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Horacio Castellanos Moya: "No trato de escapar de ese mundo sino que lo trago, para devolverlo como obra"

Tras su paso por el Filba Internacional

"Lo que trato de hacer es meterme en el personaje, guardar en la gaveta lo que yo soy y cuando estoy con la página en blanco frente a la pantalla pues ponerme los zapatos del personajes sin hacer juicios a priori, sin juzgar si lo que hace es bueno o malo porque si no el personaje se cae", le respondió a Lala Toutonian en esta entrevista, tras su visita a Buenos Aires.

Por Lala Toutonian.

 

El autor salvadoreño visitó nuestro país en el marco del Filba Internacional, donde participó de distintas actividades. Además de contar con varios reconocimientos literarios a su labor, Castellanos Moya acaba de ser editado en nuestro país con Moronga y con la primera, La diáspora (Literatura Random House, 2018), de sus doce novelas, además de cuentos, ensayos y antologías.

La controversia que ha despertado su obra en el ámbito político lo obligó a dejar su país. Sus páginas recorren senderos de sangre, de esperanza, represión, libertades mutiladas, conflictos sociales que tienen un único común denominador: el accionar del hombre. El autor recrea personalidades plagadas de claroscuros, con la tierra en las venas, con la urgencia de lamer las heridas del pasado mientras transcurre un presente subversivo para lograr un futuro promisorio. Todos esos elementos que la literatura puede únicamente crear. Lecturas éstas de Horacio Castellanos Moya que condenan la impotencia, gritan frustraciones y aventuran una justicia más humana, menos hostil. Desencantos y promesas que se ahogan en ríos de tinta.   

 

¿Dónde reside ahora?

En Iowa, llevo siete años. He vivido antes en Pittsburgh, en Tokyo, Canadá, España, Guatemala, pasé trece años de mi vida adulta en México. La vida me sucede, ésa es la conclusión a la que he llegado. A veces  no he tenido posibilidad de escoger, apenas si me he movido a fuerza de sobrevivir. En todas estas partes del mundo he tenido siempre buenos amigos, buenas acogidas, no podría decir que en algún lado se me ha tratado mal.

Su ficción tiene que ver directamente con el compromiso social o una militancia, ¿se le antoja exigirlo al resto de la narrativa?

Mira, yo en eso soy muy cuidadoso porque la palabra “compromiso” me genera un poco de urticaria, para ser sincero. Son términos, palabras “teflón” las llamo, que sirven para todo. Es en realidad suficiente para describir la concepción que me anima a escribir lo que escribo. Yo creo que un escritor vive su tiempo y si el escritor está viviendo realmente su tiempoa  fondo tiene que salir ese reflejo en su obra: los problemas de su tiempo, de su historia de su política, de su interioridad como ser humanos, las grandes dudas de su época, yo creo que la literatura no sé si tiene puntualmente una función, la función de la literatura es otro concepto teflón y puede servir para muchas cosas. Para victorias, por ejemplo, pero creo que la literatura es un instrumento de conocimiento, un instrumento muy particular desde el momento que refleja al hombre y su valor histórico pero lo refleja desde los lados más invisibles, en el sentido de pensamientos, de actitudes. Por más que un escritor quiera escapara a su tiempo, el tiempo está encima del escritor. El tiempo es el que dicta, como decía Shakespeare. Aunque escribas las literatura más escapista, ese escapismo precisamente es posible en ciertos momentos de tiempo histórico. Compromisos políticos precisos no creo que deba tenerlos la literatura. La literatura es una expresión de creatividad y libertad, el sentido de pertenencia está lleno de intereses políticos y castran al escritor, lo limita. El escritor como persona puede estar muy comprometido con una causa, como ciudadano puede ser muy participativo, o muy ajeno a todo ello también; su literatura debe expresarse de acuerdo a su propia literatura. La literatura también es búsqueda. Buscar un personaje, cómo va a ser, cómo se va a comportar, qué necesita el personaje, la trama, qué atmósfera está creando, no en términos ideológicos sino en términos de una verdad sabida de antemano.

Que se nutre de todos modos de esos tiempos históricos.

Justamente.

Ese escapismo al que refería, usted no lo trabaja...

No, no mucho. El caso de mi literatura tiene que ver con un mundo muy cercano a mí. Mi mundo me nutre y esas percepciones que me han nutrido se sedimenten y salgan en forma de obra pero no trato de escapar de ese mundo sino que lo trago para devolverlo como obra.

¿La épica revolucionaria es tal como se lee en la ficción? El transcurrir del guerrillero es un espacio duro, difícil de sobrellevar, y en la literatura resulta heroico.

Creo que esa es la magia de la literatura, de la ficción. Un misterio difícil de explicar. Yo tengo personajes que son muy desagradables, criminales, torturadores, personas con las cuales en mi vida real no me tomaría una cerveza. Ni siquiera quisiera estar muy cerca de una tipo con esas características ya que la cercanía es muy pesada y hay lectores que me han preguntado cómo es que son hasta protagonistas principales como en El arma en el hombre (2001). ¿Cómo es que uno que está repugnado con ese personaje quede tan atrapado para leer todo lo que conlleve, lo que ocurre con él? No tengo la clave de eso, lo que trato de hacer es meterme en el personaje, guardar en la gaveta lo que yo soy y cuando estoy con la página en blanco frente a la pantalla pues ponerme los zapatos del personajes sin hacer juicios a priori, sin juzgar si lo que hace es bueno o malo porque si no el personaje se cae. Entonces tengo que pensar como él, tengo que ver el mundo como lo hace él. Lo que probablemente para él es bueno, para tí será tremendo, profundamente negativo. Pero si uno hace valoraciones morales previas el personaje está muerto.

Uno no puede evadirse de su propio entorno, así ya no viva en El Salvador, su ficción refleja esa realidad. ¿Cree que el lector puede adentrarse en su mundo?

Es difícil saber cómo influye la ficción, o cómo influye el arte en general en el ser humano. Si el hombre después de leer o contemplar una obra cambia su percepción del mundo… Yo no estoy muy seguro de eso, yo creo que el lector se puede identificar o se enfrenta a la posibilidad de que se le abra otro mundo a partir de la literatura pero lo cierto es volverá al de él. Se le ha abierto otra puerta, se le ha acercado un poquito la comprensiónde la posibilidad de ver los fenómenos desde otra óptica y quizá se perturbe y no quiera ser perturbado. No creo yo que contemple esa función la literatura, al menos la mía. Quizá esos libros de autoayuda o guía espiritual lo logren (risas) pero la ficción debe perturbar al lector. Una forma de hacerle ver que hay otros modos de leer el mundo, hay otras maneras de expresar y explicar estos fenómenos, estos hechos. Y en tal medida no sé si logramos que el lector cambie su visión del mundo, con que abra la perspectiva, se meta en el libro y logre aguantarla… ya está. Con respecto a mi país, la situación es crítica desde hace muchos años. Por la violencia, ya no política sino por los homicidios y las grandes tasas de criminalidad, la misma corrupción política.

Lo último fue Brasil, pero toda Latinoamérica está hundida en una realidad cada vez más golpista. ¿Cómo se vive mirándolo desde Estados Unidos?

La situación en Latinoamérica se ve por un lado muy, muy mal en el sentido que no se logran revertir las tendencias crecientes de violencia en todo el continente con excepciones de dos o tres países. Fíjate en ciudades que hace veinte o treinta años eran completamente vivibles se han convertido en ciudades muy difíciles por la criminalidad, el deterioro de las instituciones políticas, del sistema de justicia y al mismo tiempo se vive con mayor intensidad luego de un desplazamiento de lo que fue un período que la izquierda tuvo la posibilidad de gobernar varios de los grandes y pequeños países latinoamericanos. Ahora queda como una novedad quizá lo de México, que ha creado ilusión en la sociedad mexicana peor los proyectos políticos tienden a corromperse ya caducar muy pronto. No soy muy entusiasta, lo veo con bastante pena. Están ocurriendo fenómenos bastante peculiares: las grandes ciudades: el concepto de nación sigue muy válido, la gente sigue participando y sigue apelando a sus sentimientos nacionales. Hay una especie de élites o burbujas de tranquilidad en medio de todo esto de parte de aquellos que concentran los grandes capitales. Así se vive una especie de esquizofrenia. Entonces, a la hora de los índices de calidad de vida, a qué refieren... No entiendo cómo mezclan estas burbujas con la gente que está haciendo trueques aquí en Buenos Aires. Vine en un vuelo de Londres lleno de gente que evidentemente vive muy bien, entonces hay una partición en los modelos de sociedad a partir de este capitalismo salvaje que ha quebrado las clases medias y así hay una extensión hacia arriba y una más profunda hacia abajo de pobreza y carencia de posibilidades. Casi toda la región latinoamericana se inclina a la derecha pavorosamente.

Lo que da espacio a grandes odios entre las partes, devienen enemigos.

La polarización a nivel mundial ha llevado a esa tendencia perversa. Las tres grandes potencias que rigen el planeta están dirigidas por seres autoritarios, uno más que otro. Estados Unidos, China y Rusia por igual, más allá de los matices, son autoritarios y eso cae sobre el resto del planeta. Pero al mismo tiempo hay movimientos libertarios, de género, ecológicos, pero no han sido suficientes para derrocar estos poderes despóticos de capitalismo salvaje. No hay un modelo que parezca funcionar y genere ilusión.

Hablemos de la muerte en la literatura. En la suya está muy presente.

Es muy interesante la muerte ya que en nuestra contemporaneidad, en nuestros tiempos, quieren que la olvidemos. El gran negocio de la publicidad, de las ideologías -no digo las reaccionarias sino las liberales-, quieren que olvidemos la muerte, quieren que pensemos que todo esto es prestado. Creo que el ser humano vive como la vida fuera nuestra y no es gratuito esto. Creo que esto no ha sido siempre así. Desgraciadamente cuando había mucha presencia de la muerte eran tiempos muy oscuros, por la religión, es la religión la que siempre recuerda a la muerte y ahora en tiempos relativamente ateos al menos del sector que consume culturalmente, donde la laicidad está más presente, quieren olvidar la muerte. Pero la muerte está ahí. En la literatura por supuesto siempre la ha tratado, la literatura fundacional griega siempre gira en torno al problema de la muerte. Yo creo que la presencia de la muerte es una constante en toda la literatura, en el caso particular mío, los asesinatos son los núcleos generadores de la obra en la medida en que un asesinato no solo acaba con la vida de la víctima sino que este homicidio es tirar una piedra en la fosa que comienza a hacer ondas concéntricas y afecta emocional y psicológicamente a gente muy distante. En sociedades como la savadoreña o la guatemalteca que ha vivido y sigue viviendo tantos homicidios, te encuentras con sociedades particularmente perturbadas. La misma descomposición social y es necesaria la literatura en esos términos para recrear a la muerte. Lo que marca la forma de ver el mundo.

 

 

 

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