Hunter S. Thompson y la antigua sabiduría gonzo
Entrevistas y conferencias
Jueves 06 de diciembre de 2018
Con edición de Anita Thompson y traducción de Javier Guerrero, Editorial Sexto Piso publica en un solo tomo los reportajes más relevantes hechos al periodista y escritor estadounidense, creador e icono del periodismo gonzo. Aquí, su prefacio.
Por Anita Thompson.
Extiendo este día, 12 de febrero de 2009, en la Biblioteca Butler de la Universidad de Columbia, a cinco kilómetros del reino de Annabel Lee junto al mar –que desde luego brinda la vista más encantadora que pueda hallarse en la tierra, y con ella las puestas de sol más fascinantes y de ensueño que puedan encontrarse en cualquier otro planeta o incluso en cualquier sistema solar–, y lo extiendo, también, junto a los bustos de Cervantes y Sófocles y otros grandes mirándome con aprobación como miraron a Hunter y a Barack Obama… Está bien, dejaré de hacerme pasar por Mark Twain e iré a lo que tengo entre manos o, mejor dicho, a lo que tenéis ahora mismo entre manos. Yo sólo soy la mensajera o, por así decirlo, la editora: soy la chica que pasó con Hunter sus últimos años y que ha leído las cartas y los correos electrónicos de muchos de vosotros a los que, sobre todo después de que los libros y películas sobre él desbordaran las estanterías y pantallas de cine tras su muerte, os gustaría tener la oportunidad de sentaros con Hunter y simplemente charlar y plantearle algunas preguntas, sin toda la cháchara externa. Peter Olszewski, por ejemplo, preguntó por las «conferencias» que Hunter daba a gente joven –algunas de las cuales he incluido en este volumen–, a lo cual Hunter repuso: «Probablemente podríamos aclarar esto, porque es un punto fundamental. En realidad ni siquiera doy conferencias. Lo único que hago es aparecer y soportar que me maltraten, y más o menos mantener un diálogo […]. Me gusta despertarlos, ponerlos en marcha, cabrearlos, pero después simplemente me gusta hablar con la gente». Olszewski preguntó luego: «¿Quiere hablar de alguna cosa en particular?».
«De lo que la gente quiera –respondió Hunter–. No tengo nada que decir. No tengo ningún mensaje. Hablaré con cualquiera que quiera charlar». Esto, querido lector, es lo más parecido a esa charla. La voz de Hunter suena con claridad a través del estilo de las entrevistas seleccionadas y de las cintas transcritas a partir de ellas, muchas de las cuales nunca se habían impreso hasta ahora, pese a que incluyen todo un acervo de ocurrencias personales y risas con el hombre al que todos amamos y amamos estudiar y que todos los que lo conocimos echamos y echaremos de menos. La belleza de la cuestión es que, como aquellos grandes que me miran por encima del hombro en la Biblioteca Butler, Hunter vivirá para siempre en su obra, mucho después de que tú y yo hayamos desaparecido. En estas páginas verás que, igual que la mente de Nabokov era un espejo de su patria –Rusia, con sus inmensos recuerdos de lo bueno y lo malo, su literatura rica y profunda, y su lenguaje estrechamente salpicado de segundos y terceros sentidos–, la mente de Hunter S. Thompson era un espejo de Estados Unidos: revolucionaria, apasionada y profundamente compleja. Además de aprender nuevos aspectos de la vida y obra de Hunter en estas entrevistas, de algunas de las cuales ni siquiera había tenido noticia antes de su muerte, me he sentido reconfortada al reconocer en ellas al mismo Hunter de nuestra vida en común en Owl Farm. Así que ahora daré un paso atrás y dejaré que te sientes y disfrutes de la conversación.
Tu amiga en Woody Creek, Anita Thompson