundo editorial. Este libro va por su tercera edición, lo cual no es muy frecuente. Pero no sé, depende de cómo lo veas. Es un libro que ha gustado mucho y tuvo buenas críticas en su momento, así que es una experiencia buena.
Empezaste escribiendo poesía, ¿no?
Tengo un libro de poesía, pero lo primero fue narrativa, Aún soltera. Siempre escribí narrativa, poesía escribí muy poco. A veces algunas cosas, y las que más me interesaban están en La vueltita ridícula, que no lo reedité. Lo que más hago es narrativa, novelas y cuentos. Y canciones. Desde chico tenía la ambición de la novela, siempre me gustó eso de tener varios personajes y desarollarlos, hice varios intentos de chico. Con la primera que escribí me colgaba haciendo estructuras antes de escribir, capítulos, cuadros, y después ya con la última que hice me largué más, confié más. Me divierte estar en algo así, más largo.
¿Empezaste publicando en Argentina?
Sí, acá, después la primera novela que publiqué en Uruguay fue por Planeta. Yo venía bastante acá y estaba vinculado a la cartonera, cuando se armó, les mostré la primera novela que tenía, Aún soltera, y salió. A Miss Tacuarembó en Uruguay la había presentado en un concurso, había ganado pero nunca se había publicado. Y después acá salió con Damián Ríos, ahora en Blatt & Ríos pero en ese momento en Interzona. Esa novela tuvo muchas ediciones en varias editoriales, es como la que siempre está ahí dando vueltas.
Estudiaste en la universidad pero además hiciste un montón de talleres, ¿cómo fueron esos años de primera formación?
Estudié comunicación, hice publicidad y publicación artística y recreativa, hice las dos opciones. En realidad, yo escribía pero me focalizaba más en el trabajo de actuar, que es lo que sigo haciendo, lo performático pero también hago collages, instalaciones de arte. Ahora tengo un taller en el Once, voy todos los días. Es mi taller-oficina-cueva-nido. Es lo que más hago, ahora en agosto tengo una muestra. No sé si no es la producción principal, igual para mí es todo lo mismo aunque es distinto, música, letras, incluso yo al principio lo vivía como un conflicto. Sentía que tenía que decidirme por algo, no me daba cuenta de que bueno, ta, soy un artista. Lo primero fue escribir, pero paralelamente comencé a producir obra y en una búsqueda más plástica. Después, con el tiempo, muy posterior, fue lo de cantar, a raíz de una obra, y con unos covers. Pero cuando era chico no tenía ni la fantasía de cantar. Después seguí haciendo todo.
¿Y cuándo sentís que diste ese salto, el de seguir haciendo todo?
Y, no hace mucho. Hará... ¿diez años? Lo que pasa es que todo eso que es más vocacional convivía con la vida y los trabajos. Vivir de mi producción es algo que pude recién en los últimos años, y tampoco es que esté tan seguro pero en un momento decís “bueno, me voy a dedicar a esto”. Es el salto del artista. En un momento hay que dar el paso, creo.
¿Fue cuando empezaste a cantar?
Sí, ahí agarré más confianza, porque tenía eso del escenario. Yo no vengo del teatro ni nada de eso, sí más de la performance pero de lo artístico; el escenario te da una seguridad cuando cantás.
¿Cuándo te subiste a un escenario por primera vez?
En 2005.
¿No habías hecho nada escénico hasta entonces?
No, nada.
¿Sentiste disfrute automático o te dio miedo?
No, fue muy automático. También porque de entrada me ayudó mucho operar desde un alter ego, Dani Umpi, que después lo usé en todo. Pensar en crear Dani Umpi, que fuese una entidad aparte, eso me ayudó un montón. Hacer las cosas preguntándome qué haría Dani Umpi: medio esquizoide pero a la vez me funcionó, sobre todo por la forma en que soy. Si fuese una creación más del yo, o más personal, ya estaría más involucrado, y ahí no sé, porque soy bastante tímido y complejo. Tener un alter ego fue una buena decisión, me ayudó mucho incluso a organizarme.
¿Sentís que descansás de vos cuando estás en Dani Umpi?
Totalmente. Me doy cuenta de que es algo que habito en un momento –un escenario, una canción–, y después trabajo para eso. Es raro. Cuando era más chico me molestaba horrible la gente que vive en personaje, los cantantes y actores y todo eso, tenía un prejuicio tremendo. Aparte yo era muy víbora y hablaba muy mal de toda la gente con esos egos tremendos; pero a la vez, cuando hice algo, hice un personaje re histriónico, al mil por ciento. Es como algo que odiás pero a la vez admirás, porque ¿cómo podés sostener eso 24 horas? No podés. Es un imán. A mí la gente muy histriónica me llama mucho la atención, quedo en seguida dentro de su juego, obnubilado; lo rechazo pero a la vez me encanta. Por eso escribo esos personajes y por eso hago Dani Umpi. Tengo esa contradicción: no lo soporto, pero quiero ser eso. De alguna manera lo reproduzco y de alguna manera también atraigo así, porque yo soy consciente de que lo mío hay gente a la que no le gusta ni ahí, le parece horrible. También genera eso. Es como una espiral, pero a la vez que me da fuerza. Cuando era chico me alimentaba mucho y me regodeaba mucho de esa interpelación que hacía, sobre todo en Uruguay que es un país más chico. Me gustaba el arquetipo del bufón, habitar ese lugar y molestar al facho y al progre. Esa cosa me encantaba. Ahora no tanto, pero cuando era chico me encantaba que me dijeran cosas en el Fotolog y eso, no había nada mejor. Me divertía. Cuando yo empecé no tenía el concepto de drag, después sí. Vi que lo que hacía era una cosa más de drag, de transformista. A mí me influenciaron un montón todas las transformistas que veía en los boliches cuando iba a bailar, pero tampoco es que yo me ponía a hacer eso. Eso de la construcción de un personaje lo hice por un camino un poco raro.
Y también está en tu literatura, es una primera persona que está en esa extranjería.
Sí. No es una cosa autobiográfica. Es decir, es autobiográfico en tanto son cosas que yo conozco o me rodean, pero no es que son cosas que a mí me pasaron ni nada de eso. Tengo mis neurosis y mis cosas, pero escribir no es algo que yo haga como catarsis. Mi mundo no es tan interesante. Lo que me pasa no es tan interesante como inventar o unir cosas que voy escuchando, que me van contando.
De algún modo es un collage también lo que hacés al escribir, ¿no?
Sí, seleccionar las palabras, las frases. Todo va quedando. Y tiene algo medio musical, también, porque cada oración se va acomodando de ese modo. Hay una musicalidad. Pero tampoco mezclo tanto la música con lo que escribo y con la plástica, hay otros artistas en los que sí es todo más mezclado: para mí una novela es una novela, un disco es un disco y una muestra es una muestra. Ahí no soy tan rupturista.
O por el contrario, sos como muchos artistas operando a la vez. Pero en el fondo están los mismos resortes, ¿o no?
Sí, en el fondo es todo lo mismo, incluso las obras plásticas siempre son textos, letritas que voy juntando, tienen algo así.
Y cuando escribís canciones, ¿cómo construís los discos? ¿Se parece a hacer novelas?
No es tan lineal, pero por ejemplo el último, Lechiguanas, sí tiene un imaginario, un tono y una producción que para mí lo vuelve como un libro, aunque sea un disco. Para ese disco tenía un montón de canciones y algunas no entraron, y ahora estoy juntando todo y lo voy a subir a Spotify: hay demos, grabaciones con otros, diferentes registros. Pero la selección para armar el disco sí fue como armar un universo; no una historia lineal pero sí tiene un clima, algo de lo que me doy cuenta viendo las canciones que quedaron afuera.
Desde la portada, ese disco tiene un imaginario más despojado, y a la vez más sofisticado quizás, ¿no?
Ese disco tiene algo del melodrama pero hay alegorías más metafísicas, y la producción es más barroca. No digo que sea una madurez, pero sí que no tiene tanta autoparodia como los otros, está en otro lado. Tiene otros vuelos.
Cuando arrancaste estabas en un grupo de artes visuales con otras personas, y una de ellas tenía una búsqueda más metafísica, Federico Aguirre: ¿creés que algunas cosas de esa experiencia compartida están resonando ahora? En entrevistas has referido tu interés por los arcanos, que también aparece en Un poquito tarada, por ejemplo.
Bueno, justamente el otro día volví a hablar con Federico. Cuando empecé a cantar me basé mucho en el arquetipo del bufón. Yo creo en esas cosas, en producir siendo consciente del lugar desde el que se lo hace, y en mi caso era el del bufón. Hay muchos que comparten ese mismo lugar de frontera: el mago, el artista, y otro que me encanta es el duende. Como Federico sabe mucho de misticismo hindú, quería que me contara de la figura de los duendes; lo entrevisté a él como me entrevistás vos, porque estoy con un proyecto al respecto. El duende es muy diferente al bufón: tiene algo muchísimo más impredecible, y es lo opuesto a la creación de la musa, del susurro, de la escucha a alguien que te va dictando. El duende es más del interior, lo que viene de la tierra, lo que sale de adentro y te atraviesa. Estoy muy interesado en eso.
En una entrevista te referías a Rosario Bléfari como duende, ¿por qué?
Sí, por el juego y por darle y quitarle valor a las cosas, descubrir nuevas asociaciones en las cosas para construir nuevas narrativas. Es como una actitud más de juego que va desconcertando mucho al que te va leyendo o escuchando. Vas todo el tiempo haciendo nuevos pactos con el que te va escuchando: siempre estás cambiando de lugar. En la cultura popular, si vos perdés las cosas es que el duende te las esconde, después te las da. El duende hace la trampa. Es muy diferente al bufón.
¿Te sentís más cerca de ese arquetipo en este momento?
Sí, me va interesando. Son cosas que uno habita y deshabita. En este disco está, también hay muchas alegorías no sé si esotéricas o hermetistas, porque a mí me gusta mucho la Cábala, todo ese tipo de saberes-otros, y queda un poco raro en una producción con bastante influencia del pop y del costumbrismo.
Bueno, ¡ahí está el duende!
Claro, que de repente va con eso y salta. Hay asociaciones con otro tipo de registro también.
Parecería ser que la base es una enorme libertad.
Y, eso es más filosófico: cómo hacés en tu vida para poder vivir tu voluntad, guiar tu voluntad y buscar esa libertad. Desde lo que decís hasta los lugares en que estás. Es un gran conflicto, con el que me ha ayudado mucho el psicoanálisis pero también un montón de locos, desde la filosofía o Crowley y todo eso, son intereses un poco más góticos pero que en realidad están siempre alrededor de esa libertad, de encontrar un lugar propio. Cómo hacer tu voluntad. Son cosas con las que convivís y te enseñan, y aparte tienen una poesía hermosa. A mí me gusta mucho la Cábala; no soy ni aprendiz ni nada, pero es un conocimiento que siempre me va a generar una nueva inquietud, más que darme una respuesta. Y siempre voy a estar aprendiendo, viendo cómo ordeno el caos. Me fascina, me gusta mucho leer eso. Siempre digo, en broma, que es como mi porno. Y a veces pienso que mi producción es muy difícil de explicar porque tiene escritura, plástica, música, no sé qué, pero hay una visión, que para mí viene de esa tradición, que es que es la de un camino de producción. Y ahí voy investigando cosas, y en verdad recién ahora digo: bueno, vamos a ver un poco para atrás, a ver qué pasó. Pero yo creo en eso. Creo en el camino del artista. Creo que hay una vida y uno va haciendo su producción, su obra; puede ser algo muy romántico, o como quieras llamarlo, pero para mí no hay otra. Por más que me haya formado en la posmodernidad, tengo ese tipo de visión más integral.
En la escritura, ¿has trabajado en colaboración con más autores?
Recién ahora, con esto de los duendes, pero todavía no sé a dónde va a llegar. En varias ferias del libro me he cruzado mucho con una escritora brasilera, que es bastante nómade, mucho más que yo, Maria Alzira Brum, que escribe en español. El año pasado vino y estuvimos un mes trabajando en eso, fue el primer intento que tuve de escribir algo a cuatro manos. Ella tiene una manera de escribir totalmente diferente a la mía, porque va abriendo puertas todo el tiempo. Me encanta cómo escribe, César Aira también, esa gente que se lanza a un abismo, va abriendo puertas y cosas y en el momento va resolviendo. Eso yo no lo puedo hacer, a no ser en compañía de alguien que haga eso. Con ella siento que tuve una especie de taller para salir de mi estructura, de buscar la historia. Necesito siempre encontrar nuevos caminos, no voy a estar todo el tiempo haciendo lo mismo. Me gusta el encuentro con otros artistas, sobre todo con los que tienen otra manera de producir, y voy aprendiendo de todo eso. En música sí tengo más experiencias de colaboración, pero en escritura es la única.
¿En qué componés? ¿En guitarra?
No. Sólo hago las letras y las melodías, la voz la voy cantando. Después alguien lo baja todo eso. Yo no toco instrumentos.
¿Preferirías, si pudieses elegir, sólo ser escritor o sólo ser músico o sólo artista?
Creo que es una fantasía, ahora. Preferiría porque no estaría con la cabeza tan a mil, pero también ya sé que es mi manera de crear. Y también sé que hay mucha gente que crea así. No entiendo cómo antes no lo podía ver, porque todos mis referentes eran así, desde Yoko Ono hasta Boom Boom Kid.