Nueve Preguntas a Roxana Artal
Cuestionario fijo
Martes 23 de noviembre de 2021
La docente, periodista cultural y poeta responde hoy nuestras preguntas de siempre.
¿Cuál es el objeto más antiguo que conservás?
Un diccionario francés portugués, portugués francés, de comienzos del siglo pasado, que era de mi abuela Elcira, brasilera y maestra rural. Lo guardo como un tesoro.
¿Qué libro de otro autor produjo en vos el efecto que te gustaría producir en quienes te leen?
Cierto estado de descubrimiento, el cincelado de la palabra, la posibilidad de abrir una puerta encantada son algunas de las cosas que más me conmueven de los libros que amo. Son muchos. Pienso ahora en Quemar las naves de Angela Carter. Desde ya no sueño ni con proponerme algo de semejante tenor pero qué escritora inmensa, ¿no?
¿Lo mejor y lo peor que te dio la literatura?
La literatura me da fe, me hace creer. Lo que es mucho en tiempos como los que corren. Lo peor no se lo endilgaría a la literatura sino a los problemas del yo.
¿Cuál es el libro que más regalaste y por qué?
Posiblemente Willy y la nube, de Anthony Brown. Es maravilloso.
¿Como qué disco suena la música funcional de tu cabeza?
En los días más luminosos puede sonar Wake up everybody de Harold Melvin & The Blue Notes, o A short album about love de The Divine Comedy. Aunque también en los más tristes, porque son dos discos que me hacen feliz.
¿Cuál fue el color más hermoso que viste en tu vida y dónde aparecía?
El rosa naranja fucsia indescriptible de un atardecer confundiéndose con cientos de flamencos levantando vuelo al unísono en una puesta de sol fuera de este mundo, en algún rincón de La Guajira, fuera de este tiempo.
¿Con qué escritor o escritora que ya no pisa el mundo de los vivos quisieras tomar un taller literario?
Más que un taller, me tomaría un whisky con Marguerite Yourcenar.
Un libro que hayas prestado y no te devolvieron.
La Poesía completa de Olga Orozco. ¿Se puede ser tan cruel?
¿Cómo ordenás tu biblioteca? ¿Nos mandás una foto?
Como puedo. Por siglos, por geografías, por género, por colección. De un tiempo a esta parte cualquier orden posible se desmorona. Cuando mi hija empezó a gatear y a comerse literalmente los libros, hubo que vaciar los estantes de abajo de todas las bibliotecas, esos libros subieron arbitrariamente y fueron ocupando cualquier lugar, tipo hiedra ingobernable. Ahora que acabamos de mudarnos, todavía quedan cajas por abrir, bibliotecas por llegar, y un nuevo caos por restablecer. Va un fragmento:
