Nueve preguntas a Franco Vaccarini

1. ¿Cuál es el objeto más antiguo que conservás?

Una libreta del almacén “El moderno”, de General Pinto, que usaba para las compras mi abuelo Juan. Arranca en diciembre de 1922 y termina en enero de 1933. Es un diario íntimo de lo que consumían en la época. La libreta tenía la publicidad de Té Sol y decía: “El té que tomaron nuestros abuelos”. Muy literal, en mi caso. 

2. ¿Qué libro de otro autor produjo en vos el efecto que te gustaría producir en quienes te leen?   

El adversario, de Emmanuel Carrère. Uno de los pocos libros que resiste saber toda la historia de antemano y se lee como una novela de suspenso, aterradora en muchos sentidos.

3. ¿Lo mejor y lo peor que te dio la literatura?

Como escritor, que toda experiencia se puede traducir en un relato. Y como lector, saber que tengo a mano un dispositivo que puede mejorar mi día después de un par de páginas. Viajar a ciudades que uno identifica por la literatura que hay en torno a ellas y sentir que ya las conocías. ¿Lo peor? Hay días que no son para escribir, que uno quiere olvidarse de la literatura y hacer otra cosa. Y no darse cuenta. 

4. ¿Cuál es el libro que más regalaste y por qué?

Guiando la hiedra, de Hebe Uhart. Por el valor en sí de los cuentos, porque fue mi maestra de taller, porque muchos la descubrieron con ese libro y sentía que aportaba un granito de arena a la belleza del mundo. 

5. ¿Cómo qué disco suena la música funcional de tu cabeza? 

Tengo recurrencia por la música de Enya. Empecé con Watermark, en los noventa y el tema Exile lo habré escuchado mil veces. Me sirve para concentrarme y para entregarme a mi eterna nostalgia por una vida más natural, lugar común de los urbanizados como yo, que vienen a las ciudades por estudios, empleos, y otras vidas posibles. No doy nada por perdido: las edades doradas las construimos aquí y ahora.

6. ¿Cuál fue el color más hermoso que viste en tu vida y dónde aparecía? 

El rojo, en una flor que, con mi hermano menor, Renato, que murió hace dos años, llamábamos “el vinito”. Era en el campo de Lincoln, a los cinco años. Las flores tenían un jugo dulzón y nos recuerdo correr, recién despiertos, hacia el terreno donde aparecían para tomar el “vinito”, cual pequeños abejorros. 

7. ¿Con qué escritor o escritora que ya no pisa el mundo de los vivos quisieras tomar un taller literario? 

Me inclinaría por los poetas de Sumeria que escribieron el Gilgamesh; conocer el mundo oriental anterior a los griegos. El taller literario sería dado en las tabernas regidas por la diosa Siduri, tomando cerveza. Yo estaría fascinado por la escritura cuneiforme, en ese magnífico soporte que se preservaría por más de cuarenta siglos: las tablillas de arcilla húmeda. 

8. Un libro que hayas prestado y no te devolvieron.

El proceso, de Kafka. Y no lo presté, me lo robó un amigo. Corrijo: un ex amigo.

9. ¿Cómo ordenás tu biblioteca? ¿Nos mandás una foto?

Una biblioteca de autores argentinos; otra en las que agrupo por nacionalidad: japoneses, europeos, norteamericanos y clásicos como Balzac, Melville, Sarmiento, Cervantes, Dickens. Un sector de poesía, de ciencia ficción y libros de formato pequeño. En otra, todo lo infantil y juvenil y en otra, libros de historia, divulgación científica, mitos y leyendas, que suelo usar para documentarme. De todas maneras, es un orden mutante, aunque mantiene esta lógica.