Alejandra López: "Busco que cada foto cuente algo"
Fotógrafa y retratista de escritores
Viernes 15 de febrero de 2019
Estudió Letras, pero cuando conoció la fotografía sintió el rayo de lo definitivo: es la fotógrafa que más escritores argentinos ha retratado, con tomas inolvidables de autores como Hebe Uhart, David Viñas, Juana Bignozzi, Ricardo Piglia, Fogwill o Alberto Laiseca. "Afortunadamente la literatura argentina no para de producir nunca, ni en las peores crisis", dice.
Por Valeria Tentoni.
Nacida en Buenos Aires, Alejandra López hizo casi toda la carrera de Letras y un Traductorado de Francés antes de dedicarse a la fotografía. Empezó a trabajar profesionalmente en 1990, en la revista El Porteño, a la que le siguieron trabajos en Claudia, Panorama y Elle, o la revista Viva del diario Clarín. Su primera muestra individual llegó en 2001, en el Espacio Fotográfico del Teatro de la Ribera con curaduría de Juan Travnik.
Desde hace varios años fotos, López es la marca de luz por la que pasa buena parte de la literatura argentina: cruzando su impulso original con la cámara de fotos, se dedica al retrato para editoriales como Penguin Random House y Planeta. De esa experiencia surgió su libro Primera Persona (Editorial Norma).
Sos fotógrafa, pero comenzaste estudiando Letras, ¿qué te acercó a esa carrera y qué te alejó?
Me inscribí en Letras de manera un poco ingenua, porque me encantaba leer y porque me fascinaban todas las cuestiones relacionadas con el lenguaje. De hecho mis materias preferidas tenían que ver con Lingüística. Yo había hecho un traductorado de francés en simultáneo y todo lo relativo a la traducción me apasionaba también. Todavía hoy tengo debilidad por las cuestiones relacionadas con la lengua, su funcionamiento, la lengua extranjera, la traducción.
¿Cómo había comenzado tu vínculo con los libros? ¿Cuáles fueron tus primeras lecturas marcantes?
No tengo un recuerdo muy claro, tengo la sensación de haber leído desde muy muy chica. En mi casa había mucha biblioteca por todos lados, mis padres no habían podido estudiar (típicos hijos de inmigrantes muy humildes) y tenían una “voracidad cultural” tremenda, leían mucho, veían mucho cine, iban al teatro. Desde muy chiquita siempre me compraron libros. Y yo leía todo el tiempo, cualquier cosa, lo que iba sacando de los estantes, desde Giovanni Guareschi hasta Zola pasando por García Márquez. Me gustaba muchísimo leer cuentos. Y leía historietas también, un formato que adoro.
¿Escribías? ¿Escribís?
No, para nada. Jamás se me ocurrió ni me interesó.
¿Cuándo pasaste a la cámara de fotos?
Mientras estudiaba Letras comencé a hacer fotos como hobby, aprendí a revelar, a copiar. Y fue como un rayo, me volví loca y sentí que era eso lo que quería hacer todo el tiempo.
¿Cuáles son tus fotógrafos más queridos? ¿De qué obras sentís que aprendiste?
Bueno, por suerte en Argentina el retrato es uno de los géneros con más linaje, desde el comienzo de la fotografía hubo grandes retratistas, así que eso te permite tener una tradición en la cual hacer pie. Voy a decir una obviedad, pero sin Sara Facio y Annemarie Heinrich no podés pensar en hacer retratos en este país. Pero hay muchos más, como Juan Travnik que es extraordinario por ejemplo, y en las generaciones más jóvenes también, como Alessandra Sanguinetti, dueña de una sensibilidad única. Y aprendí mucho de los primeros retratistas, de la década del 30 y 40, como Horst P. Horst cuestiones de técnica, estudié bastante cómo iluminaban, eso me ayudó mucho a la hora de pensar la luz. A nivel internacional, los que son obligatorios Penn y Avedon, otra obviedad, porque son los que revolucionaron el retrato, lo simplificaron y lo volvieron contemporáneo. Me fascina el trabajo de Chambí también, me emociona mucho. Me gusta muchísimo Guy Bourdin, que se dedicaba a la moda. Y después por una cuestión de trabajo algunos fotógrafos que trabajan en medios gráficos y se dedican al “retrato de celebridades”, me interesan también: Mark Seliger, Annie Leibovitz, Martin Schoeller, Patrick Swirc.
¿Cómo comenzaste a retratar escritores y escritoras? ¿Recordás los primeros retratos?
En principio comencé porque los libros me parecían un destino perfecto para las fotos, pero también por afinidad con la gente. Desde que entré a Letras me sentía cómoda con todo el mundo relacionado con la literatura, lo sentía mi ámbito natural. Así que me fui a una librería, me fijé cuál era la editorial que editaba más escritores argentinos vivos y descubrí que en ese momento era Planeta. Y ahí me fui a dejarles un portfolio. Empecé haciendo fotos de prensa, coberturas de presentaciones, hasta que por fin Juan Forn me encargó mi primera solapa, que fue la de Horacio Verbitsky para Robo para la corona, experiencia inolvidable, por ser la primera y por lo que disfruté de la sesión: mérito en principio del fotografiado, pero también de mi alegría de debutante. Y ahí empecé a hacer fotos de todo tipo, para tapas, para solapas, para prensa. Entre mis primeros retratos están los que hice para el libro Primera Persona, con Graciela Speranza: Viñas, Piglia, Rivera, Fogwill, Kociancich, Cohen, Laiseca, Gandolfo. Pero también en esa época fotografié a Matilde Sánchez, a Alicia Steimberg, muchos más. Tengo un archivo enorme ahora, pero me siguen faltando, por supuesto, afortunadamente la literatura argentina no para de producir nunca, ni en las peores crisis.
¿Cuáles podrías decir que son las particularidades de ese trabajo de retrato de escritores?
No sé si hay una particularidad, porque son personas muy diferentes entre sí. Hay un rasgo común y es la incomodidad, por supuesto. ¡Alguien que escribe no la pasa bien en una sesión de fotos! Ahora bien, dicho todo esto, debo decir que, en general, mi experiencia con los escritores argentinos es que siempre tienen una increíble buena disposición. Para mí es muy importante que la sesión de fotos sea un momento grato para ambos y, en su mayoría, hay algo de sufrida entrega y un toque de humor de parte de ellos, que yo agradezco enormemente. La foto es un mal necesario.
¿Cómo te preparás para fotografiarlos? ¿Los leés?
Me preparo como para cualquier retrato, trato de tener toda la información posible del fotografiado antes y tengo una idea fuerte de cómo lo voy a resolver estéticamente. Luego se trata de seguir mi guión pero estar abierta a lo que pueda suceder de improviso, a lo que aparezca. Esa es la combinación perfecta para el retrato en mi criterio: tener todo pensado de antemano pero abrirse a lo que suceda. En general, leo bastante literatura argentina y casi siempre he leído a los escritores que fotografío pero no es que los leo especialmente antes de la foto.
¿Cómo definirías al arte del retrato?
Creo que es un género apasionante, es el que menos ha cambiado desde que existe (antes de la fotografía, incluso, en la pintura) y, a pesar de eso, sigue siendo un enigma. El cuerpo humano, los rostros, son lugares de exploración extraordinarios. No hay mejor paisaje, ni más rico. No me animo a definirlo pero sí sé cómo lo encaro yo al menos. Voy a la foto a buscar, siempre para mí un retrato es un desafío para buscar la belleza y también es un encuentro con otra persona, el retrato es el género por excelencia donde la colaboración (o la falta de ella) entre objeto y fotógrafo definen el resultado. Busco que cada foto cuente algo de esa persona, algo especial, que la "narre" de alguna manera, que la "cuente".