El enigma Fleur Jaeggy
Lunes 02 de setiembre de 2024
Nacida en Suiza, escribe su obra en italiano y es una de las autoras europeas más exquisitas y misteriosas. Ediciones UDP traduce dos libros claves para ingresar a su mundo.
Por Valeria Tentoni.
Seis líneas ocupa la entrada de Fleur Jaeggy en Wikipedia: casi un fantasma. Los pocos datos se repiten en las solapas de sus libros: nacida en Zúrich en 1940, tras completar sus estudios se fue a vivir a Italia. Primero Roma, después Milán, donde todavía escribe. Allí, en 1968, entró a trabajar en la editorial Adelphi. Allí también se casó con el escritor y editor florentino Roberto Calasso, fallecido en 2021.
A pesar de haber sido educada en lengua alemana, Jaeggy escribe sus obras en italiano. Autora de cuatro novelas y dos libros de cuentos, sus libros llevan títulos como El ángel de la guarda, Los hermosos años del castigo, Proleterka, El temor del cielo o Las estatuas de agua. Recibió distinciones como el Premio Bagutta, el Premio Viareggio, el Premio Donna Città di Roma y el Premio Vittorini, entre otros. Conoció a Ingeborg Bachmann y Thomas Bernhard, y bajo seudónimo colaboró con el músico Franco Battiato.
Poco se sabe de su vida privada y odia que le tomen fotos. Hija de madre argentina, le respondió al escritor y traductor Guillermo Piro que está deseosa de visitar estas tierras pero, cuando fue convocada a participar de festivales literarios en Buenos Aires, declinó la invitación una vez, dos veces. Quién sabe cuántas esta escritora “salvaje y brillante”, como la catalogó Susan Sontag. “Tengo muchas fotos de Buenos Aires y de hecho me considero yo también un poco argentina”, dijo.
Ahora, dos pequeños tomos reconcentrados y extraordinarios como todos los suyos, irrumpen en la breve lista de lecturas disponibles de Jaeggy en nuestra lengua, publicados por Ediciones UDP en su colección Vidas ajenas: Oda, seguido de Encuentro en el Bronx, y Vidas conjeturales.
En el prólogo al primero, Enrique Vila-Matas narra cómo se encuentra, en un homenaje a Walser, con la inaccesible y misteriosa Jaeggy, aparición que le provoca tanto pudor que apenas se permite mirarla: “Hice verdaderos esfuerzos para no cruzar una mirada con Jeaggy”, escribe el español. Es Walser, precisamente, el protagonista de Oda, una pieza breve y magistral, escrita de un modo inimitable, un estilo como un tesoro bajo llave. Le sigue una especie de crónica, cifrada en idéntica escala, que se ocupa de un encuentro con el neurólogo y escritor Oliver Sacks.
“Escribo a máquina con los guantes puestos, los dedos al aire”, anota allí Jaeggy, para quejarse del frío. “No creo que sea tampoco una cuestión de sentimientos. Los míos pueden ser muy fríos. Incluso deseando ardientemente el calor”, sigue en este tomo que cierra con dos entrevistas a la escritora esquiva, que jamás da entrevistas en Italia y sólo algunas veces a medios extranjeros. Una a cargo de Andrés Barba y otra a cargo de Guillermo Piro, con quienes comparte doble condición de escritora y traductora.
Vidas conjeturales, mientras tanto, es una serie de ensayos biográficos: sobre sus autores traducidos, Marcel Schwob y Thomas de Quincey, y el tercero sobre John Keats. Son retratos a la vez que homenajes aunque, en manos de Jaeggy, nada que se le parezca a un retrato, a un ensayo, a una biografía o a un homenaje. “Empiezo a escribir suprimiendo en mi cabeza el texto desde el primer minuto”, le explica a Barba. Y también: “Cuanto más pasa el tiempo, menos cosas sé, al menos sobre mí misma. Escribo libros y luego sé que hay que hacer entrevistas pero no sé qué responder cuando me preguntan”.