El tema menor
Lucía Bonells
Miércoles 03 de diciembre de 2025
Sobre Serial spoiler, de Leticia Obeid, publicado en la nueva editorial de ensayos Objetos personales.
Por Valeria Tentoni.
La obra de Leticia Obeid, un pulpo cuyos brazos son capaces de pulsar el dibujo, el videoarte, la fotografía, la pintura, la instalación y la literatura, conserva esta doble condición: por un lado, la espectacularidad de sus talentos múltiples, que ella se encarga de aminorar resistiéndose a aceptar etiquetas como, por ejemplo, la de escritora. Y, por el otro, una escala siempre íntima y un trabajo, por lo general, con materiales que algunos podrían llamar “pobres” pero ella elige llamar, sin sobreactuaciones, “baratos”. Hay algo en su actitud como artista que podría confundirse con humildad, y yo descreo: no me parece humildad lo que atraviesa toda su producción como un cordón umbilical que la ata a su misterio personal. No es modestia ni es sencillez. En cambio, me parece, hay una pregunta crítica acerca de la ostentación y el despilfarro en el mundo del arte.
En ese sentido, la escritura es acaso la más económica de todas las disciplinas. Alcanza con un lápiz y un papel, aunque ¿quién queda escribiendo a mano? De todas maneras, una computadora amortizada durante años de tipeo siempre será menos costosa que el alquiler de un atelier, los bastidores, la pintura. En cierto momento, incluso, a Leticia le preocupó no solo el problema del coste sino también el de la invasión del espacio, y se inclinó al videoarte convencida de que era la más intangible de las huellas y por eso la más perfecta, un arte incapaz de ocupar poco más que algunos bits.
Cuando me firmó el ejemplar de Serial spoiler, de la recién estrenada editorial Objetos personales, pronunció algunos balbuceos de disculpas sobre el tema, supuestamente, menor: las series. Otra vez el material de segunda, de tercera, de cuarta, el papel reciclado en el que la tinta lucha por no desaparecer. El tema no es el tema, pensé a poco de comenzar a leerlo, asombrada por la escritura siempre astuta y hospitalaria de su versión ensayista, que ya le había conocido en Galería de copias (Ripio). El tema nunca es el tema. ¿O sí?
Recordé ese cuento perfecto de Hebe Uhart, “Guiando la hiedra”, en el que una mujer sola pasea por su balcón y sus pensamientos mientras riega: “Aquí estoy acomodando las plantas, para que no se estorben unas a otras, ni tengan partes muertas, ni hormigas. Me produce placer observar cómo crecen con tan poco; son sensatas y se acomodan a sus recipientes; si éstos son chicos, se achican, si tienen espacio, crecen más. Son diferentes de las personas: algunas personas, con una base mezquina, adquieren unas frondosidades que impiden percibir su real tamaño; otras, de gran corazón y capacidad, quedan aplastadas y confundidas por el peso de la vida”.

El tema es el tema: el tema menor. Acorraladas en el ring de la vida doméstica, durante décadas las escritoras se las han ingeniado para extraer las más profundas reflexiones y conjeturas, conejos de la galera incesante que es el pensamiento en soliloquio. Es conocida la línea de Sor Juana Inés de la Cruz, excelente cocinera, en su Respuesta a Sor Filotea, otro texto en el que una mujer reclama respeto por los límites de su territorio de placer: "Si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito". Pocos textos más vivificantes que este cuento de Hebe y esta carta de Sor Juana, hermanos de este libro menor y mayor de Leticia.
Hay un instante en el que la narradora, que se dispone a comenzar una nueva serie, dice: “Me cubro de joggin, me subo a la cama”. Cualquier persona puede conectar con esa línea austera que trae, en torrente, la imaginación poética de la tranquilidad hogareña.
Esta es también una celebración del placer en soledad que podría terminar con la arenga de “Guiando la hiedra”, “arre, hermosa vida”. El sentido del humor que la hilvana es el de la serenidad, la contemplación, el descanso. Hay un libro más que podría sumar a esta familia: En casa, de Mona Chollet (Heckt), en el que la crítica suiza enhebra argumentos en defensa del derecho al ocio y a la reclusión doméstica, a reservarse tiempo para estar con una misma. El derecho a la indisponibilidad.
La narradora de Serial spoiler se abriga y abre la computadora sobre su regazo, dispuesta a convertirse en una experta en errores de continuidad y detective de maquillajes mal puestos, encuadres equivocados, opinóloga certificada por sus numerosas horas de navegación en el cielo de Netflix. No es nueva en ella la vocación por documentar lo efímero, el gusto por el archivo, el tándem conocimiento - autoconocimiento que aquí la arroja a escribir líneas como “daría cualquier cosa por viajar en el tiempo” mientras critica una escena virreinal. Lo que importa es el rastro material de una experiencia sensible, el momento en que, “contagiada por las imágenes”, la narradora se cocina “un brebaje en su olla más grande, sólo por sacar de adentro un caldo oscuro con un cucharón”, tras agotar hasta el último capítulo de Outlander.
Encantador, repleto de ideas, gracioso, inteligente, hiperestésico, auténtico “objeto personal”: a mí que prácticamente no miro series, que entonces me asusté cuando me pidió que lo presente, Serial spoiler me pareció una gema, otra rareza brillante de esta artista que dice que no es escritora, pero escribe como los dioses.