Nueve preguntas a Agustina Larrea
Foto: Alejandra López
Martes 01 de octubre de 2024
La periodista, docente y autora de "Los cuidados" (Paripé) responde nuestras preguntas de siempre.
1. ¿Cuál es el objeto más antiguo que conservás?
Provengo de una familia que se mudó mucho, que fue perdiendo o desechando en esas mudanzas muchas pertenencias o que no tiene un apego especial por los objetos de otros tiempos, salvo las fotos. Así que lo poco antiguo que me rodea no lo heredé sino que me lo fui agenciando de maneras menos tradicionales. En una época iba bastante a ferias y a mercados de pulgas. En uno de esos lugares encontré una radio antigua de color rosado que, según me dijo la persona que la vendía, era de la década del ‘50. Como justo se acercaba la fecha de mi cumpleaños me la regaló un amigo con el que fuimos ese día y la conservo con cariño.
También tengo una edición de Dos veranos, de Elvira Orphée, de 1956, que es una autora que me encanta. Por último, también de los ‘50, guardo la foto original que aparece en la tapa de mi libro Los cuidados: es una imagen de mi madre, cuando era niña, con tutú y un abanico en la mano, seguramente antes de entrar a un acto escolar.
2. ¿Qué libro de otro autor produjo en vos el efecto que te gustaría producir en quienes te leen?
La furia, de Silvina Ocampo.
3. ¿Lo mejor y lo peor que te dio la literatura?
Creo que es lo mejor y lo peor a la vez: una inquietud persistente que se traduce en querer leer todo lo que pueda sabiendo que enfrente tengo un universo infinito y un tiempo escaso. Una fatalidad un poco dulce, un poco utópica.
4. ¿Cuál es el libro que más regalaste y por qué?
A mis veintipico, cuando terminé de leerlos por primera vez, regalé mucho los libros de Salinger. Había quedado impactada por esa obra y quería que quienes los recibieran transitaran por ese deslumbramiento que había transitado yo. Mucho tiempo, y muchas vidas después, cuando lo reeditó Eterna Cadencia, regalé un montón El desierto y su semilla, de Jorge Barón Biza, porque me parece demencial y durante mucho tiempo fue inaccesible.
5. ¿Como qué disco suena la música funcional de tu cabeza?
Tengo muy poca tolerancia al ruido, así que siempre apunto a que lo que suene a mi alrededor –en mi cabeza o fuera de ella– sea lo menos estruendoso posible. Pero no siempre lo logro: hay días en los que todo es sinfonía y a veces la cosa se pone estridente, como en un tema de New Order.
6. ¿Cuál fue el color más hermoso que viste en tu vida y dónde aparecía?
Un turquesa extrañísimo, en un viaje todavía más extraño que hicimos con mi familia a Croacia. Con una embarcación bastante precaria te llevaban a recorrer una serie de cuevas naturales que se arman en una isla en medio del mar Adriático. Todavía sigo pensando en ese lugar y en cómo fue que llegamos hasta ahí.
7. ¿Con qué escritor o escritora que ya no pisa el mundo de los vivos quisieras tomar un taller literario?
Con Manuel Puig. No sé por qué, pero sospecho que serían encuentros muy afables, entre comentarios puntillosos sobre los materiales de los asistentes, lecturas atrapantes de él en voz alta, carcajadas, tareas de observación medio insólitas, alguna ironía y masas finas. También imagino que, como coordinador, Puig mandaría a todo el mundo a ver mucho cine clásico y eso me provocaría muchísima alegría.
8. Un libro que hayas prestado y no te devolvieron.
Uy, varios. En este terreno, a veces prefiero dejar todo en una zona gris cuando me piden un libro, en algo tipo “te presto para siempre” para no pensar demasiado en el asunto y que se diluya.
9. ¿Cómo ordenás tu biblioteca? ¿Nos mandás una foto?
Nos mudamos al departamento en el que vivo hace dos años, pero buena parte del tiempo estuvimos con todos los libros guardados en cajas. Cuando pudimos armamos una biblioteca que ya nació como algo medio transitorio porque no teníamos los recursos para hacerla con todo. Al principio renegué, con el tiempo me enganché de esa idea: una biblioteca no puede ser algo estanco y lo que tenemos ahora es una versión posible, algo que por suerte seguirá mutando. Así que ahora mismo en el living, donde están la mayoría de los libros, la biblioteca quedó separada en tres tramos: el primero con literatura escrita en castellano, el segundo con literatura traducida y libros en otros idiomas, y el tercero con textos de un terreno pantanoso donde confluyen textos de no-ficción, periodísticos y ensayos. En otro tramo de la biblioteca, que está en el estudio donde me paso gran parte del día leyendo o escribiendo, tengo los libros “de trabajo”, en un sentido amplio. Están los que me llegan para reseñar o cubrir de algún modo desde mi rol como periodista y también los que necesito consultar por alguna cosa que estoy escribiendo. También ahí tengo diccionarios, manuales de estilo, libros de fotos y novelas gráficas.