Nueve preguntas a Damián Huergo
Cuestionario fijo
Martes 15 de octubre de 2019
Nacido en 1983, el autor de los libros Un verano e Ida, también periodista cultural, responde las preguntas de siempre y comparte una foto de su biblioteca.
1. ¿Cuál es el objeto más antiguo que conservás?
Debo andar por la decena de mudanzas. Los únicos objetos que saltaron de casa en casa, de pared en pared, fueron libros. En el camino quedaron cartas, entradas a recitales, libretas, revistas y botines. Al menos, eso es lo que creo. Cada tanto, al abrir un libro, como si fuese un animal a quien interrumpo su placidez, me tira un recuerdo con el filo de un objeto roto. El último animal que me escupió en la cara fue Obra reunida de Mario Vargas Llosa, publicado en 1997. En la primera página aparece una foto que contiene una versión de lo que fui a los quince años. Inclinado sobre una mesa, sigo la mano del escritor peruano garabateando el libro. Mientras esperaba, recuerdo, apenas separando los labios, le dije que el libro me lo había robado en la Feria. El futuro líder intelectual de la derecha latinoamericana, levantó la cabeza, buscó mis ojos, y me dijo “Hiciste bien”.
2. ¿Qué libro de otro autor produjo en vos el efecto que te gustaría producir en quienes te leen?
Once tipos de soledad de Richard Yates es uno, seguro. Me gusta como te va llevando, con humor suave, invisible, al pozo profundo que es cualquier vida. Y al final de cada cuento, atravesados los acontecimientos, el bueno de Yates logra dejarte con la sensación de que el tiempo todo lo acomoda, o no.
3. ¿Lo mejor y lo peor que te dio la literatura?
Lo mejor: la posibilidad de una vida distinta. Lo peor: los malabares laborales para sostener esa vida.
4. ¿Cuál es el libro que más regalaste y por qué?
En el 2003 empecé a trabajar en librerías. Una de las consecuencias laterales, muy laterales, de la crisis del 2001 fue la creación de editoriales que reeditaron a poetas que, hasta el momento, sólo circulaban en fotocopias. A la librería, mes a mes, llegaban antologías de Olga Orozco, Viel Temperley, Jacobo Fijman, Joaquín Giannuzzi, Mario Trejo, entre tantos. En una edición de Colihue descubrí a Idea Vilariño, su antología personal: En lo más implacable de la noche. Me gustaba el efecto poético que lograba con furia y despojo. Esa antología la regalé muchísimo, sobre todo a amigos y amigas que no leían poesía, pero que de a poco se iban enganchando. Hace tiempo que no compro un libro suyo, pero de vez en cuando regalo por mail o mensaje, versos de “El espejo”, “Hasta cuando” o “Ayer pasé por tu casa”. Y de paso, vuelvo a leerla.
5. ¿Como qué disco suena la música funcional de tu cabeza?
En estos días raros de desasosiego e ilusión, intento que suene así.
6. ¿Cuál fue el color más hermoso que viste en tu vida y dónde aparecía?
El negro azulado en el lomo de mi perro Atilio.
7. ¿Con qué escritor o escritora que ya no pisa el mundo de los vivos quisieras tomar un taller literario?
Estaría bien encontrarme con Carlos Monsiváis y corregir unos textos escuchando boleros de fondo. O sentarme junto a Silvina Ocampo y, mientras le sacamos el cuero a su hermana, leerle capítulos de una novela que estoy escribiendo.
8. Un libro que hayas prestado y no te devolvieron.
Cada libro que presto es un libro perdido hasta que me demuestren lo contrario. El último que presté fue El niño perdido de Thomas Wolfe. Veremos qué pasa en las próximas semanas, meses, años.
9. ¿Cómo ordenás tu biblioteca? ¿Nos mandás una foto?
El plan original fue por género. Luego el azar y el caos fue armando sus propias afinidades electivas, y en el mismo estante pueden convivir Un mundo común de Marina Garcés con los cuentos completos de Lydia Davis. Va una foto con parte de la biblioteca; los estantes que están fuera de campo dejo que los llenen con su imaginación.