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“Se está perdiendo el canon que tuvimos en Occidente durante muchos siglos”

Pablo Maurette

"Me parece indispensable conocer e involucrarse con el contexto histórico, político, social de una obra literaria o artística, pero creer que de una obra de arte solo importa el rol que juega en un contexto político o social específico empobrece la lectura, creo", responde a Luciano Lamberti el autor de El sentido olvidado La carne viva (Mardulce).

Por Luciano Lamberti.

 

Pablo Maurette nació en Buenos Aires, en 1979. Es licenciado en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires, magíster en estudios bizantinos en la Universidad de Londres, y doctor en literatura comparada por la Universidad de Carolina del Norte, Estados Unidos. Tradujo y editó obras de Porfirio, Thomas Hobbes y Robert Burton. Actualmente es profesor de literatura comparada en la Universidad de Chicago. Su nombre se volvió popular cuando organizó las lecturas de Dante, Cervantes y Homero desde Twitter, que rápidamente se convirtieron en tendencias de esa red social.

Hablamos por Skype a partir de esas lecturas y de sus dos libros, ambos publicados en Mardulce: El sentido olvidado y La carne viva, ensayos que mezclan literatura, erudición y filosofía en torno al cuerpo y al sentido del tacto.

 

 

En el prefacio de El sentido olvidado hablás de la distancia de la escritura académica con el ensayo. ¿Cómo y por qué diste el salto de lo académico a lo literario? ¿Y por qué creés que la academia busca diferenciarse de la literatura?

Sí, es más bien una expresión de deseo. El libro ya tiene cuatro años y, si lo miro, lo veo todavía muy apegado al estilo académico, en particular a la lógica de la tesis y demostración. En el segundo libro traté de alejarme todavía más de ese estilo y volcarme más hacia lo casi exclusivamente asociativo y sugestivo, a abrir temas y dejarlos abiertos, a sugerir más que a concluir. No estoy muy seguro de haberlo logrado. Me parece que en las humanidades, en la academia, se ha impuesto la idea de que un proyecto exitoso es uno que abre una cuestión (cuanto más acotada, mejor) y la cierra. Tesis, evidencia documentada, demostración. Quizás sea por contaminación de las ciencias más duras. Por ahí es un complejo de inferioridad que invadió a las ciencias humanas en el siglo XX, no lo sé. Esto se ve también en un alejamiento progresivo del texto, de la lectura de cerca, y un viraje hacia la periferia de la obra, hacia el contexto, que es terreno de disciplinas más "concretas", más "serias". El estudio de la literatura y de las artes desde las ciencias sociales y naturales (neurociencia, biología, medicina, por ejemplo) ya lleva décadas, al menos en el mundo anglosajón (pero también en Europa, donde el trabajo académico se parece cada vez más a lo que se hace en USA e Inglaterra). Y, a pesar de intentos esporádicos de recuperar la filología, la tendencia sigue siendo hacia afuera del texto. Así, el estudio de la literatura se vuelve historia, sociología, etcétera. Me parece indispensable conocer e involucrarse con el contexto histórico, político, social de una obra literaria o artística, pero creer que de una obra de arte solo importa el rol que juega en un contexto político o social específico empobrece la lectura, creo. Visto que la tendencia es a salirse del texto, me parece importante hacer fuerza para el otro lado, para balancear. El ensayo es la manera que encontré de reaccionar contra esa tendencia.

¿El tacto es el “sentido olvidado” por la preminencia de lo virtual? ¿Te imaginás de alguna forma el futuro del arte de leer?

Bueno, lo de olvidado es un comentario un poco irónico sobre dos lugares comunes: según el primero, la tradición occidental olvida o denigra el tacto como el sentido más corrupto y menos fiable, y privilegia la visión. Esto no es totalmente cierto, está lleno de pensadores, escritores, artistas, que entienden la importancia estética, epistemológica e incluso moral del tacto. El segundo lugar común es más actual: en la era virtual, estamos perdiendo contacto con las personas. Claro que perdemos contacto físico a la vez que establecemos vínculos de contacto permanente. De hecho, estamos en contacto todo el tiempo, constantemente. Si bien no es contacto táctil, exterocepción digamos, sí involucra lo afectivo. No hay día que pase que un intercambio virtual, ya sea por Whatsapp, Twitter, lo que sea no nos enardezca, o alegre, o conmueva. Y tampoco creo que la virtualidad cancele la asiduidad del contacto físico. Pero respecto de la lectura, sí. Ya están cambiando los hábitos. En el teléfono se lee varias cosas a la vez, por arriba, se lee con menos concentración, me parece. O uno lee un libro y para a cada rato para mirar el teléfono. Es más difícil concentrarse. Habrá que ver qué sale de todo esto, en unas décadas, quizás menos, tal vez se pueda sacar conclusiones.

¿Hay una clase de lectura “corporal”, que impacta en las sensaciones físicas?

No sé si es una clase de lectura. Sí hay lecturas que impactan en todo el cuerpo. Quienquiera que se haya conmovido leyendo lo sabe. No pasa muy seguido, la lectura es un ejercicio mucho más mediado que, por ejemplo, escuchar música o ver cine o TV. La música entra como tromba y te conmueve aun cuando no es buena. Una propaganda cursi y manipuladora por TV te puede conmover. A la literatura le cuesta mucho más lograr ese efecto de sacudón, pero cuando lo logra es incomparable. Eso sí, creo que solo puede suceder si uno lee concentrado. Si lee por arriba, es imposible. O sea que tal vez la clase de lectura "corporal" sea la lectura de cerca. Cercanía literal y metafórica al libro.

¿Hace falta una filosofía de lo corporal? ¿Quiénes son tus referentes en ese sentido?

Si hace falta, llegará. Lucrecio es, para mí, el gran filósofo del cuerpo. Los franceses tienen una larga y rica tradición de pensar lo corpóreo. Desde el mismo Descartes, pasando por Gassendi, Condillac, los libertinos, los fenomenólogos del siglo XX, Luce Irigaray (que era belga, pero bueno, se entiende...), Didi-Huberman y tantos más. Hubo intentos, intentos apresurados y, por lo tanto, estériles de filosofar sobre el mundo atravesado por lo virtual. Creo que no hay nada menos urgente que la filosofía. De hecho, siempre llega tarde, después de que pasó lo que sea que haya que descifrar. El búho de Minerva, etc.

Con esta reestructuración del comportamiento a partir del feminismo, ¿el cuerpo vuelve a hacer un objeto de prohibición?

Es interesante eso. Puede ser. Sin duda muchísimas manifestaciones abruptas (¿primarias?) de impulsos corpóreos se han vuelto grandes tabúes. Dentro de ese océano de ideas y posiciones que es el feminismo hay opiniones muy divergentes respecto de los comportamientos corpóreos. Hay quienes reprueban que la mujer siga usando el cuerpo para seducir, para "objetivarse" por decirlo de manera vulgar. Y hay quienes, con más sensatez a mi entender, sostienen que el verdadero feminismo acepta que cada mujer haga con su cuerpo lo que mejor le parezca. Hablar del cuerpo de los otros también es problemático, sobre todo cuando es un hombre refiriéndose al cuerpo de una mujer. Comentarios que hasta hace un tiempo eran pan de todos los días como "qué bien te queda ese pantalón" o "se te ve muy bien" puede ser tomados a mal. Hay que ser cauto, pensar mejor lo que uno dice y hace - algo que nunca viene mal, por cierto.

¿Cómo surgió la idea de leer la Divina Comedia en Twitter? ¿Cómo evaluás los resultados? ¿El experimento supone una democratización de la lectura?

Surgió como surge todo en Twitter, como un exabrupto. Un día dije "voy empezar el año leyendo la Comedia un canto por día, quién me acompaña?" Y, bueno, se viralizó. Los resultados son difíciles de evaluar. Mucha gente me dice que lo disfrutó mucho y que nunca hubiera leído esas obras de no ser por la comunidad virtual y el ritmo pre-establecido. Hay, sin duda, una tendencia a banalizar y simplificar los contenidos, pero bueno, tratar de mantener un cierto nivel exegético a escala tan masiva implicaría intentar imponer una línea interpretativa dura y eso no me interesa en lo más mínimo. No sé si democratiza la lectura, pero es una actividad totalmente horizontal, hay lugar para todos. Hay gente de todos los países de América Latina (literalmente), gente que lee en Europa, en Asia. Hay profesores y profesoras, hay amas de casa y celebrities, hay abogados, hay desocupados, hay viejos y hay adolescentes, hay gente de derecha, de izquierda, de centro, gente religiosa y gente atea, hay pañuelos verdes y hay pañuelos celestes, hay todo. Y cada uno puede leer como mejor le parezca. Se puede leer con gran atención, en lengua original, tomando notas, estudiando digamos. O se puede leer por primera vez. No es una clase, nadie baja línea sobre cómo leer. Más que democracia es anarquía, la verdad.

¿Se perdió un poco la idea de lecturas que legitiman por la preminencia del mercado?

Lo que se perdió, o se está perdiendo, es el canon que tuvimos en Occidente durante muchos siglos y hasta hace muy poco. Esto tiene que ver con una crisis general de la figura de autoridad. La gente no le cree a los políticos, a los militares, a los sacerdotes, a los periodistas, a los maestros, y con eso podemos simpatizar todos, pero esta irreverencia, muchas veces sana y necesaria, está fuera de control y llega a extremos absurdos cuando, por ejemplo, tampoco se le cree a los médicos y la gente deja de vacunar a sus hijos; o cuando se cree que la Tierra es plana, o que todo el mal del mundo es producto de complots planeados meticulosamente en una mesa chica por la CIA y el Mossad. Lo mismo pasa en las humanidades. No hace mucho, en una reunión de departamento, tuve que defender ante mis colegas la necesidad de ofrecer un (1) curso anual sobre Shakespeare. Trabajo en un Departamento de Inglés, por cierto. Shakespeare y tantos otros autores "canónicos" representan para muchos la autoridad del hombre blanco, colonialista, patriarcal, homófobo, racista, reaccionario, y todo eso. Hay que defenestrar la autoridad del pasado y todo lo que en su nombre se legitimó. Obviamente que el resultado es el establecimiento de otro canon (mucho más pobre y arbitrario, claro). Y el mercado, que fagocita todo y todo lo empaqueta y lo vende, también se beneficia de esta crisis, por supuesto.

¿Borges es aquel que supo confundirse con su literatura? ¿Su cuerpo es lo que dejó escrito?

Me gusta esa idea, sí. Borges como corpus literario encarnado. Sobre todo para hacerle frente al Borges etéreo y metafísico, uno de los grandes lugares comunes del borgeanismo. En el ensayo sobre Borges, en La carne viva, el foco es el Borges táctil de ciertos poemas y textos tardíos, pero también el Borges mitológico: las historias sobre Borges, el Borges oral, el Borges de los diarios de Bioy, etcétera. Imagino a Borges como el escritor que realizó plenamente el sueño de los decadentistas de convertir la vida misma en literatura.

Si el cuerpo es un texto, ¿el crítico es algo así como un anatomista?

Eso depende de si se ocupa del texto como si fuera un cadáver, o si lo trata como un organismo vivo. En la academia el crítico suele ser un anatomista, y el análisis una actividad forense. Ojo, lo digo desde la academia. Hace veintidós años que estoy en la academia y no tengo perspectiva alguna de irme. Pero tal vez haya una forma de involucrarse con el texto como si estuviera vivo. Y tal vez esta forma sea el ensayo, un género tentativo, asociativo, interrogativo, que tantea antes de perforar, que no tiene como objetivo agotar un tema, que tiene más preguntas que respuestas.

Ligar la lectura, como operación intelectual, al cuerpo, ¿implica romper con la vieja dicotomía entre arte y vida?

Los grandes artistas, los grandes escritores, viven la mayor parte del tiempo en ese mundo que nunca dejan de crear. Arte y vida son y siempre fueron una y la misma cosa, en mi opinión.

 

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