¿Qué hay de nuevo en la literatura paraguaya?
Por Enzo Maqueira
Miércoles 09 de mayo de 2018
A pesar de los lazos históricos y culturales que nos unen con Paraguay, persiste una brecha que mantiene la literatura de ese país en el enigma. En esta nota, Enzo Maqueira y un diálogo con Juan Ramirez Biedermann, Mónica Bustos, Javier Viveros y José Pérez Reyes, voces contemporáneas que refrescan nuestras excursiones a su literatura.
Por Enzo Maqueira.
A pesar de los lazos históricos y culturales que nos unen con Paraguay, persiste una brecha que mantiene la literatura de ese país en el enigma. Exceptuando a Augusto Roa Bastos (1917-2005) y algún que otro desembarco esporádico, se conoce poco y nada de la producción guaraní. No sucede sólo en la relación de Paraguay con Argentina. Es un problema que se repite entre otras naciones y una de los principales motivos que trajeron a Juan Ramirez Biedermann, Mónica Bustos, Javier Viveros y José Pérez Reyes a la Feria Internacional del libro de Buenos Aires. El objetivo: cerrar la brecha. La visita sirvió como excusa, además, para un diálogo abierto en el living de Eterna Cadencia.
“Paraguay tiene un déficit de difusión de todas sus expresiones artísticas -dice Biedermann, 42 años, autor de las novelas El fondo de nadie, Plegarias de penumbras y el volumen de cuentos Nobis-, pero hay una cantidad de escritores, músicos, artistas en general que están haciendo un gran esfuerzo para tratar de romper con esa cerrazón de nuestra cultura. De a poco se están cayendo los muros”. “El mercado del libro es el que crea esos muros -intercede Mónica Bustos, quien en 2010 ganó el premio Premio Augusto Roa Bastos de Novelapor Chico bizarro y las moscas-. El interés de los lectores de otros países está. Pero las editoriales suponen que cada escritor debe publicar en su país y que no hay interés por fuera de eso. Incluso editoriales grandes, como Alfaguara, donde publiqué. Son las editoriales y la parte comercial del libro los que crean esos muros, por eso los escritores tenemos que saltarlos y vincularnos directamente con los lectores”.
“Es cierto que la falta de difusión tiene su lado negativo, pero también nos da libertad -retoma la palabra Biedermann-. Nadie nos dice cómo escribir, de qué escribir, para qué escribir. Javier Viveros, por ejemplo, tiene un libro de cuentos situados en África. Lo mismo Mónica, que escribe con un desenfado propio de un cineasta al estilo Reservoir dogs. O José Pérez Reyes, que tiene temáticas distópicas. Muchos autores de Paraguay están aprovechando esta libertad de no tener presiones del mercado”.
Los tópicos más grandes de la literatura paraguaya durante el siglo XX fueron los conflictos bélicos y las dictaduras. La guerra del Chaco, la de la Triple Alianza, los excesos de José Gaspar Rodríguez de Francia y de Alfredo Stroessner ofrecieron material literario para varias generaciones, al igual que los ámbitos rurales y cierta tendencia al costumbrismo. En pleno siglo XXI, ¿los temas cambiaron?
“Es hora de sacarse esos fantasmas de encima, y si vamos a enfocarnos ahí, que sea con otro color, con otra sábana para ese fantasma. Estos paradigmas fueron desgastándose. Hoy hay mucha creatividad, no hay un patrón, no estamos cortados por la misma tijera. Pero sí tenemos que trabajar mucho en la difusión”, propone José Pérez Reyes, autor de Clonsonante, Asuncenarios y Aguas y Cúpulas.
Javier Viveros, que escribió Manual de esgrima para elefantes (publicado en Argentina por ediciones Encendidas), Fantasmario y la antología de cuentos Por debajo del radar, explica de qué se trata revisitar los viejos temas desde nuevas perspectivas: “Yo era reacio a escribir sobre las guerras o las dictaduras, pero después me metí en el mundo de las historietas por la Guerra del Chaco. Quedé fascinado. Las guerras son una cantera inagotable. Cada escritor tiene su forma de enfocarlo. Me gustan esos temas y los exploro, pero no es por imposición del mercado, sino porque me fascinan”. Del otro lado de las elecciones temáticas se encuentra Mónica Bustos: “Al vivir en México, sumado a las redes sociales, escucho otras formas de hablar, otras creencias, otras culturas. Eso lo trasladé a mis novelas. A veces el lector paraguayo se molesta si un personaje no habla en paraguayo, pero yo convivo con eso, entonces mi literatura tiene que ver con eso”.
Lo último que conocimos por estas pampas vino de la mano de Cristino Bogado, Edgar Pou y Douglas Diegues, que construyeron una poesía afianzada sobre las ediciones cartoneras, la cultura de la triple frontera y su mescolanza lingüística: español, guaraní y portugués. Parte de esa generación quedó establecida en Los chongos de Roa Bastos (Santiago Arcos editor, 2011), que reunió a nueve escritores paraguayos convocados por el argentino Sergio Di Nucci. Pero desde entonces volvimos a saber poco de lo que se escribe cruzando del otro lado de los grandes ríos del norte. Javier Viveros ensaya una explicación: “Publicar a un autor paraguayo siempre es un riesgo, porque el mercado interno de Paraguay es muy chico. No hay mucho movimiento. Además, las editoriales padecen de falta de distribución. Hay cinco o seis librerías a donde van nuestros libros y no se mueven mucho de ahí. Así que usualmente terminamos regalando nuestros libros. Sin distribución interna, es muy difícil lograr salir al extranjero”. Para Biedermann, la solución pasa por más literatura: “El crecimiento y la difusión de la literatura paraguaya depende de los escritores, de que tengamos cada vez mejores libros. No podemos esperar nada de las grandes editoriales, ni es toda responsabilidad de los gobiernos. Cuando un escritor paraguayo quiere tener un agente literario, te preguntan: '¿cuántos seguidores tenés en twitter?´. ¿Y cuántos querés que tenga, si somos nada más que siete millones de habitantes? Entonces, lo único que vale es que se imponga la buena literatura, los buenos libros que seamos capaces de escribir. Aunque sí es evidente que hay una gran diferencia en la forma en que se educa a los nuevos lectores. Nosotros crecimos leyendo La iliada y la Odisea. Eso ya no pasa en las escuelas de Paraguay”.
“Por un lado, es importante apuntar a las traducciones -dice José Pérez Reyes-. Nosotros no tenemos programas de ayuda a la traducción. Y por otro lado no se desarrolla el libro electrónico. Nuestras ediciones no vienen acompañadas de su versión digital. Ese es un paso que debe darse. Es hora de trabajar con las herramientas que permite la tecnología para acercar el libro al lector”.
Por lo pronto, la visita de la comitiva paraguaya a la Feria Internacional del libro de Buenos Aires ofreció una lectura compartida donde cada uno hablaba de la obra del otro. En Eterna Cadencia anticiparon la performance, que transcribimos a continuación. El convite a la lectura está hecho. Antes, habrá que conseguir que las editoriales y las nuevas tecnologías le den el lugar que se merece a una de las producciones más injustamente olvidadas de nuestra rica literatura latinoamericana.
Mónica Bustos según Juan Ramirez Biedermann
“En 2010, Alfaguara organizó un concurso que ganó una chica que en ese entonces tenía 25 años y era desconocida en la escena local. El libro tenía un título ya de por sí llamativo: Chico bizarro y las moscas. Mónica tiene la inteligencia, la sensibilidad y la perversión de poner patas para arriba todo lo sagrado que tiene el Paraguay”.
Javier Viveros x José Pérez Reyes
“Su obra abarca comic, cuento, poesía, novela. En Urbano demasiado urbano tiene una prosa bien trabajada, con influencias de Roberto Bolaño. Y en Manual de esgrima para elefantes, sus cuentos tienen una atmósfera muy peculiar que no tiene que ver con el África exótica, sino con la mirada de un paraguayo que encuentra mucho en común con ese continente”.
Juan Ramirez Biedermann x Mónica Bustos
“Juan crea el equilibrio perfecto entre lo que consideramos típico de la literatura paraguaya y lo que uno pensaba que no se podía contar en el Paraguay. Además su prosa es muy musical. Hay música en su cabeza y su literatura tiene ese ritmo. Él escribe pensando en música”.
José Pérez Reyes x Javier Viveros
“Clonsonante, su libro de cuentos, es algo distinto. Es urbano, vinculado con la serie Black mirror pero escrito muchos años antes. Habla de cómo la tecnología afecta nuestra sociedad. Es algo nuevo, que marca un antes y un después en la literatura paraguaya”.