El producto fue agregado correctamente
Blog > Columnas > Épica del hombre común
Columnas

Épica del hombre común

Lectura de Stoner

"Una novela sobre la vida de un profesor universitario promete muy poco. O mejor: promete una buena dosis de aburrimiento seguida por una buena dosis de snobismo. En ninguna de las dos cae ésta", avanza Lamberti sobre la novela de John Williams (Fiordo).

Por Luciano Lamberti.

¿Hace cuánto que no lloro leyendo una novela? Mucho, y no es exclusivamente por mi culpa. Lloro siempre con esa escena de The Kid donde Chaplin lucha con los empleados del orfanato que quieren llevarse a su hijo adoptivo. Soy una princesa, lo sé, pero es inevitable. Incluso cuando se las pasaba a mis alumnos de la secundaria lloraba a escondidas. Pero con las novelas las cosas son mucho más difíciles: tienen que darse una serie de elementos para que uno pueda abandonarse de esa forma como lector. Lloré con Stoner, de John Williams, publicada por Fiordo (y traducida una vez más y genialmente por Carlos Gardini, cuyas traducciones me persiguen a todas partes), y creo que en caso de una relectura (que emprenderé pronto) volvería a llorar. No por, sino a pesar de los elogios que se acumulan en la contratapa, en la tapa, en la primera página, dictaminados por Vila–Matas, Fresán y Easton Ellis entre otros, es una grandísima novela. Junto con Sueño de trenes, de Denis Johnson, son mis dos libros de este año: ambos narran biografías de un modo conmovedor sin ser cursis ni contar con golpes de efecto. 

Es poco lo que se sabe de John Williams, acentuado por el hecho de que sus libros no están traducidos y no tienen la atención que se merecen. Nació en la década del 20, sirvió a las órdenes del ejército en la India y Birmania, ejerció como docente en la Universidad de Misuri. Quizás fue esta experiencia la que le dio el principal material para su novela. 

La historia de Stoner es la de un hijo de granjeros que, dentro de sus escasos recursos, es enviado a la universidad para estudiar agronomía y mejorar el rendimiento de la granja. En el medio, Stoner se enamora de la literatura y su enseñanza, y abandona agronomía para dedicarse a esa pasión novedosa e irresistible. 

Una novela sobre la vida de un profesor universitario promete muy poco. O mejor: promete una buena dosis de aburrimiento seguida por una buena dosis de snobismo. En ninguna de las dos cae ésta, y eso por varias razones, pero sobre todo por la forma en la que logra narrar la épica del hombre común (de sus sentimientos, de sus pequeñas esperanzas y de sus grandes frustraciones) con empatía, ternura y amabilidad. Hay ciertos autores de cuyo nombre no quiero acordarme que se creen superiores a sus personajes en algún aspecto. Williams –y Salinger o Tolstoi, por nombrar algunos que tengo a mano– ama a sus personajes hasta el final, los comprende y les da sus momentos, que son secretos e íntimos y están narrados con una precisión casi demoníaca. 

Íntimos: creo que ahí reside la clave. En las primeras páginas se nos presenta a Stoner como un ser mediocre y gris, casi un fantasma: “…Para los más viejos, su nombre es un recordatorio del final que nos aguarda a todos, y para los más jóvenes es tan solo un sonido que no evoca ni un pasado ni una personalidad con la que puedan identificarse”. Pasado unos años de su muerte, Stoner ya empieza a volverse esa nada en la que todos nos convertiremos, el viejo profesor gruñón de sus últimos años, el enigma que nadie quiere resolver. Lo que Williams hace con maestría es mostrarnos al hombre en su intimidad, en una historia abreviada de sus emociones que también son las nuestras: la batalla secreta de la convivencia marital, el amor por su hija, los vaivenes de su trabajo, la opresión de haber elegido una vida y no cualquier otra. 

El método para contar esta vida también tiene su mérito: una sucesión de resúmenes cortados por una sucesión de escenas, dos formas clásicas de trabajar el tiempo narrativo que en las manos de Williams le sirven para dar cuenta de toda una vida en 300 páginas. No hay ninguna frase poética en el libro, ningún pasaje lírico, ningún juego con la forma, y sin embargo al terminar tenemos la impresión de saberlo todo sobre ese personaje, de haber sido llevados de la mano a través de una vida entera (algo parecido sucede con Matadero 5, de Vonnegut, pero ese libro es de una destreza formal inigualable). Al terminar, se tiene la sensación de haber contemplado una vida entera, en sus pequeñas batallas sangrientas, de principio a fin.

A lo mejor la novela no sea sino una forma disfrazada de la biografía, por lo menos en sus mejores exponentes. Y a lo mejor las leemos para que nuestras propias vidas adquieran la misma dimensión heroica que la de ese afantasmado profesor universitario. Nada es simple, parece decirnos Williams. En el corazón de cualquier hijo del vecino está el universo entero. 

Quiero leer en voz alta un pedazo más. Stoner entierra a sus padres uno al lado del otro. Luego se dice:

“Habían gastado su vida en un trabajo ingrato que había quebrado su voluntad y enturbiado su inteligencia. Ahora yacían en la tierra a la que habían entregado la vida, y lentamente, año tras año, la tierra los consumiría. Lentamente la humedad y la podredumbre devorarían los cajones de pino que contenían sus cuerpos, y lentamente avanzarían sobre su carne, y al fin se tragarían hasta los últimos vestigios de su materia. Y se volverían una parte insignificante de esa tierra hostil a la que se habían entregado tanto tiempo atrás”.

 

Cualquier escritor daría su pie izquierdo por un párrafo así. Yo lo copié en un papel y lo llevo a todas partes para que me dé suerte.

Artículos relacionados

Martes 22 de marzo de 2016
Beatriz Viterbo, Buenos Aires, circa 1925
Así como Carlos Argentino Daneri lo llevó a Borges a ver el aleph, no hay motivos para no creer que haya hecho lo mismo con Beatriz Viterbo.
De la serie "Epifanías"
Lunes 28 de marzo de 2016
Chinchorreo
¿Cuál es la importancia de un Congreso Internacional de la Lengua Española? Mónica Yemayel estuvo en San Juan de Puerto Rico y lo cuenta en esta crónica.
CILE 2016
Martes 29 de marzo de 2016
¿Quién matará a las vacas sagradas?
Faulkner y Hemingway mantuvieron una controversia sólo comparable con la pelea entre Mohamed Ali y Joe Frasier. Lo mismo que Norman Mailer y Gore Vidal o Salman Rushdie y John Updike. Pero: ¿por qué no hay disputas así entre escritores argentinos contemporáneos? ¿Cuál sería el efecto de que las hubiera?
Disputas entre escritores
Viernes 18 de marzo de 2016
Flor de lección
Qué hacer cuando se roba en una librería ¿sorprenderse, escandalizarse, aprender? "La literatura está llena de cosas dañinas", dice Martín Kohan.
Robos
Miércoles 30 de marzo de 2016
Piedra libre
La digresión como el arte de producir efecto sin causa. En este artículo la autora se mira en el espejo de la literatura y se piensa como farsante. "Vivo con miedo de que me descubran. Y a la vez me dan odio los que se dejan engañar."
Quién quiere ser profundo
Miércoles 30 de marzo de 2016
La vida privada de los escritores
Qué tienen de atrapante los libros sobre escritores: probablemente que revelan la distancia entre la imagen pública y la privada, probablemente que revelan el verdadero origen traumático y fangoso de toda obra literaria.
Consideraciones a partir de un nuevo libro de Joyce Carol Oates
×
Aceptar
×
Seguir comprando
Finalizar compra
0 item(s) agregado tu carrito
MUTMA
Continuar
CHECKOUT
×
Se va a agregar 1 ítem a tu carrito
¿Es para un colectivo?
No
Aceptar