Doscientos años de soledad
Sobre Variaciones postales, de Kazimierz Brandys
Viernes 04 de agosto de 2017
Un padre le escribe una carta a su hijo. El hijo le responde. Años después, el hijo se convierte en padre y le escribe una carta a su hijo, y así siguiendo. La idea parece y es simple. Una lectura del primer y extraordinario libro del escritor polaco que traduce en Argentina Adriana Hidalgo.
Por Valeria Tentoni.
Un padre le escribe una carta a su hijo. El hijo le responde. Años después, el hijo se convierte en padre y le escribe una carta a su hijo. El hijo, mucho antes de convertirse en padre y escribirle una carta a su propio hijo, le responde. Y así siguiendo, en una línea caracol de descendientes de apellido Zabierski que habitan en Europa del Este desde fines del Siglo XVII hasta fines del Siglo XX. La idea de Variaciones postales parece y es simple, sí. Pero también son simples las piedras, encerrando milenios con su silencio inmóvil.
Las cartas que componen este ejemplar –privadísimas y enardecidas, llenas de consejos, confesiones, anécdotas y rogativas– van y vienen exactamente entre 1770 y 1970. Como todo padre, los padres del libro parecen haber olvidado que antes fueron hijos: pasan la treintena y su tono es el de una madurez poco menos que aterrada por su propio y ya breve destino, y por el destino de su prole. “¡Toma la pluma, contesta stante pede! Delante de mí un puñadito de tiempo”, reclaman.
A la vez que persiguen el paradero de su linaje, los Zabierski también se preocupan por la cristalización de su biografía en la memoria de quienes van a sucederlos. Son hombres que sufren de “incomodidad del corazón” y, atormentados por secretos que han decidido conservar durante años, los expulsan de su conciencia con arrebatos de tinta.
Las intimidades se apelotonan en esos renglones que recorrerán kilómetros y kilómetros hasta conseguirse lectores. Uno cuenta, por caso, que llegó a comerse su propia pierna. Otro, que después de caer prisionero en guerra escapó junto a una mona a la que tuvo que recurrir en busca de afecto durante el cautiverio que compartieron. Otro asegura que vio sangre sagrada brotando de una pared. Ninguna de las desgracias en las que caen los Zabierski es pequeña, y cada una de las cartas refleja algún designio por lo menos extravagante: “No sucede aquello por lo que el hombre tiembla; sucede otra cosa, sobre la cual su temor nada sabía”. Como los Buendía de Gabriel García Márquez, ellos también corren el riesgo de una cola de chancho: la locura, esa gracia vulcánica con la que algunos combaten el aburrimiento.
El resultado es un libro alucinante. Y es que, ¿hay ficción más grande que la narración de la propia vida? “Mamá diría: cuídate”, se despide el último de los padres de la serie. Pero antes de firmar también estampa una línea de su propia cosecha: “Vive según tus deseos”.
Publicado hace semanas por Adriana Hidalgo editora, con traducción de Bárbara Gill, Variaciones postales vio la luz por primera vez en Polonia en 1972. Nacido en Lodz, en 1916, hijo de banquero y una ama de casa, Kazimierz Brandys estudió Derecho en la Universidad de Varsovia y consiguió graduarse justo antes de que comenzara la Segunda Guerra Mundial. Durante la ocupación alemana, Brandys tuvo que esconderse para huir de una muerte segura, y terminó sus días exiliado en París.
Antes, pero, trabajó en revistas y editoriales. En 1945 entró como editor del semanario literario marxista Kuźnica (“La Fragua”), que había sido fundado por el poeta Adán Ważyk. Un año más tarde, Brandys publicó su primera novela, Drewniany koń (El caballo de madera), en la temática del terrorismo nazi.
Según se informa en el obituario que el New York Times publicó cuando falleció a sus 83 años, Brandys se afilió al Partido Comunista después de la guerra y su novela La ciudad rebelde fue reconocida con el premio literario nacional más alto. En 1966, después de que el partido expulsara a uno de sus amigos –el filósofo disidente Leszek Kolakowski– se alejó también él. Sin embargo, la Enciclopedia Británica ubica el comienzo de sus desilusiones un poco antes, en 1950, con sus novelas Obrona Grenady (Defensa de Granada) y Mother Królów (Madre de reyes). La progresión llevó al escritor hasta Nierzeczywistość, una obra abiertamente crítica del comunismo, después de la cual le prohibieron publicar en Polonia. Brandys comenzó entonces a escribir en la revista literaria “Zapis”, donde se daban cita los escritores disidentes. Luego de eso, y ya en París, trabajó como profesor dando clases en la Sorbona.
¿Pero quién es Kazimierz Brandys en el universo de los libros, después de todo? ¿Por qué, si como dicen en la contratapa sus editores es un clásico contemporáneo que ha sido traducido a varias lenguas, no habíamos oído nada de él todavía? Variaciones postales es, de hecho, su primera novela traducida al castellano que se mueve en Argentina. En nuestra lengua, antes, Sergio Pitol había trabajado Cartas a la señora Z, Rondó, y Madre de reyes, en México, para la colección de la editorial de la Universidad Veracruzana que lleva su nombre y lo homenajea como traductor. Esos libros probablemente no hayan llegado nunca hasta aquí.
Si al bueno de Brandys se lo googlea, el tercer resultado después de las entradas de Wikipedia viene de una página que se llama “Escritores que nadie lee”. Pues bien, parece que es hora de leerlo.