1. ¿Cuál es el objeto más antiguo que conservás?

Una pregunta difícil, porque adoro los objetos y dejo que me invadan. Pero entre los más antiguos están los libros que robé de la biblioteca enorme de mi abuelo Renato, y sobre todo sus libros de poesía, que me los regaló mi mamá cuando cumplí 40 años y ya tienen casi todas las hojas despegadas. Me trasladan a la última imagen que tengo de él, hundido en un sofá, con la radio portátil encendida y el vaso de Terma que le daban sus hijos para que dejara de tomar alcohol.

2. ¿Qué libro de otro autor produjo en vos el efecto que te gustaría producir en quienes te leen?  

 Me gusta lograr efecto de verosimilitud en el contexto de lo extraño, lo bizarro, lo que se supone que no tiene que pasar. Y desde ahí, se me ocurre Rabia de Bizzio, con ese obrero que vive escondido en el interior de una casa de familia adinerada para estar cerca de la empleada doméstica a la que ama.

3. ¿Lo mejor y lo peor que te dio la literatura?

 Lo mejor que me dio es la posibilidad de escaparme cuando estoy en algún entorno que me incomoda, cuando escucho que alguien pelea, cuando la realidad se me pone densa.

¿Lo peor? Tal vez que potencia mi ansiedad, cada vez que aumento la pila de libros que quiero leer y nunca llego.

4. ¿Cuál es el libro que más regalaste y por qué?

 Todavía lo regalé pocas veces, pero el que está número uno en mi lista actual y el que más recomiendo desde hace unos años es Apegos feroces de Vivian Gornick. Me gusta darle a mis amigos libros que me conmovieron, y Gornick me hizo llorar con ruido viajando en un micro por Irlanda, sentada junto a un español desconocido que nunca me preguntó qué me pasaba.

5. ¿Con qué disco suena la música funcional de tu cabeza?

Como una playlist muy esquizofrénica, que cambia de estilos a cada rato y me deja tumbada al final del día.

6. ¿Cuál fue el color más hermoso que viste en tu vida y dónde aparecía?

 Hubiera preferido que me pregunten por el olor, porque tengo un registro mucho más claro de los aromas que de los colores. Y si así fuera, mencionaría el aroma dulzón que despedían las flores de la lantana que estaba en el porche de la casa de mis abuelos en Mar Del Plata. Allí sucedía todo lo importante de las vacaciones. Me recuerdo sentada en una silla de mimbre, mirando durante horas a las familias elegantes que entraban al hotel lujoso de la esquina, que seguro no tenía más que tres estrellas. Vestida con un camisón hecho por mi abuela, los imaginaba comiendo su menú de tres pasos. Siempre el primero era sopa, por más que fuera verano.

El color más hermoso es uno que todavía no vi y tal vez no vea. Imagino algún verde del mar, si hubiera podido irme de viaje a la playa con el hombre que amo. 

7. ¿Con qué escritor o escritora que ya no pisa el mundo de los vivos quisieras tomar un taller literario?

 Con Julio Ramon Ribeyro, pero tomaría un taller sobre diarios de vida, y le pediría que me enseñe a escribir títulos de libros, porque la Tentación del fracaso me parece uno de los más bellos de la literatura. Sería un taller poco productivo, de mucho chusmerío y poca escritura.

8. Un libro que hayas prestado y no te devolvieron.

Miles, porque no llevo registro de los libros que doy, y hasta hace unos años prestaba a cualquiera que me pidiera. Después me puse más egoísta y solo presto a los más íntimos. Sé que falta de mi biblioteca Las partículas elementales de Houellebecq, y el otro día descubrí que tampoco estaban los libros de Édouard Levé que amo, especialmente Autorretrato, porque lo tenía muy subrayado.

9. ¿Cómo ordenás tu biblioteca? ¿Nos mandás una foto?   

Tengo una biblioteca solo de literatura argentina y latinoamericana, y otra para el resto. A su vez, las dos están ordenadas por orden alfabético y, por la ansiedad de la que hablé antes, hace unos años puse un sticker fucsia en el lomo de los libros que todavía no leí, para que no queden tapados por los nuevos que voy comprando. De vez en cuando me obligo a elegir alguno de los que tienen esa calcomanía fucsia, y cuando se la saco me siento muy bien.