Cómo publicó su primer libro Franz Kafka
Lunes 13 de mayo de 2024
Con unos breves textos en prosa se lanzaba al mundo editorial el escritor nacido en Praga en 1883 y fallecido en 1924. Le había pedido a su amigo Max Brod que le presente a un editor.
Por Valeria Tentoni.
Nacido en 1924 en Praga, este 2024 se cumplirán cien años desde la partida de Franz Kafka, muerto a causa de una tuberculosis en junio de 1924. Hijo de Julie Löwy y Hermann Kafk, figura que lo empujó a doctorarse en Derecho, Franz dejó cuentos, novelas, aforismos, una enorme cantidad de cartas y dibujos.
Escribió en lengua alemana y casi todas sus obras, clásicos como La metamorfosis, América, El proceso o El castillo, fueron publicadas póstumamente desde 1925 y a instancias de su amigo desde que eran estudiantes en la Universidad de Praga, Max Brod.
En vida, sin embargo, sí que llegó a ver su nombre en letras de molde. El primer libro de Franz Kafka se llamó Contemplación y se publicó en 1912, cuando él tenía 29 años de edad y estaba en pleno noviazgo con Felice Bauer –con quien intercambiaron unas 500 cartas en las que le propone matrimonio dos veces y cumple ninguna, o le cuenta que es vegetariano y le tiene miedo al teléfono.
Durante un viaje de verano a Alemania, Kafka le pidió a Max Brod que presentara su libro a los editores Ernst Rowohlt y a su socio Kurt Wolff, de la editorial Rowohlt de Leipzig. En septiembre, los editores aceptaron la propuesta de publicar estos textos breves que el autor de Carta al padre había escrito entre 1903 y 1912.
“Agradezco desde el fondo de mi corazón su interés por mi pequeño libro”, envió Kafka por correo a sus flamantes editores al recibir la noticia y una prueba de galera. “No sabría expresar más rápido y con una carta lo suficientemente certificada mi aprobación de las características gráficas”. También en ese correo pedía cambios en el orden de los cuentos e incluía uno más reciente.
La tirada fue de 800 ejemplares. Brod, amigo fiel, y a quien Kakfa dedicara el libro bajo sus iniciales, fue el primero en reseñarlo en un semanario literario de Munich. La siguiente reseña apareció en una revista berlinesa.
“El viento transita los agujeros que nosotros y nuestros contornos plegables dejamos abiertos”, se lee en uno de los breves textos. Había otros todavía más breves que ese. “Los árboles”, en traducción de Francisco Zanutigh Núñez y edición de Losada, dice así:
“Porque somos como troncos de árboles en la nieve; en apariencia, están puestos lisos sobre ella, y con un pequeño empujón uno debería hacerlos correr. No; no es posible, porque están fuertemente unidos al suelo. Pero mira... esto es, inclusive, solo aparente”.
Eterna Cadencia Editora también publicó uno de sus textos de iniciación: El desaparecido, en traducción de Mariana Dimópulos: “Quien quiera entender la narrativa de Kafka, verá en este libro el inicio de temas, constructos, estilos y espacios que predicen lo que vendrá”, explica la traductora. “Kafka se muestra ya en esta primera novela como el gran estilista que fue, de la palabra y del pensamiento”.
“El camino es infinito, no hay nada que quitar, nada que añadir y, sin embargo, cada uno agrega todavía su propia vara infantil”, supo Kafka un tiempo después, enfermo y con licencia médica, en uno de sus aforismos. Pero faltaba por entonces mucho para que conociéramos todo lo que Kafka había agregado, en la soledad de su escritorio, a las bibliotecas del mundo.