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Cartas después de Benjamin

Scholem

Carta de Adorno a Scholem

Una de las piezas que componen la correspondencia entre T.W. Adorno y Gershom Scholem (Eterna Cadencia Editora), de 1949. "Innumerables veces estuve a punto de escribirle, y cada una de estas veces me eché atrás, amedrentado".

T.W. Adorno

803 Yale Str. (nueva dirección)    

9 de mayo de 1949 Santa Monica, Calif.

 

Querido Sr. Scholem:

Tengo su dirección gracias a Leo Löwenthal.(1) También por él me enteré de que usted se ha quejado amargamente de mí, y lo ha hecho con la mayor de las razones. El hecho de que le escriba hoy tiene ante todo la finalidad de pedirle encarecidamente perdón. No puedo excusar mi silencio,(2) pero al menos quizás hasta cierta medida pueda explicarlo. No se trata meramente de la carga de trabajo de los últimos años, que sin lugar a dudas fue extraordinaria. Porque, al igual que Horkheimer, todo lo teórico que escribí lo logré imponiéndome por encima de un montón de asuntos de investigación empírica y tareas administrativas tales como la dirección del muy ampuloso proyecto de Berkeley,(3) aquejado además de cuando en cuando por serios problemas de salud como la diabetes, sumado a una cuestión coronaria. Pero el verdadero motivo probablemente sea que, una vez que había dejado pasar el momento oportuno de contestarle minuciosamente una carta importante y sustanciosa, el correspondiente sentimiento de culpa refrenaba todo intento de retomar el contacto. Innumerables veces estuve a punto de escribirle, y cada una de estas veces me eché atrás, amedrentado. Es probable que en lo más profundo esto tenga que ver con el shock aún no superado que me causó la muerte de Benjamin; al menos, mis relaciones con las pocas personas que estuvieron cerca de él se vieron como paralizadas durante estos años.

¿Hay alguna posibilidad de que usted venga para acá? Durante los próximos meses está mucho más agradable acá que en Nueva York, y estimo que un encuentro sería realmente fructífero… al menos para mí. Habría infinitas cosas de que conversar, principalmente por su libro, acerca del que nunca le escribí pero que siempre volví a leer y probablemente sin arrogancia pueda permitirme decir que me lo he apropiado tan a fondo como puede hacerlo alguien que no sabe hebreo. En cuanto al contenido, lo que más me conmovió fue el capítulo sobre la mística luriana,(4) cuyos conceptos básicos me parecen infinitamente productivos. Tantas cosas tendría para preguntarle al respecto, principalmente también por los trasfondos especulativos de la teología desarrollada por usted y la relación de esta con Benjamin.

Las cuestiones relacionadas con el legado de Benjamin urgen en igual medida. A comienzos del año pasado, finalmente, conseguí el material sobre los pasajes que estaba escondido en la Bibliothèque Nationale.(5) Durante el último verano lo estuve estudiando con extrema minuciosidad y se fueron dando problemas que necesito discutir con usted. Hoy, al menos, quiero bosquejarlos. Lo que más me preocupa es el extraordinario retroceso de elaboración de reflexiones teóricas frente al inmenso tesoro de extractos. Esto se explica en parte con una idea formulada explícitamente en un párrafo (que a mí me resulta problemática) de meramente “montar” el trabajo, es decir, ensamblar las citas de modo tal que la teoría salte a la vista sin que sea necesario añadirla en forma de interpretación. En el caso de que esto efectivamente hubiera sido posible, solo Benjamin mismo habría estado en condiciones de lograrlo, pero yo, desde luego, en ese sentido soy fiel al punto de vista de la fenomenología del espíritu de Hegel: que el movimiento del concepto, de la cosa [Sache] misma, es a la vez también el movimiento pensante explícito del sujeto que contempla. Lo único que podría refutar esta concepción sería la autoridad de los textos sagrados, pero precisamente la idea de estos es lo que el trabajo de los Pasajes evitó. Si, como yo quisiera, no se toma el plan de montaje tan à la lettre, es probable que innumerables citas hayan despertado reflexiones en Benjamin, pero que él no las haya puesto por escrito, del mismo modo que por ejemplo un compositor al apuntar una idea no deja constancia de la instrumentación, porque la tiene presente por el timbre. El material teórico que quedó registrado en los convolutos pasó a integrar en su mayor parte el Baudelaire o las tesis sobre filosofía de la historia.

Otra dificultad consiste en que, si bien hay un plan general de trabajo(6) y una cuidadosa distribución del material siguiendo palabras clave,(7) no hay nada que pueda ser considerado un esquema realmente desarrollado que permitiera elaborar la construcción al menos medianamente tal como él se lo imaginó. Por otro lado, la publicación desorganizada del material no sería de ninguna utilidad, porque así como está no salta a la vista la intención. Así que quisiera pensar detenidamente con usted qué hacer si queremos conservar la más estricta fidelidad a la causa y a la vez presentar algo razonable.

Permítame, ya para terminar, agregar que estamos muy bien. ¿Ha recibido la Dialéctica de la Ilustración que escribimos Horkheimer y yo?(8) Si no la recibió, se la envío con gusto. Está por aparecer un nuevo libro mío, más breve, pero muy sustancioso, titulado Filosofía de la nueva música,(9) en la editorial Mohr de Tubinga. Me gustaría mucho que leyera el manuscrito de mi extenso tomo inédito de aforismos Minima Moralia.(10) Seguro que ya sabe que las investigaciones del instituto sobre antisemitismo están por ser publicadas por Harper. También entre ellas es probable que encuentre algunas cosas.

Vuelvo a rogarle que no me pague con la misma moneda y que pronto me lleguen noticias suyas.

Cordialmente  

suyo,  

[Adorno]

Fuente O: (Cc) Mg; Theodor W. Adorno Archiv, Frankfurt.

P: Adorno-Blätter V, pp. 157-159.

 

 

(1) El sociólogo de la literatura Leo Löwenthal (1900-1993) fue miebro del Instituto de Investigación Social en Frankfurt y luego en Nueva York. Desde 1949 fue director del departamento de investigación de la emisora de radio Voice of America, desde 1956 profesor de Sociología en la University of California, Berkeley. En Frankfurt, Löwenthal formó parte del entorno del Instituto Libre de Enseñanza Judía fundado por Franz Rosenzweig, donde había conocido a Scholem.

(2) Adorno no contestó las últimas cuatro cartas de Scholem. En una carta del 6 de agosto de 1945 Scholem escribe a Hannah Arendt: “He recibido el número de Benjamin del Instituto hace 4 semanas con una dedicatoria lacónica de Wiesengrund y también se agradezco mucho a usted, a cuyos esfuerzos debo atribuirlo. De Wiesengrund hace años que no escucho nada, y no sé por qué. Al principio eran votos de amistad sin fin, después, de pronto, un gran vacío” (Arendt/Scholem, Der Briefwechsel [La correspondencia], p. 72).

(3) Cuando Horkheimer se convirtió en 1945 en director del departamento de investigación del American Jewish Committee en Nueva York, el Instituto de Investigación Social comenzó a trabajar en conjunto con el Berkeley Public Opinion Study Group, un grupo de académicos de la University of California, Berkeley, en un proyecto de investigación sobre antisemitismo en los EE.UU. Los resultados de la investigación se publicaron en una serie de escritos con el título Studies in Prejudice, editados por Max Horkheimer y Samuel H. Flowerman. El primer volumen, The Authoritarian Personality, de T. W. Adorno, Else Frenkel Brunswik, Daniel J. Levinson y R. Nevitt Sanford, apareció en 1950 en Harper & Brothers en Nueva York.

(4) Con el título “Isaac Luria and His School“, la séptima lección trata la mística luriana en Safed del siglo xvi (cfr. el séptimo capítulo “Isaak Luria und seine Schule” [Isaac Luria y su escuela] en: Scholem, Die jüdische Mystik in ihren Hauptströmungen [Las grandes tendencias de la mística judía], pp. 267-314). Los conceptos fundamentales de la mística luriana, tal como las presenta Scholem en su libro, son zimzum ( , la autolimitación de Dios, que según Scholem es una metáfora del exilio), shevira o shvirat ha-kelim ( , la ruptura de las vasijas de los sefiroth, donde debía conservarse la luz divina) y ticun (reparación, restablecimiento, según Scholem una metáfora de la redención). Probablemente se encuentre un eco de esto en el último aforismo de Minima Moralia “Para terminar”: “El único modo que aún le queda a la filosofía de responsabilizarse a la vista de la desesperación es intentar ver las cosas tal como aparecen desde la perspectiva de la redención. […] Es preciso fijar perspectivas en las que el mundo aparezca trastocado, enajenado, mostrando sus grietas y desgarros, menesteroso y deforme en el grado en que aparece bajo la luz mesiánica” (GS 4, p. 283, [trad. de Joaquín Chamorro Mielke, Madrid, Santillana, 1987, p. 250]).

(6) Georges Bataille, que había escondido los manuscritos de Benjamin durante la guerra en la Bibliothéque Nationale, se los dio en 1945 al escritor Pierre Missac, amigo de Benjamin, que se los hizo llegar a Adorno a Nueva York por medio de la esposa de un empleado de la embajada de los EE.UU. en París (cfr. también GS I∙2, p. 759).

(7) Se refiere al exposé “París, capital del siglo xix”, en GS V∙1, pp. 45-59. 105 Benjamin para las “Anotaciones y materiales” (cfr. GS V∙1, pp. 79654 y V∙2, pp. 655-989) proyectó titulillos en un panorama general (ibíd., pp. 81-82).

(8) La Dialéctica de la Ilustración de Horkheimer y Adorno apareció en 1947 en la editorial Querido, Ámsterdam. Un ejemplar de la primera edición de la Dialéctica de la Ilustración se encuentra en la biblioteca del legado de Scholem y contiene numerosas anotaciones críticas marginales en letra de Scholem. 107 Véase carta nº 10. 108 Los Minima Moralia. Reflexiones desde la vida dañada de Adorno se publicaron primero en 1951 en la editorial Suhrkamp, Frankfurt. Un ejemplar de la primera edición de Minima Moralia se encuentra en la biblioteca del legado de Scholem; no se conserva allí un manuscrito.

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