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Máquinas de escribir

Martín Rejtman: “Empecé a escribir cuentos para canalizar las historias por otro lado”

Una larga entrevista con el escritor y cineasta argentino abre la nueva temporada de Máquinas de escribir, el podcast de Eterna Cadencia. 




Por Valeria Tentoni


 

Rapado, el primer libro de cuentos de Martín Rejtman, no se consigue. Publicado en 1992, precursor de la película homónima que dio el puntapié inicial para el nuevo cine argentino en 1996, está agotado. En la librería, sin embargo, sí pueden conseguirse otros de sus títulos, como Velcro y yo, Literatura y otros cuentos o Tres cuentos, el último, publicado por Random House en 2012, así como Entrenamiento elemental para actores (La Bestia Equilátera) o sus guiones de cine publicados por Beatriz Viterbo. Mientras tanto, y después de más de una década de silencio editorial, el escritor y cineasta prepara un nuevo libro de crónicas sobre estancias en hoteles, a publicarse en la chilena Ediciones UDP.  

Las pantallas y los libros se entrecruzan constantemente en su obra. Rejtman estudió cine en la New York University. Antes de hacer Rapado, hizo dos mediometrajes: Doli vuelve a casa (1984-2004) y Sitting on a Suitcase (1986). Más tarde dirigió Silvia Prieto (1999), la mítica película protagonizada por Rosario Bléfari; Los guantes mágicos (2003); el documental Copacabana (2006); Entrenamiento elemental para actores (2008), co-dirigida con Federico León; Dos disparos (2014); el cortometraje Shakti (2019); La práctica (2023); y El repartidor está en camino (2024), su film más reciente. En los últimos años se hicieron varias retrospectivas de sus películas, una de ellas todavía puede alcanzarse en la plataforma Mubi. 

Rejtman es el primer entrevistado de nuestra cuarta temporada de Máquinas de escribir, el podcast de Eterna Cadencia por el que ya pasaron autores y autoras como Margo Glantz, Mario Montalbetti, Mariana Enriquez, Sergio Bizzio, María Fernanda Ampuero, Diana Bellessi, Alejandra Kamiya, Dani Umpi y Liliana Heker. Aquí, algunos destacados de la conversación que pueden escuchar completa en nuestra estación de Spotify. 



  

¿De qué se trata el libro nuevo con UDP?  

Son crónicas de viaje. Es un libro que me encargó Leila Guerriero hace mucho tiempo y al principio tenía muchas dudas de hacerlo. Todo surgió a raíz de un artículo que me encargaron en Clarín, me habían pedido crónicas sobre viajes en taxi. La verdad es que yo no tomaba muchos taxis, pero justo me iba de viaje. Entonces sugerí hacer, en cambio, crónicas de hoteles. Leila lo leyó y me escribió. Tuvimos algunas conversaciones, pero me parecía que un libro así era ponerme demasiado en el centro. Propuse hacer algo donde hubiese más autores con sus experiencias en viajes, hoteles, etcétera. Al final quedó todo un poco en la nada, durante años. A pesar de eso, yo seguí tomando notas en casi todos los viajes que hice. La llamé y le propuse retomar el proyecto, le mandé todas mis notas. Inmediatamente se armó el libro, en Ediciones UDP. Ahí estamos, ya está prácticamente terminando. 

¿Y se te pasó esta preocupación por estar en el centro? 

Me costaba un poco ponerme en ese papel. Fui tomando las notas sin pensar tanto en la idea de que iba a salir el libro. Me pasa mucho que tengo más ganas de hacer cosas en colaboración que solo, a esta altura. 

El cine es mucho más colaborativo, ¿cierto? 

Por más que sea colaborativo, el proceso de hacer una película es un trabajo bastante solitario. Hice una película en colaboración con Federico León, y fue súper placentero. Hay algo de la responsabilidad de ser el autor único de algo, de tener que firmar como único autor; a veces es una carga que me pesa. Escribir sí igual es un poco más solitario. Pero al final, cuando ves una película, si está buena o está mala, digamos, el responsable es el director.  

Estudiaste algunas materias de Letras, ¿no? ¿Antes o después de estudiar cine? 

Fue antes, rendí el examen para entrar en Filosofía y Letras. Me metí en la carrera de Historia, en realidad. No sé por qué no me metí en Letras. Hice tres o cuatro materias nada más y después dejé. Mi madre me insistió mucho, yo le decía que me quería dedicar al cine y ella me preguntaba “¿pero de qué vas a hablar? ¿Qué historias vas a contar? O sea, tenés 18 años, no viviste nada todavía”. Me metí a hacer una carrera universitaria un poco para hacerle caso, pero la abandoné al año y me fui a estudiar cine. 

¿En esa época ya escribías cuentos?  

Algún cuento, algo suelto. Después, en Estados Unidos, me pasó que hice un corto y quería seguir filmando, pero me di cuenta de que no podía filmar todos los guiones que escribía porque, bueno, filmar es complicado. Tenés que juntar mucha gente, juntar dinero, necesitás organización, estructura... Y en un momento empecé a escribir cuentos para canalizar las historias por otro lado. La mayoría de los cuentos de Rapado están escritos en tercera persona, en presente, con descripción de acciones, no metiéndose mucho en la cabeza de los personajes: están escritos como si fueran guiones.  

Publicaste Rapado como a los 28, 29 años, ¿qué hiciste con todo el material anterior? 

En mi casa tengo una caja de cosas escritas que no quiero ni mirar. Las quiero quemar en cualquier momento. Es una porquería, tengo guiones enteros muy malos, muchas notas sobre ideas o proyectos que son pésimos. O sea, tengo mucho, mucho material muy malo que tengo que descartar, imagínate si en algún momento alguien los agarra y se le ocurre publicarlo. 

Me pregunto cuál es el criterio con el que valorás ese descarte. Sé que el artificio, los adornos, son cosas que no te interesan, ¿quizás en esos trabajos hay exceso de esto?  

En realidad, yo estaba buscando cómo escribir y qué escribir. Siempre en dirección al cine, siempre pensando en cómo escribir un guion. Escribir un guion y encontrar una historia que contar era algo que no podía aprender tan fácilmente, claro.  

Un poco es la pregunta que te hacía tu mamá. 

Sí, sí, puede ser. Qué iba a contar. ¿Cómo vas a contarlo? ¿De dónde vas a sacar el material para filmar? Y bueno, todo eso que digo es material descartado, que son cajas y cajas y cajas que tengo en casa. Probablemente son pruebas para llegar a encontrar algo claro, que no valen la pena. Bocetos. Una especie de fluir de conciencia. En Italia escribí un montón de esos textos, pero empecé a escribir cuentos la segunda vez que estuve en Estados Unidos, que fue del 85 al 88. Tampoco de ahí surgió nada de Rapado. Lo de Rapado surgió después, cuando volví a la Argentina en el 88. Intenté hacer una película, no pude y me puse a escribir cuentos. Escribí los cuentos del libro y también el guion de la película.  

¿Lo pensaste como una película desde el principio? 

Cuando escribí el cuento, lo pensaba también como posible material para la película. A veces pasa que uno no sabe bien qué forma darle a lo que escribe. Lo estás escribiendo en un formato determinado, formato guion de cine, por ejemplo, y ves que no sale nada o no sabes cómo seguir, y por ahí pasando eso a un formato más literario, surgen otras ideas. Es como abrir un poco el juego. Lo mismo que por ahí cambiando de primera persona a tercera, también. Cambiar el lugar desde donde mirás hace que el panorama se abra un poco, y eso te permite encontrar otros caminos para seguir. 

Rapado comienza con un personaje que decide, a partir de un robo, cambiar su vida. Silvia Prieto también comienza con esa premisa. ¿Recordás cómo se te ocurrió la idea? 

No lo pensé tanto como cambiar de vida, sino como un nuevo comienzo. Me parece que la idea de Rapado se me vino a la cabeza una vez que estaba volviendo tarde a mi casa, como a las dos de la mañana, y vi pasar por la calle a dos amigos. Los dos se habían rapado completamente. Nos saludamos y seguimos cada uno su camino, pero me quedé con la idea de alguien que se rapa completamente... Eso no puede querer decir otra cosa que volver a empezar. A veces me da la impresión de que empiezo las películas por los finales. Por ejemplo, en Dos disparos empiezo con un chico que se pega dos tiros y sobrevive. Silvia Prieto decide cambiar de vida, ¿pero cuál era su vida anterior? La verdad es que no tengo la menor idea. Pienso a partir del momento en donde empiezan las historias.  

¿Cómo armás tus personajes, tanto de cine como literatura?  

En cine, a veces vienen de querer trabajar con algún actor o alguna actriz. Como en Silvia Prieto: yo sabía que quería trabajar con Rosario Bléfari porque había empezado a hacer una película con ella que no pude terminar, y escribí el personaje para ella. Y no solo ese. Escribí los personajes de Bertuccelli para Valeria, el de Vicentico para Vicentico, el de Susana Pampín para Susana, digamos. Los actores me sirven mucho para construir un personaje, tenés algo ganado una vez que sabes qué actor va a hacer cada papel. Y después hay algo, también; mis personajes son bastante neutros, por lo general. No tienen una vida psicológica abierta, digamos. No sabemos qué les pasa, qué piensan, no funcionan de una manera. Las motivaciones no son tan importantes, se mueven más por impulsos. 

Me parece interesante repensarlos a la luz de La práctica, película en la que trabajas sobre el yoga. Hay ahí una clave, en el mantra, en el foco en la vida presente... Y ahora estás diciendo que estás armás los personajes partiendo los actores y actrices, es como si en vez de trabajar, de algún modo, en contra de su energía, imponiéndoles un personaje, trabajaras a favor. Pienso en las artes marciales, en aprovechar la fuerza que viene. 

No lo había pensado nunca, sí, tal cual. Para mí era algo evidente desde siempre en mi obra, pero se ve que no. También la idea de aceptación, de la disponibilidad que tienen los personajes; están como disponibles a lo que pueda suceder... 


La entrevista completa se puede escuchar por acá


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