Aniversarios y balances: editoriales nacidas post 2001
Entropía festejando sus 20 años en la FED
Lunes 16 de diciembre de 2024
Sellos independientes argentinos apuestan por la persistencia en un contexto económico adverso, similar al que las vio nacer: “La actual coyuntura histórica nos pone frente a un desafío de los más difíciles de los últimos años”.
Por Valeria Tentoni.
Veinte años no es nada, canta el tango, aunque no parece. Como en una espiral, este 2024 fueron varios los sellos que celebraron aniversarios de números redondos en un escenario de números en rojo. Hijos milagrosos de la crisis y la recesión, se han mantenido independientes y abonando catálogos de indiscutible importancia para el ecosistema literario argentino. Ante mejores y peores contextos, diseñando distintas estrategias para mantenerse a flote, pero siempre firmes.
Entre los sellos que este año, que va llegando a su fin, celebraron dos décadas de vida está Entropía, fundada en un principio por Valeria Castro, a la que pronto se sumaron Gonzalo Castro, Sebastián Martínez Daniell y Juan Nadalini. “Entropía nace en el 2004. En esos días, el recuerdo de la crisis de 2001 era muy vívido, todas las catástrofes eran muy recientes. Pero, al mismo tiempo, la salida de la convertibilidad había abierto un panorama no diría próspero pero sí alentador para el surgimiento de emprendimientos culturales que viniesen a ocupar lugares que durante la década del noventa habían sido, en el caso editorial, hegemonizados por los sellos españoles”, explica Martínez Daniell, además de editor, docente y escritor de libros como Dos sherpas.
“En los noventa consumíamos muchísimos libros que venían desde España, y eso en el 2001 se termina. Así se abre el espacio para la aparición de una camada de editoriales independientes entre las cuales está Entropía y tantas más, desde Adriana Hidalgo hasta Eterna Cadencia, Beatriz Viterbo, InterZona, Tamarisco, Bajo la luna, Mansalva... Un montón de editoriales surgen en esa década y establecen una suerte de movimiento cultural en torno a la edición y la publicación, también a la distribución de libros, que rompe un poco el esquema que se venía manejando hasta ese momento”. Con libros de autores como Romina Paula, Roque Larraquy, Iosi Havilio, Virginia Cosin, Laura Wittner o María Negroni, y traducciones como las de Werner Herzog, Entropía llegó a sus veinte años con cien libros publicados. Martínez Daniell destaca, de estos años, el factor humano: los vínculos valiosos que genera un proyecto de estas dimensiones. “Estos veinte años fueron años de experiencias muy gratificantes, pero también han sido años de muchísimo trabajo, que muchas veces es ríspido, tedioso y exige muchas horas a cambio de pocas gratificaciones materiales. Si bien hay gratificaciones de otro orden, no hay por qué romantizarlo. Y esto tiene que ver con la viabilidad de proyectos como este en un país como el nuestro: en Argentina, quienes nos dedicamos a la edición independiente muchísimas veces tenemos que recurrir a otro tipo de trabajos para sostener la economía familiar. En ese sentido, la actual coyuntura histórica nos pone frente a un desafío de los más difíciles de los últimos años. Por solo mencionar dos variables, las más obvias e incontrovertibles, en este momento se da la conjunción de un enorme incremento en los costos de producción de los libros, algo que se ha venido profundizando en los últimos años. Desde mediados de 2018, los precios de la imprenta se dispararon demencialmente. Y además se produce en los últimos meses una segunda variable que es muy clara: la gran caída de las ventas de libros en librerías, en ferias y a los organismos públicos, que directamente tienden a la extinción. Frente a eso no queda mucho más que seguir buscando estrategias de supervivencia y tratar de ir ajustando los proyectos al grado en que puedan ser sostenibles”, agrega.
El año pasado, Eloísa Cartonera había alcanzado la misma edad que Entropía: fundada en 2003 como una iniciativa de Washington Cucurto, Fernanda Laguna y el artista y diseñador Javier Barilaro, al día de hoy continúa publicando libros y generando réplicas cartoneras en todos los países de Latinoamérica. Ese quizás sea uno de los proyectos que mejor retratan ese momento de ebullición editorial y catástrofe económica, en ferias como la FLIA. Entre sus antecedentes se puede contar al Proyecto VOX, de Bahía Blanca, fundado en los años noventa y concentrado en la poesía y en las artes visuales, con una revista y con libros de pequeño formato. Su editor, Gustavo López, sigue activo todavía, unas tres décadas después, con nuevas colecciones en VOX/LUX. Un panorama pormenorizado sobre el puente de los noventa a los primeros años dos mil puede leerse en Cartografía argentina de la edición mundializada, de Daniela Szpilbarg (Tren en Movimiento Ediciones), del que publicamos un extracto en este blog.
Betina González en la celebración de los 20 años de Gog & Magog
Veinte años también acaba de cumplir Gog & Magog, sello de poesía y ensayo fundado por Julia Sarachu, Laura Lobov y Miguel Angel Petrecca en 2004, quienes se conocieron en la Beca Antorchas. “Era un momento en el que no había tantas editoriales independientes como ahora, y para publicar había solo sellos de renombre”, explica Vanina Colagiovanni, desde hace varios años al frente del sello. “Como pasa siempre después de una gran crisis como la de 2001, era un momento de mucha efervescencia. Todos teníamos trabajos muy precarios, pero había muchas movidas. Fue un momento de eclosión ligado a la falta de perspectivas y a las ganas de hacer cosas”.
Mientras que Entropía celebró en el marco de la FED, Gog & Magog hizo lo propio en el JJ Circuito Cultural. Junto con Sarachu y Lovob, actualmente radicada en Uruguay, Colagiovanni organizó una fiesta de aniversario a la que invitaron a leer a los autores de su catálogo: por el escenario pasaron poetas como Laura Wittner, Eduardo Ainbinder, Betina González, Daniela Pasik o Daniel Durand. De fondo circulaba un carrusel de portadas con nombres como el de María Negroni, Blanca Varela o Fabio Morábito. En estos veinte años, y desde la dirección de Colagiovanni en especial, el sello ha ido mutando: “Busqué empezar a pensar la editorial como un proyecto que pudiera sostenerse en el tiempo, a profesionalizarla; mantener la excelencia que siempre tuvo en el catálogo, pero también generar una veta más comercial para que pueda ir creciendo y así mantener nuestros caprichos de edición. Se adaptó el logo original, se hizo un rediseño de las tapas, se armó una página web, comenzamos a trabajar con distribución en Argentina, Chile, México, Uruguay. Cambiaron también las colecciones: inicialmente, la editorial fue reconocida como una editorial de poesía, y eso nunca se va a dejar de lado, pero sumamos traducciones. Julia Sarachu está haciendo ahí un laburo increíble con literaturas eslavas, Miguel Ángel hace las traducciones del chino, y después hay traducciones del italiano, del francés o del inglés con distintos traductores. La colección Otras prosas se inició con El idioma materno, de Fabio Morábito, y nació con la búsqueda de escrituras de no ficción que no tengan un género tan determinado. Los libros de ensayo de Betina González, por ejemplo, están en esa colección. Otra colección que creció mucho en estos años es la de narrativa, donde hay libros de Eduardo Halfon, Juan Villoro, Sergio Chejfec. Y la última colección que lanzamos es la de biografías, que arrancó con la de Juana Bignozzi y ahora sigue con la de Irene Gruss y la de Edgar Bayley”.
Para Adriana Hidalgo, el aniversario fue de veinticinco, y de quince para su sello especializado en libros ilustrados, Pípala. Mientras que AH renovó completamente su diseño, Pípala también tuvo sus mutaciones. “Pípala nace de una sensación de faltante, de ir a librerías y no encontrar libros que me produjeran la sensación que me producían los libros cuando era chica”, explica Clara Huffmann, su editora. Fundada en 2009, cuenta que la búsqueda comenzó a ampliarse del libro álbum a una impronta también juvenil, de prosa, de libros informativos, libros silentes y libros de cartón para bebés. En su catálogo hay firmas como las de Magali Le Huche, Sabina Álvarez Schürmann, Mariano Díaz Prieto o Alex Cousseau.
“Ahora estamos publicando tal vez menos libros que antes, estamos un poco achicados ante la realidad que nos aqueja a todos y a todas. Pero, también, esto es así por una pregunta que me acompaña en estos años como editora, sobre la tensión entre la sensación de estar publicando libros que estamos convencidos de que tenían que ser publicados y la energía del mercado. Ir a librerías o a una distribuidora y que te pidan sacar siete libros por cuatrimestre porque, si no, no te pueden mostrar, o se supone que se olvidan de tu sello: una cuestión real de cómo funciona el mercado editorial y librero. Yo sentía que había algo externo que nos dictaba los tiempos. Ahora nos estamos rigiendo más por los nuestros, por nuestros deseos y necesidades, algo que podemos hacer gracias a todo lo construido en todos estos años. Eso permite que nos pongamos más selectivos, más exquisitos. No quiero decir que hayamos publicado libros de más, sino que había un apuro que quizás no era nuestro”, deja como balance Huffmann.
Mientras tanto, la caída de ventas en librerías sigue su curso. Los sellos preparan sus novedades de fin de año con la esperanza puesta en Navidad, y repiensan sus catálogos 2025 de cara a un panorama económico que no parece prometer mejoras inmediatas. Apuestan, robándole un título a Milena Busquets, en la esperanza de que también esto pasará.