Denis Fernández: “Me obsesionan las dualidades”
Autor y editor, sobre su primera novela
Jueves 08 de marzo de 2018
"En la novela conviven paralelamente dos personajes, ambos afectados por un desastre natural irreversible: la reducción del nivel del magnetismo en la tierra", explica Denis Fernández sobre Cero Gauss, que acaba de editar Notanpüan. "El futuro ya llegó, lo dijo el Indio. Estamos viviendo (como realidad) a la ciencia ficción de los setenta, los ochenta". Una entrevista de Luciano Lamberti.
Por Luciano Lamberti.
Denis Fernández nació en Lanús, en 1986. Es periodista y editor. Tiene a su cargo la editorial Marciana, que publicó a Bob Chow e Inés Acevedo, entre otros. Publicó El adiestrador de peces, Tucson, Arizona y el libro de relatos Monstruos geométricos, editado por 17 Grises, así como la novela Cero gauss (Notanpüan, 2017).
Hablamos en el bar de Eterna Cadencia de sus dos últimos libros de narrativa, de su rol de editor y de la fuerza del conurbano.
¿Cuál es tu aproximación al cine?
Hice muchos talleres de guión y también talleres de crítica de cine, en El Amante, que tenían como una escuela de crítica de cine. Yo fui a muchos talleres con Hernán Schell, con Noriega. Vos ibas y hacías un taller del cine de Lynch, el cine de Cronenberg. Después ibas al cine y entendías muchas cosas.
¿Usaste algo de ese mundo para escribir?
Por ejemplo, el cuento “Bad religion”, que está en Monstruos geométricos, lo escribí a partir de un taller de guión que yo hacía. El primer ejercicio que nos dio era armar un perfil de nosotros mismos en cinco líneas, donde podías inventar, y a eso tenías que meterlo en una secuencia, y “Bad religion” fue parte de eso. Yo estaba frustrado con la escritura, venía del taller de Pablo Ramos y pensaba que no iba a escribir más. Pero después, a partir del taller de Vanoli, algo en mí se rompió y cambié completamente. Y con él escribí la novela, Cero gauss. Vanoli me dijo que escribí muy bien, que había un estilo, pero que era muy barroco. Esa novela durmió durante casi tres años sin tocarse.
¿Y cómo se te ocurrió esta estructura bipartita de la novela?
Tiene que ver con un momento autobiográfico. Justo cuando empezaba el taller de Vanoli, venía de escribir una cosa muy empalagosa, había empezado a ir al sicólogo, y empezaron a salir cosas de una especie de doble vida que yo tenía. Empecé a narrar la parte donde yo realmente vivía versus el deseo. Después fue modificándose. Y a mucho lo tomé de Lynch. Él juega con la representación del doble en casi todas las películas: Carretera perdida, Mullholland Drive, incluso en Twin Peaks. Creo que eso quise lograr: que el personaje A transmigrara de conciencia hacia otro universo (no sé si una mente menos perturbada, pero sí a otro lugar). También me influenció mucho haber visto Enemy, la película de Villeneuve (basada en El hombre duplicado, de Saramago). Ahí hay un tipo bipolar, que vive dos realidades paralelas. No es exactamente la idea de Cero Gauss, pero sí el juego psicótico entre uno y otro saliendo de sí mismo y rompiendo la linealidad de la historia, como una especie de multiverso donde muchas posibilidades de ruptura son posibles. La búsqueda de un refugio fuera de su mundo inventado. Algo así. Me obsesionan las dualidades: cómo una persona puede sostener dos formas de ser en un mismo cuerpo. Creo que la idea del "no cuerpo" es lo que me motivó. La idea de una mente colectiva que puede recorrer un árbol genealógico, que puede pertenecer a un presente y a un pasado ancestral al mismo tiempo. Hellinger, constelaciones familiares, la teoría del doble. Y sobre todo, la idea de mutar de un alma a otra. Y otra cosa es que en mi consciencia iba cambiando, y hay algunos elementos en común que los unen. Al principio no eran primera y segunda parte, empecé a escribir medio anárquico, cuando me di cuenta tenía ochenta páginas que no tenían mucha relación entre sí y tampoco mucha lógica. No parecía una novela, eran textos sueltos, en un momento hice el trabajo de separarlos, pero no tenía sentido. Lo escribí con una especie de dualidad mental que iba de la realidad al deseo, constantemente, y un capítulo le iba contestando al otro. Después eso se deformó y empecé a mezclar todo.
Hay una cuestión que sobrevuela los cuentos y la novela que es el interés por la ciencia, por un lado, y por los animales, por el otro ¿de dónde viene eso?
Me obsesiona cómo la ciencia se puede aplicar a los pequeños momentos cotidianos. Los seres humanos tenemos la sensación de percibir un tiempo continuo. Pero entre los instantes perceptibles siempre hay un instante que no se evoca. El fenómeno del desdoblamiento del tiempo: el hombre vive tanto en el tiempo real como en el tiempo cuántico, un tiempo imperceptible con varios estados potenciales. Memoriza el mejor y se lo transmite al que vive en el tiempo real. En la novela conviven paralelamente dos personajes, ambos afectados por un desastre natural irreversible: la reducción del nivel del magnetismo en la tierra. Santiago es un financista que por un error de cálculo deja embarazada a una mujer, y en su desesperación se topa un pai umbanda que le va a mostrar el camino a la redención. El otro personaje, un joven desocupado que subsiste con la herencia de su nono, compra una planta carnívora que lo va a llevar a situaciones delirantes hasta someterse a un experimento genético liderado por científicos del conurbano que buscan alargar la vida humana. El primer cuento de Monstruos geométricos, por ejemplo, es pura invención, aunque tiene una base real. Ahí relaciono a Baba Vanga, que era una vidente, con la internet profunda, con la magnolia, con la película de Paul Thomas Anderson donde en cada pétalo está la cara de un personaje. A ese cuento lo incluí gracias a Crespi, que lo editó, y creo que cambia la lectura de todos los cuentos, que se leen como una fragmentación de ese cuento. Con respecto a los animales, también me obsesiona el hecho de que una mascota o un animal salvaje pueda interferir en las conductas humanas. En la de todos los días. Además, me interesa cómo la ciencia los utiliza para probar tratamientos y experimentos que después va a aplicar en los seres humanos, ¿no? La Oveja Dolly, las ratas de laboratorio, los experimentos de Darwin para comprender el funcionamiento del universo, de la evolución terrestre, de la genética. Eso: la genética. La mutación de los cuerpos. Cómo, a través de la clonación, se pueden traer al presente a animales extinguidos hace mil, dos mil, dos millones de años. Que se yo, estamos tan cerca de eso. El futuro ya llegó, lo dijo el Indio. Estamos viviendo (como realidad) a la ciencia ficción de los setenta, los ochenta. La tecnología no es solamente hologramas y chips y pantallas inteligentes. Hay un pasado que recomponer. Destruimos gran parte de la naturaleza, y quizás la tecnología sirva para recuperar a los seres milenarios que habitaron este suelo hace muchos muchos años. Con decirte que le creí y le sigo a creyendo al método de Jurassic Park para revivir a los dinosaurios.
¿En las novelas y en los cuentos el conflicto principal es contra el absurdo? Hay una aceptación de ese mundo. Son como personajes de Rejtman metidos en una película de ciencia ficción.
Sí, eso un poco traté de hacer. Los personajes tienen que ser pasivos. Estos flacos que soportan todo, aceptan lo que les viene y avanza. Eso es algo medio sicológico que estaba muy pasivo frente a la realidad, por eso inventé la otra historia. Fue muy fácil en ese sentido meter una realidad absurda, y deformar la ciencia, también. Hablar de Gauss, por ejemplo, un científico que inventó una unidad de medición, no sé absolutamente nada de eso pero sí que podía crear un clima de ciencia ficción, que no lo es. Fran Bitar dice algo bueno en la contratapa, que es que los escenarios no terminan de ser de ciencia ficción pero hay algo enrarecido que los deforma. Hay creada una sensación de inseguridad sobre el futuro que nos afecta y nos estresa y nos mantiene en vilo con todo lo que tenemos alrededor. Sensación de miedo constante sobre las personas que tenemos al lado, la disfuncionalidad de las familias, el ensañamiento con el dolor inerte. Como si la angustia y la depresión fueran las formas de conducta adecuadas con las que hay que lidiar para "evolucionar". Pero, ¿qué es la evolución? ¿Por qué no podríamos vivir en el campo a la orilla de un lago sin wiffi, sin la conexión inmediata a una red intrapersonal donde nos sintamos amparados? Quizás es parte de una nueva forma de religión esta, la de vivir pendientes de los avances de la ciencia y la tecnología para poder sobrevivir. En lugar de creer en Dios o en varios dioses creemos en la internet. ¿Y si mañana cae una tormenta de rayos y destruye todo? ¿Y si los polos del planeta rotan para el otro lado y se parte el centro y quedamos patas para arriba? ¿Qué hacemos en ese caso con todo lo que creamos? Nos lo metemos en el culo. Quiero decir que instalaron (quién sabe quién lo hizo) en la mente de las personas la idea de que sin los avances tecnológicos no vamos a poder seguir viviendo. Y eso es mentira. Es una ilusión.
Yo creo que lo que vos escribís termina donde empezaría la ciencia ficción. En el cuento “Guerra eléctrica”, por ejemplo.
Eso del absurdo me sirvió para ser un poco anárquico sobre la ciencia. Sin saber de ciencia, solo con investigar algunas cosas, logro que todo parezca un delirio. Por ahí fue un proceso medio de vago, ¿no? En lugar de investigar más inventé algunos datos. Hablábamos de Ubik, de Dick, por ejemplo, con personajes que tenían ¿qué era? ¿Telekinesis?
¿Por qué mucho de tus personajes van al conurbano?
Tiene que ver con algo autobiográfico, que es que conozco mucho el territorio. Mi trabajo me llevó a ir por todos lados. Hasta Solano. Estoy con números todo el día. Bueno, ahí está lo de la doble vida un poco, el deseo de la literatura versus lo otro que es mucho más opaco y llano, dos más dos siempre es igual. Hace doce años que trabajo con calculadores y excell. Son lenguajes. Los fractales: es una teoría matemática, pero en el interior de una mesa hay una estructura matemática. Pero volvamos al conurbano. Lo conozco mucho al territorio. Y a diferencia de capital federal, ahí se ve mucho más el cielo. Uno va por la calle y tiene una visión óptima de la parte de arriba. Acá siempre hay edificios. Y en el conurbano los techos son más bajos. Son escenarios más aptos para la ciencia ficción. Hay mucho descampado, por ejemplo, y eso me remite a Marte, que es algo que usamos en la editorial. Y por los viajes de Verne, el del globo aerostático. Acá todo está muy sincronizado. Allá es como todo mucho más anárquico. Hay pocas leyes, desde cruzar un semáforo en rojo hasta tener un almacén en la ventana de tu casa. Es un paisaje postapocalíptico. Y creo que ese es mi clima, más que el de la ciencia ficción. Siempre hay un desastre inminente, el sol está rajando la tierra, o hay una invasión de cucarachas. Algo que dice Bob Chow, él tiene esa versión futurista de la variación de identidades de una persona de que en un momento del futuro no vamos a tener DNI, y ni siquiera nombre, y todo se va a empezar a mezclar. A veces pienso que en el conurbano puede haber gente sin identificación y no pasa nada, nadie los va a ir a buscar. Hay lugares inaccesibles. Y la cantidad de descampados que hay. La desolación es mucho más abrumadora, allá. Pero la gente la acepta mucho más. Salís después de las diez de la noche y no hay nada.
¿En tu adolescencia te llegaba a Lanús lo que se estaba escribiendo?
No, lo descubrí mucho después. Mi casa no era un lugar donde hubiera libros. Mi viejo leía policiales, que nunca me gustaron. Llegué a la literatura por un amigo. Y después gracias al taller de Vanoli, que me mostró los contemporáneos. Leí a Samanta Schweblin, a Falco. Ahí se me rompió el idealismo de Sartre con su mujer en París escribiendo en un departamento de dos ambientes. Ahí me di cuenta de que estábamos acá, estábamos en la góndola de un supermercado. Después se me hizo difícil volver a los clásicos.
¿Para vos las redes sociales van a tener alguna consecuencia sobre la literatura?
Creo que intentó tenerla en algún momento. Hubo un momento de apogeo. La “Alt lit”, que llegó hasta acá. Los blogs. Los twitter / poet, que vienen de esa red. Yo creo que la modificó a nivel de llegada a las masas y a la juventud, también. Creo que ahora hay mucha más literatura juvenil que hace diez años. Queda un lugar me parece más culto donde los autores se dan cuenta de dónde está la calidad literaria, donde está la posta. Muchos leen basura tecnológica. No sé si en otra época hubo tantos escritores. Yo me veo a mi mismo, digo, ¿cómo llegué hasta este lugar? No sé cómo funcionaba antes. Yo el libro de Inés Acevedo la mitad lo vendí gracias a Instagram. Con la memoria idealista que tengo yo del escritor medio lo repelí. Me decía: ¿están comprando el libro porque es bueno o porque fue furor en Instagram? Dio la casualidad de que Inés ya tenía un nombre y algunas personas estaban esperando el libro suyo. Fue el bestseller de la editorial. Agotamos 500 en tres, cuatro meses.
¿Cómo elegís a los autores de la editorial?
En general los voy a buscar. De Bob Chow había leído El momento de debilidad y me había fascinado. Con Diego Vargas lo mismo. Lo mismo con Inés. Lucila Grossman no, Lucila me escribió ella. Ahora lo publican en Chile. Ella me escribió, Godoy me la recomendó, había leído la novela. Siempre busco que responda a una estética. Si el libro pienso que yo no lo podría haber escrito, no entra. Mapas terminales tenía otra estructura, incluso otro nombre. Se modificó mucho todo eso. Pero yo decía: esto lo puedo escribir yo. Lo mismo con Chow, y con todos. A él cuando lo conocí yo no tenía casa, no tenía logo, no tenía tapas, no tenía nada. Y él me dijo: Voy a publicar con vos porque sos el editor sin casa.
¿Qué sale en Marciana este año?
Sale la reedición de Las mellizas del bardo, de Vanoli, que creo que le va a cambiar el título. Francisco Cascallares, un libro de cuentos que se va a llamar Un mundo exacto. Después Esteban Castroman, una novela corta muy linda que se va a llamar Las rocas y las bestias. Voy a publicar las cuatro obras de teatro de Agostina Luz López, que se va a llamar Animal romántico. La idea es sacar el libro para el estreno de su última obra. Y para el 2019 ya tenemos un libro que se va trabajando despacito que es sobre Rejtman. Yo siempre tuve la idea con Fernando Krapp de hacer libros sobre cine. Yo tengo en mi cabeza la entrevista que le hace Truffaut a Hitchcock. Y salió lo de Rejtman a partir de Chernov, que es su productor, entonces queremos hacer entrevistas largas, sesiones extensas, con su voz pero escrita por otros. Va a tener mucho material de archivo, imágenes, storys de las películas.