El producto fue agregado correctamente
Blog > > Jonathan Lethem: "La realidad contiene dentro de sí muchas cosas irreales"

Jonathan Lethem: "La realidad contiene dentro de sí muchas cosas irreales"

Por Martín Libster

Escribió once novelas y seis volúmenes de ensayos e historias breves. Enseña Escritura Creativa en Pomona College, en California, y recientemente visitó Buenos Aires para participar del Filba. "Me llevó un tiempo admitir esta idea de que soy parte de una generación", respondió, entre otras cosas, en esta entrevista alrededor de sus libros.

Por Martín Libster.  

 

Nacido en Nueva York en 1964, Jonathan Lethem empezó su carrera como “escritor de género” en 1994. A lo largo de los años, ha construido una obra de carácter experimental sobre la torsión de elementos provenientes de la ciencia ficción, el policial negro, el cine, el comic y un sinnúmero de otros contextos. Su máquina de absorber y procesar influencias (siempre visibles y admitidas con felicidad) lo llevó a escribir una serie de novelas, ensayos y cuentos entre los que destacan Huérfanos de Brooklyn, El éxtasis de las influencias, Chronic City y Jardines de la disidencia.

Hace un par de semanas, Lethem visitó Buenos Aires en el marco del Filba, donde, entre otras actividades, participó de un diálogo público con su colega británico M. John Harrison. Unas horas antes de su conferencia sobre “La bella imposibilidad de la novela”, tuvimos la oportunidad y el placer de charlar con él en su hotel del barrio de Palermo.

 

 

La literatura norteamericana siempre admitió más abiertamente que otras su relación con la cultura pop, pero creo que tu generación es la primera en recibir ese legado con los brazos abiertos. De hecho, escribiste un ensayo beligerante, El éxtasis de las influencias, donde discutías con Harold Bloom y su “angustia de las influencias”. ¿Cómo procesaste vos ese “éxtasis de las influencias”?

Me llevó un tiempo admitir esta idea de que soy parte de una generación; nunca había sentido que era parte de una generación. Pero creo que fue importante para mí el legado de leer y pensar sobre escritores como Philip Dick, J. G. Ballard, Patricia Highsmith y también los escritores de la colección “Black Lizard”, como Charles Willeford, o escritores extranjeros como Cortázar, Kafka, el japonés Kobo Abe… Yo llegué en medio de una amalgama de intereses estilísticos e influencias que era realmente indiferente al “género”. Y al mismo tiempo, vengo de la cultura de la calle. Cuando era niño, estaba mucho en la calle y escuchaba música pop de muchos tipos distintos al mismo tiempo, porque los chicos blancos y los chicos negros tocaban diferentes tipos de música y mis padres eran hippies y tenían una colección de discos; los dominicanos de mi calle ponían su música muy fuerte y esta salía por sus ventanas o de sus locales. Y yo simplemente acepté esta mezcla de posibilidades culturales. Y me encantaban las películas y los comics. En la época en que yo era chico, el trabajo de aseverar que las películas eran una forma de arte ya había sido logrado por los críticos, y lo mismo estaba por pasar con los comics, así que no veía realmente ninguna restricción en mis influencias culturales. Amaba la ficción, pero no la amaba por su postura “superior” o separada de las artes populares; pensaba que era una de ellas.

De hecho, en El éxtasis de las influencias no sólo marcás tu posición, sino que hacés un pastiche de todo. ¿Cómo fue recibido? ¿Alguien se enojó?

Bueno, no hubo repercusiones difíciles. Fue refutado, pero de maneras interesantes. El tema con ese ensayo es que se refuta a sí mismo; tiene muchas contradicciones internas, porque estoy tomando en préstamo lenguaje que viene de ideas radicalmente destructivas sobre la propiedad intelectual y poniéndolo junto a ideas de gente que simplemente quiere ajustar o arreglar el concepto de propiedad intelectual. Alguna de la gente que cito es anarquista, y alguna de la gente que cito es, a nivel político, humanista liberal, que simplemente quiere que las cosas estén un poco menos controladas. De modo que la posición política de ese ensayo es muy inestable. 

En La fortaleza de la soledad, que podríamos llamar una novela autobiográfica, aparece el tema de crecer como un chico blanco pobre en las calles de Nueva York; al mismo tiempo hay un personaje negro, el otro chico, Mingus, que también es pobre, pero al ser negro plantea ciertas tensiones entre qué es ser pobre para un chico blanco y qué es ser pobre para un chico negro. Vos creciste como un chico pobre, pero con ciertas…

Con enormes ventajas culturales, sí.   

Me parece que hay una gran diferencia entre la cultura popular y la cultura pop, aunque tiendan a confundirse. ¿Qué pensás de eso?

Son cosas realmente diferentes. A veces la expresión “cultura pop” es problemática porque asume que ambas cosas están completamente alineadas, pero en realidad no lo están. La verdad es que mucho de lo que más me gustaba era impopular; era precisamente lo contrario, era cultura impopular. Libros de comics olvidados que duraron sólo diez números, bandas que fracasaron y fueron despedidas por sus compañías discográficas, que no tuvieron un éxito masivo, películas noir, películas clase B. Estos objetos culturales rechazados influyeron en mí mucho más que los objetos supremos de la cultura pop. Pero hay muchas cosas distintas contenidas dentro de esta imagen de la cultura pop; es cultura vernácula, cultura callejera, cosas que surgen de una escena no mercantilizada, al menos al principio, como el hip hop, con sus bailes y su rapeo. Y también lo opuesto: cosas que son creadas puramente como objetos comerciales, como los raperos “bubble-gum”, los dibujos animados de la televisión, cosas que nunca pretendieron ser “arte”, pero que de algún modo salieron del espectro comercial y se transformaron en arte; y estas dos cosas (la cultura vernácula y la cultura del comercio y de la publicidad) de alguna manera se encuentran.

Ese amor por las películas clase B o los objetos culturales olvidados aparece en La fortaleza de la soledad pero también aparece muy claramente en Chronic City. En esa novela tan extraña, con la presencia de ese tigre que recorre las calles de Nueva York y la astronauta perdida en el espacio… ¿Eso era un chiste?

No, estas cosas están en el libro porque creo que el mundo está hecho de estas cosas absurdas y estas yuxtaposiciones. Chronic City es mi intento más sincero de hacerle justicia a la cualidad de pastiche de la realidad; la realidad contiene dentro de sí muchas cosas irreales. Cosas virtuales, mentiras, hologramas, imágenes, fantasías, proyecciones… Y el lenguaje de la novela está siempre intentando adaptarse a la experiencia de ser, que contiene cosas tangibles e irreales que se interpenetran unas a otras. La fantasía del tigre y la presencia de la astronauta son objetos proposicionales con los que vivimos.

Vi una entrevista en la que decías que en Chronic City aparecía tu enojo por la gentrificación de la ciudad y la mercantilización de la vida callejera, aunque no de modo tan abierto como en Jardines de la disidencia.

Chronic City es de hecho bastante política; es una novela política desesperada, sobre el abismo de la mercantilización capitalista de todos nuestros deseos de comunión, que aparece en los chicos que estos personajes están persiguiendo; ahí hay una idea de amor o conexión o familia que está por fuera del mundo mercantilizado y sin embargo es mercantilizado sin cesar. Es una pintura que sólo está disponible en las casas de los ricos, o está online pero no hay manera de que ganes el remate…  Y ese libro es también un libro sobre la guerra. Es muy importante el modo en que los personajes no piensan en la guerra. Leen el New York Times en una edición especial “libre de guerra”. Está la idea de que por fuera del marco de nuestra existencia segura hay toda clase de terrores y pesadillas que son llevadas a cabo en nuestro nombre. Lo que está en primer plano en ese libro es un comportamiento absurdo, pero en cierto modo es como si proyectaras un episodio de Seinfeld sobre el fondo de un cuadro de El Bosco; todo lo que está por detrás de eso es una pesadilla.

Quería preguntarte ahora por Jardines de la disidencia. Esa novela sobre la cultura de izquierda tiene una particularidad muy norteamericana, que es la existencia de una izquierda hippie. La primera generación en la novela es una generación marxista ortodoxa, pero la protagonista tiene un conflicto con su hija, que se une a la “izquierda hippie”. Sé que estuviste activo en el movimiento Occupy Wall Street, no sé hasta qué punto.

Estuve activo en el sentido de que me conmovió a nivel personal. Me sentí enormemente identificado. Mi participación se limitó a mirar, estuve ahí sólo un par de veces.

¿Qué influencia creés que tiene hoy el hippismo?

Bueno, tiene mucha influencia sobre nuestra realidad presente, incluyendo la influencia sobre el Silicon Valley libertario. El hippismo se transformó: cierto idealismo en la contracultura psicodélica se transformó en idealismo sobre una contracultura cibernética.

Entonces, muy poco sobrevive hoy de aquel marxismo ortodoxo; el hippismo se transformó en esta fe en el poder de Silicon Valley. ¿Ves algo así como una nueva izquierda? Si hubiera una tercera generación de militantes en Jardines de la disidencia, ¿cómo serían?

Es una muy buena pregunta y me gustaría tener una respuesta más certera o coherente, pero por supuesto que nosotros como generación (y gente más joven que yo) rechazamos estos supuestos hippies casi como rechazan todo lo demás, y bien por ellos; deben rechazar muchos de estos supuestos porque estos se atrincheraron en viejas ideas sobre la relación entre hombres y mujeres, sobre la raza, sobre el capitalismo. Pero ese giro hermoso que pude capturar apenas al final de Jardines de la disidencia (porque Occupy Wall Street comenzó cuando yo estaba en medio de la escritura de la novela) es que hay una palabra que falta en la conversación, y Occupy trajo de nuevo esa palabra a la conversación, y esa palabra es capitalismo. Debemos poder desarticular al capitalismo de nuestras ideas de una sociedad igualitaria, democrática y libre.

Creo que fue Frederic Jameson quien propuso esa idea de “Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”.   

Bueno, de hecho se ha vuelto un poco más fácil vislumbrar el fin del capitalismo, y por supuesto que al costo de un gran sacrificio y dolor para la mayoría de la gente. Tomar conciencia del desastre climático los está ayudando a vislumbrarlo, y lo están haciendo bastante tarde; todos estamos haciéndolo bastante tarde. Pero al menos el concepto se ha vuelto tangible.

En tus propias palabras, comenzaste como un escritor de género; querías escribir novelas al estilo de Philip Dick o Raymond Chandler, de hecho tu primera novela es una mezcla de ambas cosas. Tu quinta novela, Huérfanos de Brooklyn, es una novela de detectives, pero al mismo tiempo contiene algunas ideas sobre literatura. Estás modificando algunas de las convenciones del género; el detective con síndrome de Tourette es la antítesis del detective duro y discreto.

No es hard-boiled, es soft-boiled.

Me preguntaba si esta incapacidad para parar tu lengua o tu mente no es algo así como una metáfora de la literatura.

Sí, por supuesto. Es El éxtasis de las influencias. Es ese ensayo proyectado en un personaje, diez años antes de escribir el ensayo. Hace un pastiche de todo; todo se vuelve lenguaje, es transformado en lenguaje e invertido y deformado y convertido en material plástico que puede ser cambiado. Eso es la literatura.

 

Artículos relacionados

Martes 29 de marzo de 2016
Cómo se llama tu libro
Se entregó el premio al libro con el título más raro del año.
Mundo bizarro
Miércoles 06 de abril de 2016
"Escribo para acomodarme la cabeza"

Eduardo Sacheri ganó el Premio Alfaguara 2016 con la novela La noche de la usina. “Me encanta que la literatura esté llena de mensajes, pero no quiero me los ponga el autor”, dice.

Se entregó el Premio Alfaguara
Lunes 18 de abril de 2016
Buenos Aires, ciudad escuela de escritores
Maestría en Escritura Creativa en la UNTREF, Licenciatura en Artes de la Escritura en UNA, cursos en instituciones, talleres privados y centros culturales: Buenos Aires se potencia como capital de formación de escritores en español y recibe avalanchas de postulantes.
Crece la oferta de formación
Viernes 22 de abril de 2016
Para no perderse en la feria
Un gps para encontrar algunos de los stands más interesantes de la 42° Feria del Libro.
Feria del libro de Buenos Aires
Viernes 22 de abril de 2016
Shakespeare not dead
Carlos Gamerro dio ayer una clase magistral gratuita en el Centro Cultural San Martín donde, a partir de escenas de Hamlet y Enrique IV, explicó el porqué de la vigencia de Shakespeare en la cultura occidental.
A 400 años de su muerte
Lunes 25 de abril de 2016
Para no perderse en la feria
Algunas de las actividades más destacadas de la segunda semana de la 42° Feria del Libro de Buenos Aires.
Feria del libro de Buenos Aires
×
Aceptar
×
Seguir comprando
Finalizar compra
0 item(s) agregado tu carrito
MUTMA
Continuar
CHECKOUT
×
Se va a agregar 1 ítem a tu carrito
¿Es para un colectivo?
No
Aceptar