La nada abundante
Sobre los ensayos de Mark Strand
Miércoles 19 de octubre de 2016
Narrador, poeta, ensayista, traductor, académico, Mark Strand alguna vez quiso ser pintor y se ubicó en el centro del desplazamiento. Una lectura de Sobre nada y otros escritos (Turner), "una puerta de entrada para acceder a su universo en castellano".
Por Ivana Romero.
En los primeros textos de un poeta se pueden rastrear los intereses y perplejidades que desarrollará a lo largo de su obra. Mark Stand publicó “Mantener las cosas enteras” en su primer libro Sleeping with one eye open, en 1964. En ese poema dice: “En un campo / soy la ausencia / del campo. / Siempre es / este el caso.// Dondequiera que esté / soy lo que falta.// Cuando camino / separo el aire / y el aire / siempre se mueve / para llenar los espacios / donde estuvo mi cuerpo.// Todos tenemos razones / para movernos. / Yo me muevo / para mantener las cosas enteras” (la traducción es de Sandra Toro).
Strand elige ocupar un lugar desplazado. Y, de acuerdo al título del libro, sabemos de alguien que mantiene cierta vigilia en medio del sueño: una forma particular de mirar. Estas zonas sólo se pueden revelar a través del misterio. Y la poesía, dice Strand, tiene una vida secreta. Su lenguaje es la manifestación de aquello que tiembla debajo de lo que se dice. El poema se construye con palabra y con silencio, un lugar subterráneo donde habita la nada. Pero una nada plena de sentido.
No es casual que este libro se llame Sobre nada y otros escritos. Editado por Turner, allí aparecen varios ensayos de The weather of words: Poetic invention (2000), escritos entre fines de los ochenta y fines de los noventa. Se suman además conferencias y nuevos textos inéditos. El que da nombre al volumen fue publicado por la revista literaria Salgamundi en 2013 —poco antes de la muerte de Strand, en 2014, en Nueva York—, de manera que el título es también una forma de homenajear a un escritor que no sólo indagaba las palabras por académico (aunque lo era también, ya que dio clases en universidades de prestigio como Yale, Harvard o Princeton) sino, sobre todo, por poeta. Aceptaba estar en el ojo de la tormenta, produciendo obra y pensando en su oficio a la vez. Y traduciendo a otros. Por ejemplo, en este libro cuenta la dificultad de traducir al modernista Carlos Drummond de Andrade durante una estadía en Brasil como profesor Fullbright en 1965. Strand también fue editor e incluso se dedicó a la narrativa, no sólo para adultos sino también para chicos, como es el caso de The Planet of Lost Things (1982) o Mr. and Mrs. Baby and Other Stories (1985).
De esos contrastes entre lenguajes surgen ensayos luminosos como “La vida secreta de la poesía”. Allí dice: “El poema suscita su propio sentido, no el sentido del mundo. Se inventa a sí mismo: su propia necesidad o urgencia, su tono, su mezcla de significado y sonido, están en la voz poeta. En este aislamiento engendra su autoridad. Una novela, para ser creíble, ha de tener aspectos en común con nuestro mundo. Sus personajes deben actuar de un modo que reconozcamos como humano. Si estamos mejor preparados para leer ficción es porque la mayor parte de lo que se dice, ya lo sabemos. En un poema, la mayor parte de lo que se dice no se sabe, es desconocido”.
El poema, entonces, se afirma en el mundo extrañamente; establece sus propios dominios. Pero no todos los poemas, aclara Strand, tienen como propósito recordarnos lo oscuro o lo desconocido que late en nuestra experiencia; algunos se proponen hablar de lo conocido, de las experiencias comunes que hacen sentir poderosamente nuestra humanidad. La poesía se ocupa, entonces, de organizar nuestra casa interior, de evocar emociones que no podemos decir de otra manera. Ese decir es siempre oblicuo, desenfocado. Y es que la poesía, además, desestabiliza la lengua y sus procedimientos. Indaga en esa zona donde la palabra queda en silencio, busca otros modos de decir pero también de callar. Es el aire que queda en el espacio donde estuvo un cuerpo.
Algunos textos son más lúdicos, como “Abecedario de un poeta”, un recorrido de la A la Z a través de palabras y autores que le interesan o no (en la N aparece “Neruda”, a quien reconoce como un genio aunque advierte que en su obra se mezclan la belleza y la banalidad). También hay otros menos erráticos, donde brilla su prosa sutil. Allí el autor aborda el vínculo entre el poeta y su oficio; la opacidad de la traducción, el modo en que se encuentran y se distancian la poesía y el resto de los géneros (en especial, los informativos), entre otros asuntos. Además caben en estos textos sus autores amados: Wallace Stevens o Robert Frost pero también Kafka, Borges y Bruno Schulz.
Strand es uno de los poetas más prestigiosos de la poesía norteamericana y recibió el Pulitzer en 1999. Nació en Canadá en 1934 pero vivió en Estados Unidos, Italia, Colombia, México y Perú. Alguna vez quiso ser pintor. A lo largo de su obra, como se aprecia en este volumen, se ocupó también de la pintura y de la fotografía. Sobre la nada y otros escritos es una puerta de entrada para acceder a su universo en castellano. Y tanto mejor si esta lectura se acompaña con sus poemas, como los de Historias de nuestras vidas, que acaba de publicar la editorial cordobesa Alción.