Ajo: "Uno tiene que saber defender lo que escribe"
La micropoetisa visita Buenos Aires por primera vez
Jueves 18 de enero de 2018
Figura clave del under madrileño, se presentará en Buenos Aires cruzando música y micropoesía: "Me gusta utilizar la menor cantidad de recursos posible a favor de la mayor efectividad", dirá en esta entrevista, donde avanza además qué ocurrirá el miércoles próximo, gratis, en la librería, entre ella, Judit Farrés y Julieta Venegas. "La micropoesía es un poco poesía fuera de la ley".
Texto Valeria Tentoni. Fotos Manuela Martínez.
Ajo se detiene frente a la pila de libros de Clarice Lispector y levanta uno: Las palabras. Lo abre en cualquier parte y dictamina: "¡Son micropoemas!". ¿Y quién mejor que ella, la micropoetisa por excelencia, para certificarlo? Lee, de la autora de La hora de la estrella, por ejemplo: "No se cuenta todo porque todo es una nada hueca".
La artista española está de visita por primera vez en Buenos Aires, donde dará sus shows junto a Judit Farrés y Julieta Venegas como invitada en Niceto Lado B. Además, harán versiones acústicas e íntimas en espacios como Eterna Cadencia (el miércoles 24 a las 19:30 y gratis). Figura clave del under madrileño, es autora de cuatro libros de versos, uno de fotografías (Bello público) y aclara que viene del punk, del rock, y no de la academia. "Yo me acerco a la literatura como supervivencia y para ampliar los horizontes", dice. Además de formar parte de bandas como Mil dolores pequeños, impulsó en España festivales de música y poesía experimental, ideas que “importó” de sus viajes a Londres y a Berlín.
Es rápida y astuta para contestar, su cuerpo tan inquieto como su mente: de buenas a primeras puede ponerse de pie, explicar las cosas con las manos, con las piernas, hasta con la espalda.
El show que traen es una cruza de música y poesía. Vos comenzaste haciendo música punk, ¿no?
Sí, Judit me va mandando música de todo tipo y yo voy transitándola. Unas veces canto, otras recito, voy haciendo. El nuestro no es un espectáculo punk, pero sí que tenemos interiorizadas las máximas del punk: súbete a un escenario y haz lo que quieras hacer. Después, los resultados son con desigual fortuna, pero hemos conseguido hacer un microshow muy particular y muy especial, muy nuestro; no hay nadie en España que haga lo que hacemos nosotras. Hay gente que recita, pero no este medio camino que hacemos entre la música y la poesía, es como una especie de cabaret. Muy divertido.
¿Los textos los llevás elegidos al show?
Tengo varias modalidades. Antes los llevaba a todos escritos, y se me han ido perdiendo, afortunadamente, muchos papeles. Entonces ahora llevo los cuatro libritos y voy eligiendo, un poema me lleva a otro poema. Improviso, porque la micropoesía lee en el presente, y al micropoema le pasan muchas cosas: un mismo micropoema dependiendo de cómo esté tratado musicalmente o te hace reír o te encoge el corazón. No son fijos. Depende mucho del tono, de mi estado de ánimo de ese día, no hay nada ensayado. Tiene que haber mucha comunicación entre los que participemos, comunicación y empatía. Te vas intuyendo, y ya no necesitas pactar los finales de las cosas ni los principios ni nada. Es una especie de magia.
¿Y cuándo te subiste a un escenario por primera vez?
En el mil novecientos y pico, hice de flor en mi colegio y bailé el Kasatschok cuando tenía cuatro o cinco años. Pero después más ya cuando me fui a Madrid. Yo soy del norte de Palencia, y me fui a los 17, en plena movida madrileña. Conocí a unas amigas e hicimos un grupo que se llamaba Espérame afuera, no tengo fuego, uno de los primeros grupos de chicas de Madrid. Después hice otro grupo con mi entonces pareja, Javier Colis, Mil dolores pequeños. Conseguimos sacar cuatro discos. Lo que pasa es que era música experimental y en aquél momento no sé entendió lo suficiente.
¿Y el grupo de chicas lo armaron en qué contexto? ¿Cómo eran las cosas para las mujeres por entonces en España?
Ya con nuestros 18, 19 años teníamos conciencia de género. España en ese momento amanecía a lo que casi llega a ser, porque ahora está todo interrumpido, desde hace unos años, con la mal llamada “crisis” esta que no es una crisis sino la revolución de los ricos. Lo único que han hecho es crear un estado que no es de pobreza, es de precariedad, y se está haciendo muy difícil realmente. Pero en ese momento la movida estaba explotando, era todo muy permisivo, un momento que me alegro de haber vivido. Fue un espejismo, un poco, porque ahora está casi todo prohibido, como en todo el mundo. Yo estaba deseando ser mayor para hacer lo que me diera la gana, ¡y ahora soy mayor y puedo hacer menos cosas que cuando tenía 16 años! Me parece una estafa increíble todo esto.
La estafa del futuro.
Sí, del futuro, ¡pero si sólo hay presente, déjame de futuros! Tenés un micropoema que toma aquello de "la poesía es un arma cargada de futuro", ¿no? Sí, la micropoesía es un arma cargada de pasado imperfecto. Muy imperfecto. A mí el futuro me parece una estafa, básicamente. Es una cosa que nunca llega, y el pasado ya pasó. En realidad, el futuro perfecto es el presente. Es cuando estás accionando, cuando tienes la oportunidad de cambiar tu metro cuadrado, y eso no se hace en el futuro. Eso se hace cuerpo a cuerpo, en el día a día, el activismo es eso. El futuro lo llevas tú en las uñas. Eso es lo que creo yo ahora, nos han dado mucho el palo con el futuro. Además, ni se va vestido de plateado, ni se va en nave, ni está lo de la doble ubicuidad, ni nada, que es para lo que yo esperaba el futuro, entonces he decidido que el futuro, en realidad, es el presente. Y a tomar vientos.
¿Y por qué la poesía habilita el contacto con el presente?
Es una manera de hacer filosofía, la poesía. Reúne todo lo que piensas, lo que sientes y lo que quieres hacer ver de ti, entonces me parece que conecta mucho con el presente de cada persona. Y cuando más honesto seas, y más personal sea, más fácil que cada uno conecte con quien está en idéntica situación.
¿Recordás cómo te acercaste a la poesía?
Me he acercado a la poesía a través de amigos poetas que tenía. En mi época de estudiante, yo lo único que quería era salir de Saldaña, porque si iba a pasar algo en algún sitio no iba a ser ahí. Me fui a Madrid, después me fui a estudiar idiomas, a Londres inglés mientras trabajaba. Regresé y me fui a Berlín en autoestop con una amiga, a estudiar un poco de alemán y a ponerme en contacto con mi contemporaneidad. Madrid te ponía en contacto con el mundo, porque era una ciudad muy muy abierta, a donde llegaban grupos de todo tipo. Había una línea muy fluida de comunicación. En Berlín fui a un festival experimental, me parecía maravillosísimo. Once años más tarde, como nadie lo hacía en España, acabé haciéndolo yo. Armamos un festival que se llamaba Experimentaclub, y después armamos otro de poesía. Lo que te hace viajar es ponerte en comunicación con los contemporáneos que están haciendo cosas y tú exportas esas costumbres y vas consiguiendo tips de otro sitio.
¿Viajaste mucho?
Una vez que me he dedicado a la micropoesía he viajado muchísimo, he estado con los microshows en Nueva York, en Nicaragua, en la República Dominicana, en Uruguay. Es mi primera vez en Argentina, eso sí.
Tenés unas comillas tatuadas ahí en la muñeca. Trabajás mucho con la gestualidad: ¿cómo decidiste que el cuerpo tenía que acompañar las palabras?
Es que el cuerpo ya es un lenguaje que te sale sólo, es el lenguaje no verbal. Es un lenguaje superior al verbal. En el lenguaje verbal siempre hay unas intenciones que el lenguaje gestual e intuitivo realizan por su cuenta. Te das cuenta mirando a la gente cuando camina por detrás, es una cosa que a menos que te quedes cojo mantienes durante toda tu vida, la postura que uno tiene por detrás, porque por delante uno ya interviene, ya quiere molestar, pero por detrás, como no te ves, estás abandonado a lo que eres. Y por detrás siempre es muy fácil reconocer a la gente, los andares son una cosa muy difícil de modificar.
¿Tuviste formación en teatro?
No, hice teatro aficionado, pero he sido taquillera en un teatro y he visto mucho, durante diez años. En Madrid. Todos los días hacía fotos a gente a través de la taquilla, durante cuatro años. Llegué a tener 1200 fotos. Hicieron un libro, tengo a todos los actores de esa época, tengo a los camellos del barrio, tengo a los indigentes, a las niñas. El libro se llama Bello público, lo sacó La fábrica.
Tenés cuatro libros publicados, ¿cómo los escribís?
Voy escribiendo en papeles, tengo anotadores y luego los voy perdiendo y eso me frustra. Leopoldo Alas, un amigo por quien empecé a ser micropoetisa, con todas las cosas que decía mientras estábamos tomando un mezcal o un tequilita o lo que fuera cuando salíamos las anotaba en un post it y me las metía en el bolso, porque sabía que yo no las iba a apuntar en ese momento y al día siguiente iban a estar olvidadas. Entonces llegaba a mi casa y al día siguiente abría la cartera y tenía un montón de cosas, de frases que había dicho, versos, líneas a partir de las cuales muchas veces he seguido. Pero sí, apunto cosas, es lo que hago, no me siento a escribir.
¿Y los libros cuándo los das por terminados?
Los libros se abandonan: ya está, ya no quiero mirarlo más, se acabó. Se abandonan. Si no, estaría uno revisando y revisando, buscando la maldita perfección, y la perfección no vale para nada. Si lo puede hacer una máquina, no me interesa.
¿Reconocés antecedentes en la micropoesía?
El término es relativamente nuevo, no me lo quiero adjudicar porque no estoy segura. Lo que sí, se ha practicado mucho micropoemas, los hay brasileros, mexicanos, pero todo ese tema lo lleva mi mala memoria así que no te puedo hablar de ellos. Cuando empecé a buscar micropoemas en Google en el año 2003, me corregía y me decía: "¿Quizás usted quiso decir "micropenes"?", y me dije que no puede ser que haya más personas buscando micropenes que micropoemas, así que me propuse invertir la tendencia. "Micropoetisa", ese término sí que es mío, porque a nadie se le ocurre llamarse menos de lo que es, todos quieren ser megaultrapoetas, pero a mí me gusta la esencia de las cosas, me gusta la economía. Me gusta utilizar la menor cantidad de recursos posibles a favor de la mayor efectividad. Decía Pascal, el filósofo francés, al terminar: "Disculpen ustedes que les haya escrito esta carta tan larga, no he tenido tiempo de hacerla más corta". Condensar requiere mucho tiempo.
¿Es un asunto de extensión?
No, es de vocación, más bien. Cuanto más corto, mejor, pero no tiene una medida. La micropoesía es un poco poesía fuera de la ley. Es como una forajida de la poesía, que hace lo que quiere, cuando quiere. A veces rima, a veces no. La micropoesía lo que tiene que tener es un poco de doble filo, que haya varias capas que se puedan leer. Y hay una vocación de que te entiendan, eso es importante, hacerte entender, hay poco artificio.
En muchas entrevistas aclarás que no sos una académica.
La poesía siempre se ha defendido desde la oralidad, desde el hablarlo. Uno tiene que saber defender lo que escribe. Tiene que saborear las palabras, y a partir de allí es una manera de comunicación maravillosa. La voz, la mirada, cómo pronuncias determinadas palabras, esas son herramientas que uno tiene más a favor de la poesía. Y lo que la hace popular. Porque si no a veces uno se queda prisionero en intelectualidades. A mí me interesa entender los universos.
¿Y qué universos te han interesado?
Los de Clarice Lispector, Alejandra Pizarnik, Gloria Fuertes, Sylvia Plath, Anne Sexton... Me interesa mucho la perspectiva de las compañeras. Sé que a muchas de ellas los maridos, a veces también poetas, o los propios editores, las intentaban edulcorar para que lo que escribían fuera más "femenino", con todas las comillas posibles, y no tan salvaje, abrupto, instintivo. Todo el patriarcado puesto al servicio de que se suavice eso, ¡no vayan a coger la costumbre el resto de las compañeras de decir lo que sienten! Que es lo que está pasando ahora, y se les está acabando el puto chollo.
¿Qué les dirías a los poetas que son tímidos, a los que les cuesta leer en público?
Ya, lo entiendo, pero la timidez en el fondo es un exceso de darse importancia. Yo entiendo que te da nervios hasta que controlas, pero hay que empezar, no se puede escudar en la timidez, dios-mío-qué-van-a-pensar. Mira, lo que van a pensar, es lo que eres, entonces tu de lo que te tienes que ocupar es de que haya la menor distancia posible entre lo que quieres ser, lo que parece que eres y lo que eres de verdad. Cuando estas distancias sean planas, puedes salir perfectamente a un escenario y hacer lo que te salga de manera honesta.
¿Te acordás de la última vez que sentiste vergüenza?
No... Ajena sí, que es una cosa muy española, sentir vergüenza por otro. Pero no, la vergüenza es un sentimiento que nunca he tenido, o si lo he tenido ha sido muy pocas veces, y aparece cuando te das mucha importancia. Lo desactivo a través de pensar en eso.