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"Todo escritor tiene que lograr escribir con o sin inspiración"

Ph | Marcelo Correa

Ana Paula Maia

Así en la tierra como debajo de la tierra, la segunda novela de la carioca Ana Paula Maia al castellano, acaba de llegar a librerías: conversamos con ella acerca de las cacerías humanas y la crueldad penitenciaria que ocupan su libro, pero además de literatura brasilera y de su disciplina a la hora de desarrollar su proyecto, uno en el que los personajes cruzan de libro a libro.

Por Valeria Tentoni.

"Al final somos todos libres, porque al final estamos todos muertos", se lee en el epígrafe de la segunda novela de la carioca Ana Paula Maia que publica Eterna Cadencia Editora, con traducción de Cristian De Nápoli. Lo curioso es que esa línea, además, es una de las que pone en la boca de Bronco Gil en esa misma novela, Así en la tierra como debajo de la tierra, y que a Bronco Gil ya lo conocíamos desde la anterior, De ganados y de hombres. Pero mientras en aquella Bronco Gil era uno de los personajes satelitales del matadero en el que Edgar Wilson trabajaba como aturdidor, aquí es uno de los reclusos de esa colonia penitenciaria siniestra que Maia construye. Está ubicada en las afueras, sobre un cementerio de esclavos, y allí a cualquiera le puede tocar una buena noche ser presa del director, Melquíades, un hombre que practica el tiro al blanco con seres humanos: si la imaginación del lector no alcanza a ver esas escenas tremendas, se puede ayudar con las de Langosta, película del griego Yorgos Lanthimos, o las del videoclip de Alt-J, "Hunger of the pine".

Parte de un proyecto que podría convertirse en trilogía, la trilogía del confinamiento, Así en la tierra como debajo de la tierra no es la última novela de Maia: la próxima y séptima, si bien no hace juego con las anteriores, ya está terminada. Conversamos con ella vía Skype alrededor de la disciplina con que escribe y de ese universo masculino y brutal al que dedica sus páginas, entre otras cosas.

 

Bronco Gil es un personaje que aparecía ya en tu libro anterior, ¿cómo ideaste esta continuidad?

A mí me interesa hacer un seguimiento de los personajes que me gustan más. Bronco Gil me resultó muy rico cuando lo trabajé en De ganados y de hombres; quería tener un personaje indígena, yo tengo sangre indígena a mi vez, y decidí escribir la historia de ese cazador. Y hay un personaje en De ganados y de hombres, el aturdidor, Edgar Wilson, que ya estaba en otros libros míos antes de aparecer en ese. Así los personajes se van encontrando, es algo que ocurre mucho en las cosas que escribo. Es una manera de crear un universo. Los espacios también son muy parecidos, la gente, la forma de hablar, su posición ante la vida. Es un proyecto literario. Este es mi sexto libro, y en casi todos hay interferencias de este tipo, cruces; a veces una frase que está en un libro se abre más tarde en otro y se desarrolla. 

En este último, incluso, es una línea de diálogo del propio Bronco Gil la que se usa de epígrafe.

Sí, nunca había hecho algo así, me encantó la idea, me dije ¿por qué no?

Siempre se te pregunta por el trabajo casi exclusivo con personajes masculinos: vamos a preguntarlo una vez más, ya que en esta novela no hay una sola mujer.

Escribo siempre sobre hombres. Solamente en mi segundo libro había una mujer, entre veinte hombres. Era un personaje importante, pero lo cierto es que a mí me gusta mucho escribir sobre el otro género. Es una posibilidad de vivir otra cosa. El espacio de mi ficción es uno muy masculino, un espacio en el que suelen vivir los hombres; no hay muchas mujeres en esos terrenos. En mi próximo libro, que ya está escrito, también es así; hay una mujer pero tiene una aparición menor. A mí me gusta escribir sobre personajes casi primitivos, no me interesan mucho los personajes urbanos, de ciudad, sino este tipo de hombre más primitivo. Y quizás por eso es que no aparecen mujeres, porque busco algo más salvaje, más rústico. Y en casi todos mis libros hay también algún animal importante para la historia. En este libro hay un jabalí, un animal muy feroz y peligroso.

Dijiste que parte de tu proyecto literario es escribir  historias en locaciones en las que nadie querría vivir, lugares difíciles de soportar; en este caso se trata de una cárcel alejada.

En la anterior también era un espacio delimitado y cerrado, el del matadero; y ahora tenemos este espacio cerrado también, espacio de confinamiento pero de hombres, ya no de animales. Pienso en escribir una trilogía del confinamiento, pero mi próximo libro no trabaja sobre eso así que no lo sé. Me interesa escribir sobre espacios cerrados, con pocos personajes: me permite trabajar mejor. La primera vez que lo hice fue, en efecto, en De ganados y de hombres.

¿Cómo trabajaste el diseño de esa cárcel? En el libro hay muchas reflexiones sobre la reclusión cercanas a las posiciones del abolicionismo.

A mí me interesaba hablar del confinamiento de hombres, pero no me servía una prisión urbana, una edificación corriente. Me interesaba escribir sobre algo más rural, y por eso tomé la idea de la colonia penal. Hay colonias penales en Brasil, pocas pero las hay. Donde vivo ahora, en Curitiba, capital del estado de Paraná, hay una, la Colonia Penal Agrícola. No la pude visitar pero sé que existe y está en actividad. Este tipo de espacio estaba más cerca de las cosas que me interesan. Dentro de ese espacio puedo trabajar mejor las relaciones humanas, eso habilita más capas de lectura. Al escribir sobre las cárceles se escribe a la vez sobre cómo la sociedad vive, sobre sus valores, sobre las personas que están dentro y fuera de ella. El libro es una alegoría.

En la novela anterior, las víctimas de la cacería eran los animales; en esta, los hombres. El personaje de Melquíades caza personas, ¿cómo imaginaste esa secuencia?

A mí me gusta mucho escribir sobre cazadores, no es un tema muy común en Brasil. Y un hombre que caza hombres era una cosa mucho más primitiva que lo anterior, hombres cazando animales. Los animales cazan animales para su supervivencia, pero a mí me interesaba mucho este cuadro en el que no se cazaba por otro motivo que por crueldad. Pero, además, en el lugar en el que está situada la colonia penitenciaria de la novela, esto ya había ocurrido anteriormente: ellos están sobre un cementerio de esclavos. Y a los esclavos se los cazaba también, se los mataba de maneras muy cruentas, y yo quería traer estas historias al presente del libro.

Decís que tenés orígenes índigenas; leí que en la zona donde vos naciste, Nova Iguaçu, hubo una gran matanza perpetrada por los portugueses sobre las poblaciones originarias que ayudaron a los colonos franceses, como castigo por esa ayuda. ¿De allí provienen tus raíces?

No lo sé. Mi origen no es muy claro. La abuela de mi padre era una indígena pero no sabemos de qué tribu, porque ella se perdió cuando era niña y la encontró un hombre, un dueño de estancia, que la adoptó y le permitió vivir en su campo. La región es la de Minas Gerais. Mi abuela no tenía nombre, no podía decirlo ni se lo acordaba, fue hallada como un animal, no tenía nombre ni nada. Así que le pusieron María. Cuando se casó con el abuelo de mi padre, ahí pasó a tener un documento, su primer documento. Tengo también por herencia de mi padre la parte negra de los esclavos. Y mi madre es blanca, con descendencia europea, así que tengo todo un poco.

Se habla de vos como heredera del brutalismo de Rubem Fonseca, que todavía está vivo y tiene como noventa años. ¿Te sentís identificada?

A mí me gusta mucho Fonseca, pero no fue una referencia para mí cuando empecé a escribir. No tenemos muchos escritores que escriban historias más violentas, más periféricas, y Rubén Fonseca en ese sentido es una referencia grande porque desde los 60 está escribiendo en esa línea, pero él es un escritor muy urbano. Las historias transcurren en la ciudad, mientras que las mías son más rurales. Mis historias están muy relacionadas con el trabajo de los hombres. En Así en la tierra como debajo de la tierra hay un trabajo central, el de la policía, el del agente de la colonia. Está la pregunta por la autoridad del Estado. A mí me gusta escribir sobre personajes que tienen un lado violento, pero siempre relacionado con el trabajo.

Hiciste música, ¿no?

Sí, pero cuando era adolecente. Tocaba la batería y tenía una banda de punk rock. Pero después empecé a escribir y hace catorce años ya que escribo, y no toco más. En realidad, desde los diecisiete escribo y empecé a publicar hace catorce.

¿Cómo fueron esos comienzos?

Cuando iba a la universidad, estudiaba Comunicación Social, estudiaba publicidad, propaganda, cosas así, yo tenía veinte, veintiún años cuando me puse a escribir más en serio. Lo primero que hice fue un cortometraje, una cosa muy breve, y después ya me metí en la literatura. A los 25 publiqué mi primer libro. Siempre narrativa. Poesía nunca escribí, música tampoco, teatro sólo escribí un poquito hace algunos años, pero a pesar de que he leído mucho teatro no me gusta demasiado escribirlo. Lo que más me gusta escribir es novela, narrativa de largo aliento, y películas también, guiones.

Ya que tenías a la música como herramienta de comunicación, ¿por qué fuiste hacia la escritura?

Las palabras canalizan mejor lo que quiero decir. Siempre fue una cosa que me gustó mucho hacer, escuchar historias y contarlas. La música y la narrativa son complementarias para mí, la música es una cosa que está ahí, pero escribir historias o leerlas, inclusive escucharlas, es una cosa que me fascina. Desde chica, me encantaba que me contaran historias, Cenicienta, ese tipo de historias; leía también pero disfrutaba más que me las narrasen, oírlas, porque podía imaginarme más. Tenía muchos audiolibros cuando pequeña, que venían con sonidos, por ejemplo de una puerta abriéndose. Yo me maravillaba con eso y me imaginaba las formas, las personas. 

¿Cómo escribís?

Soy muy práctica para escribir. Cuando tengo un proyecto, pienso sobre la historia y me armo un plan. En cuatro, cinco meses escribo las novelas. No mucho más. Escribo todos los días cuando estoy trabajando en un proyecto, soy muy dedicada. Hay días en los que no puedo escribir, claro, pero igual intento sentarme y escribir. La inspiración es una cosa que está o no está, pero pienso que todo escritor tiene que lograr escribir con o sin inspiración: hay días muy difíciles para escribir, por supuesto. A veces arranco a las diez de la mañana y recién logro sacar algo a las cuatro de la tarde. Hay días en los que me digo: para mí hoy no hay nada, no puedo escribir. Lo máximo que escribo por día es una página; escribir una página es posible, escribir diez páginas es muy complicado. Solo escribo una, porque en treinta días serán treinta páginas, en sesenta días serán sesenta páginas. En general escribo entre ochenta y cien páginas por novela, así que son tres meses y medio, cuatro meses aproximadamente.

Es muy común que en Brasil de una escritora mujer se espere una cercanía con Lispector, ¿cómo te llevás con sus libros?

No me interesa mucho, a mí me gustaba más otra escritora de su generación: Lygia Fagundes Telles. No es tan conocida como Clarice pero a mí me encantaba. Ella era más directa, no había tanta poesía, tanta retórica, ya mí me gustan más esos textos. A Clarice la leí por supuesto, en la escuela, en la universidad un poco, pero para mí no es una influencia muy importante.

¿Hilda Hilst?

Leí algunas cosas, es una literatura más fuerte, más chocante, más directa, también me gusta. Lygia tiene unos cuentos fenomenales, me recuerda un poco a lo que hacen allá Mariana Enríquez o Samantha Schweblin, que también me gustan mucho. Lygia hacía esas cosas en la década del setenta. Pienso que hay una conexión. Lygia no se destacó tanto, aunque es conocida; Clarice murió y se volvió algo muy grande.

Schweblin, por ejemplo, no vive en Argentina ahora. ¿Vos te querés quedar en Brasil, te gusta vivir y escribir ahí?

A mí me gusta vivir acá, no pienso en vivir fuera de Brasil. Necesito de Brasil para escribir, porque las cosas que escribo están acá. Si bien en las historias no hay un espacio geográfico específico brasileño, necesito de esta atmósfera, de las caras de Brasil para escribir. Lo que estoy haciendo es una cosa un poco distinta que la mayoría de los autores locales, a mí me gusta escribir sobre un recorte de Brasil que no ha sido tan visitado. No es una literatura regionalista, sin embargo. Adoro vivir en Brasil, además, con todos los problemas que tenemos y todo. Me encanta mi país.

 

 

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