Cara y ceca sobre Kazbek

Miércoles 08 de julio de 2009
Oliverio Coelho lee –y relee– Kazbek, de Leonardo Valencia (y le gusta)
Oliverio Coelho lee –y relee– Kazbek, de Leonardo Valencia (y le gusta):
La primera lectura exige una embestida. Familiarizarse con un universo que no se parece a ningún otro. Un universo que es más bien la estilización de la obsesión íntima del escritor.
En una relectura aparece, en cambio, un composición aleatoria, una suerte de montaje en donde página a página el escritor, como su personaje -alguien que lucha por escribir, como si fuera cuestión de vida o muerte-, doblega “las fuerzas del azar”. La novela quizás gane volumen y profundidad en la relectura: pasa a ser un ensayo púdico sobre las posibilidades del arte y el yugo del escritor. Importa menos el personaje que el asunto: los procesos detectivescos –salvajes, como en Bolaño, o sibilinos como en Valencia– de todo artista para salvar de la inercia a la obra en ciernes.
Quintín también lee Kazbek (y no le gusta):
Valencia, sin embargo, es más un falsificador que un impostor, ya que trabaja sobre una fórmula probada: la instalación literaria, un género cada vez más practicado y que, como su contrapartida audiovisual, consiste a grandes rasgos en la acumulación de fragmentos conectados por un tema o una narración débil.
La verdad –como siempre– está en el libro.