"Lo que habitualmente llamamos autobiográfico es pura ficción"
Eugenia Almeida
Viernes 29 de noviembre de 2019
"Escribir es una vía posible para sentir algo", dice la poeta y narradora cordobesa sobre su nuevo libro, Inundación. "A veces la escritura no es un a posteriori sino un a priori, una condición necesaria para sentir, para descubrir lo que no hubiéramos visto si no hubiéramos escrito".
Por Valeria Tentoni. Foto de Philippe Matsas.
"Comenzar a escribir tiene que ver con el deseo. Continuar escribiendo, no", escribió Eugenia Almeida en Inundación. El lenguaje del que estamos hechos, novedad que acaba de publicar Ediciones DocumentA/Escénicas en su colección "Escribir". Nacida en Córdoba en 1972, es licenciada en Comunicación Social pero trabajó de muchas cosas antes de coordinar talleres de lectura y clínicas de escritura y de desempeñarse en periodismo cultural: como lavacopas, moza, personal de limpieza, cadete, secretaria, vendedora, artista callejera, profesora particular y recepcionista. "A cada uno de esos trabajos fui con mi equipo de supervivencia: una lapicera y un cuaderno. Esas herramientas, hoy, son parte cotidiana de mi trabajo".
Tres novelas y un libro de poesía había en el acervo Almeida antes de que apareciera este tomo autobiográfico alrededor de la escritura y la lectura: El colectivo, La pieza del fondo (que la consagraron internacionalmente con premios y traduciones) y La tensión del umbral, además de La boca de tormenta, de poesía. Enviamos algunas preguntas por correo electrónico a propósito de Inundación:
"Hay que sentir las cosas para poder verlas", escribías en tu libro La boca de la tormenta. En Inundación parecería que la línea continuaría con un "hay que sentir las cosas para poder escribirlas", ¿estás de acuerdo?
La escritura, creo, es un paso enlazado a la experiencia. A la experiencia real o a la posible. La ficción tiene eso: su hueso está formado de la experiencia potenciada o en potencia. Seguramente se puede escribir sin sentir, como se puede hacer todo sin sentir. Pero ¿qué es eso? ¿Eco de qué? Yo busco la experiencia. Y entonces hago. Parte de ese hacer es escribir. Una parte muy singular porque lo que hace es multiplicar la experiencia. También creo que escribir es una vía posible para sentir algo. A veces la escritura no es un a posteriori sino un a priori, una condición necesaria para sentir, para descubrir lo que no hubiéramos visto si no hubiéramos escrito.
En El colectivo ya leíamos "pasan minutos largos como el agua". ¿Cómo se vinculan tu escritura y lo acuoso?
El agua es algo que me deslumbra. Cada elemento tiene algo que me atrae pero el agua aparece siempre. Es capaz de tomar cualquier forma. No se detiene. Irrumpe. Mantiene su identidad, sea una gota o el océano. Creo que algo de eso también podría servir para definir el acto de escribir. Las mareas, lo que parece inamovible, lo que cambia todo el tiempo. En lo personal, la vida sería perfecta si pudiera vivir en el agua. Donde no hay peso, donde todo movimiento está cargado de suavidad, donde hay cierta sordera. O cierta capacidad de oír otras cosas. Hay un texto precioso de Ponge sobre el agua. Siempre vuelvo ahí. Y cada vez que lo leo siento que algo que se me escapa. Y que quizás pueda encontrarlo en la próxima lectura.
¿Cómo fue escrito Inundación y con qué dificultades te topaste?
El libro surgió como una invitación de Gabriela Halac, de DocumentA/Escénicas. Gabriela es una gran amiga y toda invitación que viene de ella para mí es una fiesta y un desafío. La boca de la tormenta también surgió así. De una tarde de sol en la terraza preguntándonos qué podíamos hacer juntas. El libro presuponía un cierto territorio porque forma parte de la colección "Escribir" y eso reclamaba ciertas características. Lo fui escribiendo como un juego, serio, profundamente serio, pero juego al fin. Ojalá siempre pudiera escribir así. Quizás lo más difícil fue buscar un registro que tuviera otra relación con la ficción. He escrito novelas, cuentos y poemas. Todos tienen una relación transparente con la ficción. Aquí se trataba de otra cosa. Sin embargo, lo que habitualmente llamamos autobiográfico es pura ficción. Quizás la más refinada porque juega con elementos que parecen reales. No lo son. Nada de lo que nos decimos del mundo, de los otros o de nosotros mismos tienen estatuto de realidad. Todo es ficción. Todo es una narración que hacemos sobre las cosas. Cuando encontré ese registro, pude jugar un poco más.
El libro está en algunas secciones construido a partir de definiciones, de afirmaciones ("El lenguaje es una religión", "La paradoja es una herramienta de disolución de la ceguera", "Todo es relato"), de incursiones aforísticas: ¿por qué creés que echaste mano a estos recursos?
Es cierto que Inundación juega con estructuras discursivas cercanas a la afirmación de una certeza. Pero si uno lo mira desde ahí, el libro está plagado de contradicciones. Y de eso se trata. De decirse y desdecirse. De buscar en la afirmación y en algo que niegue esa afirmación una especie de refucilo que ilumine, por un segundo, lo que no puede ponerse en palabras. En ese sentido, sí, es un cuaderno de notas. Y más que de notas, diría que es un cuaderno de ejercicios. Quizás ahí esté lo más autobiográfico. No en lo que digo, en el contenido, si no en el movimiento que hago para decir. En todo caso, nunca se trata de lecciones a no olvidar sino más bien lo contrario: un dibujo al que luego habrá que desdibujar para hacer otra cosa. Como un trabalenguas: la única certeza es que no hay certezas posibles.
En el libro hay un pasaje dedicado exclusivamente a listar autoras mujeres, o te dedicás por caso a internarte brevemente en la vida y obra de Irene Némirovsky. Más allá del sentido de justicia, ¿qué es lo que te atrae de la escritura de otras mujeres?
La lista de escritoras fue hecha sin pensar, como una asociación libre de nombres que se me veían a la mente. De hecho, hay muchísimas escritoras que lamento no haber mencionado. Pero el juego era ese. Improvisar. Un poco como una respuesta a tantas situaciones en las que escucho que las mujeres no tienen un lugar destacado en la literatura. Es una locura y una necedad decir eso. Pero lamentablemente lo oímos una y otra vez. Como trabajo recomendando libros, muchas veces me piden nombres de escritoras. Como si no estuvieran ahí, a la vista. Lo hice más como un gesto que como una lista. Un gesto un poco cargado de fastidio por la ceguera voluntaria que muchos parecen tener. ¿Qué es lo que me atrae de estas escritoras y de muchas que no nombré allí? Como toda experiencia, no se puede transmitir. Sólo se puede sugerir a los demás que se asomen a esa experiencia. Esa fue mi intención: que cada quien descubra un nombre que quizás no tenía presente y busque una nueva lectura.
"Mi refugio es la escritura. (...) La soledad preciosa de la escritura": ¿Cómo pensás el vínculo entre escritura y soledad?
La escritura y la soledad tienen una relación singular. Es indispensable la soledad para escribir pero uno termina haciendo un gesto que tiende hacia un otro (un otro que puede ser uno mismo, claro). No tuve necesidad de desarrollar una cierta soledad para escribir. Desde que tengo memoria, la soledad es mi paisaje. La disfruto mucho. La protejo. Estoy bien en soledad. En nuestra cultura se opone el estar solo a el estar con otros. No creo en eso. Son dos movimientos complementarios. Pero supongo que cada persona tiene sus propias inclinaciones. Yo podría vivir en el medio de la montaña, lejos de todo y creo que sería feliz. De a épocas he vivido así. Quienes me quieren saben convivir bien con mi carácter ermitaño. Conseguir momentos para escribir no se relaciona tanto con la soledad sino con el tiempo. Con el excesivo uso del tiempo que hay que hacer para sobrevivir económicamente. Mi pelea es esa: cómo conseguir más tiempo para escribir. Hay quien trabaja para comprar viajes, ropa, teléfonos, una casa. Yo trabajo para comprar tiempo. Tiempo para escribir: tiempo de felicidad, una especie de tiempo multiplicado.
Además de brevísimos perfiles de escritores, hay un trabajo delicado y abundante con citas, subrayados de tus lecturas. ¿Qué de tu escritura y cómo está hecho de la de otros y otras?
Creo que todos estamos hechos un poco de los otros, marcados, tocados, cincelados por los otros. Me sería imposible decir hasta qué punto eso juega en mi escritura. Lo que sí puedo decir es que nunca escondo esas lecturas. Las transparento, trato de compartirlas. De las cosas que me han dicho algunos lectores de "Inundación", lo que más me ha conmovido es que el libro haya provocado nuevas lecturas, que haya dado ganas de leer otros libros. Que se haya producido una red que, en cada uno, va hacia distintas direcciones.
¿Qué importancia tiene la lectura para vos y cuándo lo advertiste?
La lectura para mí es fundamental. En sentido literal: es donde encuentro fundamentos para estar en el mundo. Sostén. Reparo. Es lo que más me gusta hacer. Creo que estuvo ahí desde siempre. Incluso en lo que me leían antes de que pudiera leer sola. Creo que es lo único en lo que no he cambiado nada. Siempre entre libros. Siempre buscando y encontrado ahí algo que multiplica la experiencia. Diría que los libros son mi juguete. O el juguete que más me gusta.
Desde el arranque, el suicidio es una presencia intermitente del libro. Hay hacia el final una escena de Simone Weil negándose a comer en el hospital, y una idea que también aparece y se sugiere en varias oportunidades: la de la escritura como algo que se realiza hasta sus últimas consecuencias, "hasta el último gesto", ¿no? Y también la idea de que el ser y el escribir son lo mismo ("escribir lo que se hace", lo que se ve, lo que se busca). ¿Cómo pensar esto de la escritura hasta sus últimas consecuencias?
Creo que ese "hasta las últimas consecuencias" es mi modo de ver las cosas. No se trata sólo de la escritura. "Vivir intensamente", como decía la canción. Lo que sea, que sea. Sin medias tintas. Muchas veces se contrapone la escritura o la lectura a "la vida". Yo no entiendo eso. Para mí unas forman parte de la otra, potenciándola. Pocas veces me he sentido más viva que escribiendo o leyendo algo. Hay algo extraño que sucede ahí, no sé cómo explicarlo. Una sensación que no se replica en otras cosas.
En Inundación hay un apartado en el que se cuenta cómo nació El colectivo, cómo se publicó. Hay otro tema que ya estaba allí y regresa: la muerte. En La tensión del umbral también se incluye un suicidio. ¿Por qué creés que regresa a tu literatura, o que lo vas a buscar como tema?
Más que la muerte lo que reaparece (también en La pieza del fondo y en La boca de la tormenta) es el suicidio. Es un tema nodal para mí. Mi escritura merodea ese gesto en busca de algo que sé que no va ser respondido pero que necesita ser preguntado. Es inevitable para mí que exista un trazo de la escritura que traiga eso. No es deliberado pero ahí está. Y, sin embargo, aunque parezca paradójico no se trata de la muerte en sí. Se trata del suicidio. Un gesto que uno hace en vida. Me pregunto por el momento exacto anterior al final. No por el final en sí. Todos vamos a morir. Eso nos iguala. Pero ¿cómo es el minuto previo, el antes de un gesto que sirve para quitarse la propia vida? En Inundación hablo de las cartas de los suicidas. Eso. Alguien que, antes de morir, hace un gesto que tiende a los otros. Todavía tiene la voluntad suficiente como para tener fe en el lenguaje y dirigirse a otros.