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Juan Cárdenas: "Me recuerdo desde siempre interesado en escribir"

Por Luciano Lamberti

"Estamos en un momento horrible. Optimistas no somos. Vivimos en un país con doscientos años de muerte, guerra y destrucción, que probablemente se mantenga". El escritor y traductor colombiano se refiere en esta entrevista a El diablo en las provincias (Periférica), la historia de un biólogo que vuelve después de muchos años a su ciudad natal.

Por Luciano Lamberti. Foto fuente El País.

 

 

Juan Cárdenas nació en Popayán, Colombia, en 1978. Escribió novelas como Zumbido y Ornamento, y el libro de relatos Carreras delictivas, y ha traducido a autores de la talla de William Faulkner, Thomas Wolfe, Gordon Lish, David Ohle, J. M. Machado de Assis y Eça de Queirós. Hablamos por Hangouts acerca de su última novela, El diablo en las provincias, la historia de un biólogo que vuelve después de muchos años a su ciudad natal.

 

 

¿Cómo fueron tus inicios como escritor?

Vengo de una familia lectora. Crecí con muchos libros en una casa de clase media intelectual pero muy clasemediera. Y realmente el único privilegio que había en la casa eran los libros. Una biblioteca grande, sobre de todo de temas marxistas, mis viejos eran militantes de izquierda y había montones de libros de economía política y esas vainas, y mucha literatura. Es como que me crié entre libros. Pero me recuerdo desde siempre interesado en escribir, desde muy niño.

¿Estudiaste Letras?

No, estudié un revuelto de cosas. Primero cine, después filosofía, y nunca me dediqué a ninguna de las dos cosas. La academia fue para mí la oportunidad de tener contacto con bibliotecas muy buenas, pero nada más.

¿Pasaste alguna vez por la experiencia de taller? ¿Vos das taller?

Estoy ahora dando clases en una maestría de escritura creativa que creamos en el Instituto Caro Cuervo, que es como un instituto de investigaciones acá en Bogotá. Yo la verdad es que nunca tomé taller, pero siempre me ha interesado la idea de la enseñanza de la literatura. Siempre es un problema, y cuando uno se instala en el interior del problema las clases se pueden volver interesantes, y se pueden aprovechar. Pero nunca pasé por un taller, como alumno nunca.

¿Cómo escribiste esta novela?

Normalmente lo que hago es tomar notas a lo largo de mucho tiempo. Y como que se me van cruzando motivos. Una especie de telaraña de ideas, de imágenes. La novela va apareciendo ahí. Por lo menos en esta hay una cantidad de cruces, de problemas.

Uno de los motivos es la naturaleza. Me llamó la atención esa frase que dice: “Todo latinoamericano es naturista”. ¿A qué viene eso? ¿Es una réplica a la tradición del Boom?

Hay una larguísima tradición que se remonta al siglo XIX de las relaciones entre literatura, nación y naturaleza. Esa especie de constructo entre esos tres elementos explica buena parte del caldo ideológico en el que se crearon las naciones americanas. Es gracioso que a partir de un determinado momento, especialmente durante el Boom, de repente parecía que el problema estaba zanjado. Ya no había nada que pensar ahí. O que la literatura al menos ya no se iba a ocupar de eso. El locus de la naturaleza americana ya no nos decía nada. Era un locus completamente olvidado, obsoleto, ligado a la construcción del estado nación. Es gracioso porque ese lugar de la naturaleza es como un fantasma, o como un crimen, o como el fantasma que queda en el lugar de un crimen. Vuelve una y otra vez. Fijate que yo pensaba mucho en el tema de los billetes, que eso lo menciono en la novela. Y lo pensaba a partir del caso argentino, que me parecía muy gracioso como con la llegada de Macri vuelven a meter ballenas o pingüinos en los billetes. Había desaparecido el imaginario natural y de repente surge en algo que nos resulte cómodo, que no sea polémico, entonces vamos a meter un pingüino. Da mucho que pensar eso. Porque evidentemente la naturaleza sigue siendo un espacio de fisuras y de problemáticas del lugar que ocupamos en el mundo los latinoamericanos en general. ¿A vos no te llama la atención que un escritor que uno normalmente no asociaría con ese tema pero que lleva ya unos cuantos años escribiendo de manera insistente, que es Aira? Son tratadidos sobre el paisaje, sobre el territorio, o sobre las relaciones entre territorio e historia. Mi novela se inserta en ese problema.

Más allá de la idea del buen salvaje que había instalado el Boom.

Y otros clishés sobre las relaciones con la naturaleza, como el “subalterno mágico”, que tiene relaciones mágicos con el entorno o con la selva. Es gracioso porque al final no te puedes librar de esos malditos clishés.

En el pensamiento argentino está la idea de civilización y barbarie. Es casi imposible pensar fuera de esa dicotomía, que también tiene que ver con la relación con la naturaleza.

Absolutamente. Me parece que la capacidad de síntesis de Sarmiento a la hora de proponerlo te sirve para pensar fenómenos muy distintos en todo el continente. Pensar en un libro como La vorágine de José Eustaquio Rivera, que es un Corazón en las tinieblas del caucho. Y ves perfectamente esas dicotomías operando ahí. Y volviéndose muy compleja.

¿Y cuál es tu relación con García Márquez?

Nunca he tenido una relación muy problemática con él ni de odio ni de entusiasmo muy grande. En mi formación como lector tampoco fue un autor definitivo. No fue muy importante, en realidad. Yo estaba más pendiente de otras tradiciones. Y lo que me interesaba de la literatura colombiana eran las tradiciones menores, poetas como León de Greiff o Luis Tejada que era un cronista que hacía como unas aguafuertes raras en los años 20. Siempre me interesaron las zonas menos frecuentadas de la literatura colombiana. Y por eso mismo me interesaban otras tradiciones de la lengua, la tradición argentina, la uruguaya, la chilena o la centroamericana. Para mí García Márquez es un autor más, tan poco significativo como Vargas Llosa, por ejemplo.

Otro de los temas es una puesta en juego de la cuestión del racismo en Colombia. ¿Es un tema en la actualidad para ustedes?

Curiosamente los colombianos, creo que a los argentinos y a muchos latinoamericanos les pasa lo mismo, que creen que no son racistas, porque la cuestión de la raza está superada, igual que el tema de la naturaleza. El libro juega con la idea de lo anacrónico, esos problemas que supuestamente están superados, de los que nadie habla, porque se cree que nadie es racista o nadie habla de la naturaleza. Hay un gesto como de traer de vuelta algo que estaba dormido, algo anacrónico, algo que estaba enterrado, como el fantasma de las navidades pasadas, de Dickens. Lo siento, traigo malas noticias, esto está muy lejos de estar resuelto. Lo tenemos completamente enquistado en el alma y se nota todos los días.

¿La novela quiere trazar un retrato de una Colombia violenta? ¿Cómo la ves políticamente hoy a Colombia?

No me había planteado hacer un retrato. Todo el rato juego con una idea humboldtiana de la pintura de la naturaleza. En Humboldt estaba esta idea de que realmente se podía pintar, crear una pintura de la naturaleza. Es una idea súper problemática y un montón de capas y tradiciones. Pero el libro sí tiene esa voluntad cuáles son los estratos narrativos que están operando de la manera más exacta posible, y más precisa. Por ahí va la cosa. ¿Cómo veo a Colombia? Acabamos de entrar en un momento tenebroso de una incertidumbre terrible, estamos todos muy deprimidos porque ganó las elecciones un candidato de la extrema derecha. Y éste candidato viene con un tenebroso paquete de medidas económicas al estilo de las que ya están destruyendo las economías en Argentina, Brasil o Ecuador, sino que además corre el riesgo precisamente el Consenso de Paz, que fue lo único bueno que hizo el gobierno anterior. No se trataba solamente de desarmar una guerrilla, sino de sentar las bases de lo que podría llegar a ser el desarrollo rural en Colombia, que es una deuda muy antigua de este país con todo el sector campesino. Entonces lo que se negoció realmente en la Habana con las FARC tiene que ver con eso, el futuro del campo en Colombia. Y obviamente hay unas fuerzas, aquí, latifundistas, retardatarias y conservadoras que vienen creando desde hace décadas ejércitos privados, y si a eso le sumás toda la economía del narcotráfico, que tiene un esquema idéntico, el latifundio ganadero es igual al narcotráfico, es la misma gente. Esas son las principales amenazas hacia el campo en Colombia. Entonces estamos en un momento horrible. Optimistas no somos. Vivimos en un país con doscientos años de muerte, guerra y destrucción, que probablemente se mantenga.

Tu novela cambia de género a la mitad, ¿no? ¿Fue algo buscado?

Lo fui encontrando. A mí me interesa mucho que se produzcan esos efectos en el interior del texto, que uno está en un registro como realista y de repente por la propia dinámica de ese registro todo se transforma. No es que esta especie de irrupción de lo fantástico venga desde afuera sino que es producto de la propia dinámica interna de cómo funciona esa realidad dentro del texto.

Sos lector de literatura argentina, ¿no? ¿Qué autores te gustan?

Uh, muchísimos. A mí la literatura argentina me ha dado mucho. Di Benedetto probablemente sea el autor que más he plagiado. Es una referencia clave. Aira, por supuesto. Me interesan mucho algunas cosas de Fogwill. Algunas cosas de Marcelo Cohen. No sé, para mí es un tema infinito.

 

 

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