María Lobo nació en 1977 en Tucumán. Estudió Comunicación y obtuvo el título de Doctora en Humanidades en la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), donde ejerce la docencia.  

Ha publicado las novelas El interior afuera, Los planes y San Miguel (Finalista Premio Nacional de Novela Sara Gallardo), y las colecciones de relatos Santiago y Un pequeño militante del PO. Por su última novela —Ciudad, 1951, publicada por Tusquets—  ha sido distinguida con el Premio de Novela del Fondo Nacional de las Artes 2022. 

Le pedimos que comparta el recuerdo del momento en que se convirtió definitivamente en una lectora, y esto fue lo que nos envió: 

En la escena de mi primera lectura aparece, en un lugar central, la figura de mi abuela Yeya. Y quizás no sea una experiencia de lectura sino algo más parecido a la conquista de un superpoder. Mis padres estaban de viaje y ella había quedado al cuidado mío y de mis dos hermanos. Vivíamos en una zona muy alejada del centro de Tucumán, de modo que en esas situaciones que salían de lo cotidiano venía siempre implicada una dimensión de aventura. Quizás por esa razón lo recuerdo así. En perspectiva. Es un recuerdo exagerado. La escena transcurre en la noche, en el cuarto que compartíamos con mi hermana. Mi abuela está sentada a los pies de la cama y yo, a punto de dormir, sigo con la luz encendida y el libro de lectura. Acababa de empezar mi primer grado. Yo no sabía leer. Pero quería: quería saber. En la perspectiva del recuerdo, estoy pidiéndole a mi abuela si puede leerme el poema de Juana de Ibarbourou otra vez. Y sé que lo hago con la intención de acercarme a ese saber que no tengo pero que necesito porque lo imagino como un superpoder. Tengo la idea de que, si mi abuela me lee el poema infinitas veces, lo aprenderé. Recuerdo ese instante. Estoy tratando de experimentar una sensación. La sensación de saber leer.