El mejor libro de Mario Arregui
Viernes 04 de febrero de 2011
Editorial Irrupciones editó Tres libros de cuentos de Mario Arregui (Flores, 1917-1985). Elvio Gandolfo prologa el volumen y presenta al escritor uruguayo y a los cuentos.
Por Elvio E. Gandolfo.
Si uno tuviera que recomendar el mejor libro de Mario Arregui, se vería sometido a un laberinto sin salida semejante al que impera en el famoso "cuento de la buena pipa":
-¿Cuál es el mejor libro de Mario Arregui?
-Tres libros de cuentos.
-Perdón, pero yo te pido que me digas cuál es el mejor libro, no que me menciones tres libros. Repito: ¿cuál es el mejor libro de Arregui?
- Tres libros de cuentos.
-Está bien, averigüé mientras hablabas, y ése recoge sus tres primeros libros. Por eso: ¿cuál es el mejor libro de Arregui?
-Tres libros de cuentos.
Y así sucesivamente. La extensión del diálogo varía según el grado de cultura y pretensiones de precisión clasificatoria del que pregunta.
Es que pocas veces la reunión de cierta zona de una obra alcanza, pasando por encima del peso parcial de cada libro, tal existencia propia e individual, tal contundencia de conjunto como en este caso, fundiendo los valores y tropiezos de esos tres libros en un todo mayor, que es un solo libro. Se han eliminado historias, se han agregado otras, incluso la entonces más reciente:"Un cuento con un pozo". Es más: la inclusión de prólogos diversos del propio Arregui, y de un extenso final de Angel Rama (gestor del volumen en el sello Arca), lejos de diversificar en exceso, ayudan a comunicar una estructura que refleja aún más el perfil propio, original de Arregui dentro de las letras uruguayas.
En el momento de publicarse, se solía hablar de la brevedad de su obra. Para redondear con una frase, se decía que había escrito veinte cuentos en otros tantos años. En su actividad como autor, en el trato personal, Arregui era desbordante, voluntariamente malhablado, cargado de humor, intenso y frontal como solo un vasco puede serlo, quebrando y mezclando todo tipo de límite. Su producción hacía lo mismo: tenía una biografía breve, relatos magistrales, cortos ensayos de estilo, parodias, un libro final y póstumo titulado (por otro) Ramos generales, justamente por su variedad de tonos.
En un reportaje de Jorge Ruffinelli de 1970, interrogado acerca de si su actividad de productor agropecuario (de Flores) podía ser parte de la explicación, aclaraba: «Escribir me resulta a veces un trabajo penoso, de modo que muy a menudo prefiero no hacerlo, eludirlo. Y nunca quise tener una disciplina también para él. Miles de horas que podía haber utilizado escribiendo las gasté más satisfacoriamente leyendo, conversando con amigos, viendo cine o simplemente pelotudeando». Eso sí: cuando se sentataba a escribir pulía, se obstinaba, luchaba con la herramienta del lenguaje y la visión hasta acercarse lo más posible a lo que buscaba. Se nota justamente en la exactitud y la falta de obstáculos al relato o los diálogos que caracteriza a sus cuentos más logrados.
Minucioso, torrencial lector de gran parte de la literatura moderna, como narrador Arregui tuvo una preferencia inicial fuerte: Jorge Luis Borges. Esa misma mirada implacable de lector, y su emperrada decisión de ser franco ante todo consigo mismo, le permitió percibir casi de inmediato que era imposible imitarlo en el lenguaje. Algunos de los relatos de este libro incluyen fórmulas verbales mínimas con la huella del maestro. Pero pronto la huella se va convirtiendo en un aroma remoto, que contribuye a la mezcla final, donde tiene tanta importancia el cine (de cowboys o western), como la experiencia personal y sobre todo la penetración de la mirada, que va descarnando las capas sucesivas de un momento de tensión o relajamiento, como solo puede hacerlo la concentración de un cuento, un gran cuento.
Durante mucho tiempo se habló de la diferencia entre esos cuentos de acción y coraje ("Tres hombres", "Diego Alonso", "Los contrabandistas") y otros cuyo paradigma sería "Un cuento con un pozo", usando palabras como "superficie" y "profundidad". Aunque con buen olfato Arregui mismo, para hablar de lo que buscaba, usaba el nombre del director de cine John Ford: un estilista de las imágenes tan eficaz como él para dejar lo prescindible de lado. Además los tiempos (como pasa sin cesar) han cambiado. Los relatos paradigmáticos de ciertos autores centrales de la literatura uruguaya en su momento de actividad plena han cambiado a veces de lugar, de proyección. Hoy relatos como "El infierno tan temido" o "Bienvenido, Bob" de Juan Carlos Onetti, o "Un cuento con un pozo" de Arregui, terminan por pagar cierto tributo de "profundidad" (así, entre comillas) o de "bajada de línea" (una idea filosófica o moral fuerte que se impone al relato, al cuento). Mientras que otros menos "cargados" como "Jacob y el otro" y "Un sueño realizado" de Onetti o "Los contrabandistas" y "Diego Alonso" de Arregui siguen moviéndose con el mismo peso específico del momento de su primera aparición.
Cuando Arregui se pone meditabundo, "sismante", lento, aparecen cuentos (en vez de hombres) quietos. Es lo que pasa en "Noche de San Juan", en "El viento del sur", en "Las formas del humo", en "La casa de piedras", en "Un cuento de amor". Son los más explicados y filosóficos. Lo obsesionan allí el papel del refugio metafísico de la Mujer (así: con mayúscula), el imperio sin límites de la Muerte (que en otros relatos aparece plenamente como acción o ruptura). En "Noche de San Juan" el peso es aliviado por la pericia descriptiva de Arregui, en dos sentidos: los lugares sucesivos y la manera microscópica en que se registran los gestos. En "Mis amigos muertos" y "Unos versos que no dijo", el sostén es un ritmo poético de las palabras, que hipnotiza al lector, como si lo invitara a dejar de lado las tonterías del mundo para hablarle muy encantatoriamente de la muerte.
Después están los fantásticos, y los livianos: "El gato", "Los contrabandistas", "Un cuento de fogón". O alguno perteneciente al grupo selecto de las perlas puras: "Los ladrones", previsiblemente el que tuvo que soportar (según referencias de entonces) la pequeñez de la visión provinciana o barrial, dispuesta a ver a menudo lo inmoral en el logro estético sublime.
Todos esos cuentos juntos y a la vez están en un solo libro (que se llama Tres libros de cuentos). Si me lo preguntas, lector, te contesto: es el mejor libro de Mario Arregui.
Montevideo, 23 de marzo de 2010