Literatura y Estado
La literatura de Iuri Tinianov
Miércoles 10 de octubre de 2018
Alrededor de la novedad de Leteo Editores, El teniente Kizhé, primera traducción al castellano de la novela de Iuri Tinianov, referente decisivo del segundo formalismo ruso salida originalmente en la Unión Soviética en 1927. "¿Qué ocurre cuando la escritura estatal produce, no una ley, sino un error –y en verdad: un error en la ley, un error hecho ley?"
Por Martín Kohan.
Se escribe a veces por fuera del Estado. Y a veces para acceder al Estado. Y a veces para interpelar al Estado. Se escribe a veces contra el Estado, para poner en cuestión su accionar, y a veces contra los Estados mismos, contra su misma idea, contra su propia existencia. Y a veces, por fin, es el Estado el que escribe: el que dicta para hacer escribir o el que trama su propia escritura. En el mapa abierto de estas variantes, caben por caso Macedonio Fernández y Roberto Arlt, Operación masacre de Rodolfo Walsh y Yo, el Supremo de Roa Bastos, Facundo de Sarmiento y Franz Kafka.
A Iuri Tinianov, referente decisivo del segundo formalismo ruso, le debemos la idea capital de que un determinado elemento literario entra en relación, antes que nada, con otros elementos del sistema literario, y eso es lo que lo define; y que sólo después, así definido, puede entrar en relación con elementos de otro sistema, para el caso los de la serie social. De sus enfoques teóricos aprendimos mucho, muchísimo. De sus novelas, en cambio, al menos yo, no sabía nada.
Acaba de publicarse, por primera vez en castellano, una de sus ficciones: El teniente Kizhé (texto que motivó una película homónima, que no vi, de Aleksander Fainstimmer; y luego una música homónima, de la que sí sabía, de Sergei Prokofiev). La suya es la historia de una escritura de Estado, que mucho tiene de copia y recopia, y en la que no está permitido corregir: si el escriba llega a equivocarse, debe empezar todo de nuevo. Siempre y cuando, claro, se dé cuenta. Pero hay un día en el que, apurado, se equivoca y no lo nota. ¿Qué ocurre cuando la escritura estatal produce, no una ley, sino un error –y en verdad: un error en la ley, un error hecho ley?
El error de la escritura llega, como escritura, hasta el Emperador. Se ha dado por muerto a un soldado, que en verdad sigue vivo, y se ha dado nombre a otro soldado, que en verdad no existe. Expedida esa escritura por el Emperador, sin embargo, el error, sin dejar de ser error, se convierte en realidad. Porque aquellas indelebles utopías de la literatura, la de extrañificar la realidad cotidiana o la de incidir en la realidad social, y llegado el caso, más aún, la de producir realidad, parece estar al alcance antes que nada de la escritura del Estado. Esa escritura produce realidad. No es que tome lo real y lo falsee, es que toma lo falso y lo realiza. Produce realidad y produce verdad. Sólo que esa verdad está equivocada. Y sólo que esa realidad es errónea.
El teniente Kizhé se publicó en la Unión Soviética en 1927. Para entonces, tristemente, los enfoques críticos de los formalistas y las audacias de vanguardia de los futuristas empezaban a declinar frente a la estética impuesta del realismo oficial. Esa estética que subordina al arte, bajo los términos de la representación, al imperio de la realidad existente, poniéndolo al servicio de una verdad previamente definida.