El rayo lector: así se convirtió en lectora Alejandra Zina
Martes 25 de junio de 2024
Una escena libresca capaz de sacudir la vida entera hasta la conversión total: eso les pedimos a quienes responden esta consigna.
¿Cómo se convierten definitivamente en lectoras y lectores quienes escriben? ¿El rayo lector les cae antes o después de comenzar a escribir? Cada caso es diferente, y cada anécdota ilumina un aspecto secreto de la escritura de cada quien.
Esta vez, le pedimos a la escritora argentina Alejandra Zina que comparta su escena fundante. Nació en Buenos Aires, en 1973. Coordina talleres y clínicas de narrativa. Sus cuentos forman parte de antologías de Argentina, Uruguay, Brasil, México y España. Sus últimos libros son Íntima distancia (Dábale arroz, 2021), una serie de textos híbridos, y la colección de cuentos Hay gente que no sabe lo que hace (Paisanita, 2016). Co-dirige la revista digital La forma breve (www.laformabreve.com.ar).
Me veo a mí misma como una chica seria y respetable, leyendo una novela de muchas páginas y tapa dura. Sé que fue un libro importante pero así como lo leí se me borró, solo me acuerdo que una tarde sentí que me bajaba algo caliente y espeso, algo que no era pis, algo que ardía un poco, una sensación incómoda y sorpresiva en la bombacha que me hizo dejar el libro y encerrarme en el baño. La mancha había traspasado la tela y había dejado una aureola en las costuras del pantalón. La venía esperando como se esperaba entonces una carta del correo, así y todo hubiese querido que no llegara en ese momento, no tener que abandonar el libro y mi vida despreocupada, no tener que ocuparme de resolver ningún problema. Me gustaría decir más cosas de ese libro que me inició en lecturas sombrías que sí recuerdo, novelas donde las personas se mataban o se amaban de un modo incomprensible. Me gustaría acordarme de la esposa loca que el Sr. Rochester tiene encerrada en el altillo y que Jean Rhys redime en su novela Ancho mar de los sargazos que leí treinta años después, pero no puedo, no tengo nada para decir más que lo evidente, que Jane Eyre va a ser para siempre el lugar del que fui sustraída, arrastrada, interrumpida, por la sangre de mi primera menstruación.