La fuerza hace la unión
Gigante + Fadel & Fadel
Miércoles 27 de julio de 2016
Por Valeria Tentoni.
Editorial Gigante y Fadel&Fadel, dos sellos caseros y artesanales, se reunieron para proyectar una serie de libros en coedición, bajo el nombre F&G, y resolver conjuntamente su sistema de distribución, con el emprendimiento "Lomo". Con stock todo es posible, reza su slogan. "Queremos que nuestros libros lleguen a las librerías como los otros libros", dicen Manuel Podestá y Julián Bejarano, desde Paraná, y Tomás Fadel, desde Buenos Aires.
El Negro Atari, de Oscar Fariña, es el primer título de esta fusión, que no es total: ambas editoras mantendrán, en paralelo, sus respectivos catálogos. "Como tenemos diferentes puntos de venta pero el mismo mercado y una tradición, si se quiere, similar, decidimos sacar estas coediciones hechas en imprenta, con una tirada mayor y con mejor distribución. Por separado era económicamente dificultoso y queríamos editar los mismos títulos", explica Fadel. "Nosotros venimos de abajo, muchos años en el under, apostando a las movidas autogestionadas para mostrar nuestros libros. Siempre tuvimos el mismo problema, el monotema: la distribución", narran desde Gigante.
Crítica, poesía, traducciones, cómic, fotografía: el catálogo de Fadel & Fadel lleva unos trece libros publicados. "Es una casa de edición, literalmente. Máquinas tipográficas, de hot stamping, abrochadoras, guillotina, agujas, hilos, impresoras, plegaderas y resmas de papel de todo tipo conviven con la pantalla, encendida todo el tiempo en busca de textos, o con el InDesign abierto", se presenta en su página web. Gigante, por su parte, lleva más de cuarenta títulos, en su mayoría plaquetas de poesía y disponibles, por lo general, en ferias y festivales, como la V Feria de Editores que se realizará en breve (6 y 7 de agosto), o en ciclos de lectura en vivo como el Open day, que organizan.
El choque cósmico de estos dos proyectos se remonta a 2010, en la casa del poeta Daniel Durand. Fadel había llegado de Mendoza y se había formado con el autor de El estado y él se amaron, pasando luego a integrar Colección Chapita. Podestá y Bejarano estaban aprendiendo a hacer libros artesanales en el taller que tenían en Once; Bejarano, además, había sido editado ya por el sello. "Pero después de pasar unos días en el taller nosotros volvíamos a Paraná, a seguir agitando la movida desde el Litoral", explican. Varias reuniones y debates por Skype y otras tantas en vivo y en directo (en locaciones como Buenos Aires, Mendoza y Entre Ríos) sirvieron para ponerlos de acuerdo y en acción.
Pero ¿cómo pensar un catálogo conjunto? "Las colecciones F&G apuntan a lo que siempre nos gustó, que es básicamente la poesía. Esa es nuestra enfermedad. Serán textos que llevarán al lector hacia una nueva experiencia en cuanto al diseño", explican desde Gigante. "En principio pensamos un catálogo con las cosas que los dos queremos editar, libros que se superpondrían en los catálogos de nuestras editoriales perfectamente; y dejamos así también un espacio para que cada editorial publique sus propios intereses, o textos que precisan de una manufactura más detallada o de una tirada menor a la de imprenta. El proceso de selección es a la vez simple —siempre estamos de acuerdo— y caótico, porque podemos saltar de la traducción de una prosa francesa que nadie conoce al séptimo libro de un poeta con cierta carrera o a otra traducción, pero esta vez de un poeta norteamericano muerto hace 50 años, o a un libro de un poeta tradicional de argentina con anotaciones y prólogos. Imaginamos un catálogo con una mente poética pero con diversidad de géneros y extensiones", dice Fadel.
Ensayo, poesía y prosa es lo que se viene en F&G, y el próximo título probablemente vea la luz en primavera. "Nuestro trabajo como editores es ir a buscar el texto", saben. "Nos reúne un mismo espíritu, un primer pensamiento: editar los libros que queremos leer, libros que todavía no existen más que en nuestras mentes, que nos pueden gustar más o menos a uno o a otro, pero que siempre nos conmueven", concluye el autor de Viñas desmoronadas, quien entiende que "un libro es como una pequeña computadora hecha ad hoc para su contenido".
Hágalo usted mismo
Funesiana, Barba de abejas, Mancha de aceite, Eloísa cartonera, los pequeños libros que Carlos Ríos está haciendo: muchos son los ejemplos de este modo de producción por acá. "Las editoriales caseras tienen su ventaja: bajos costos, máximo control en la producción, independencia de los canales de impresión y venta tradicionales, etcétera. Pero también sus problemas. Uno de ellos es la distribución. Hasta ahora vendíamos prácticamente sólo en ferias, y nuestra presencia limitaba la cantidad y variedad de compradores. A su vez, sin un stock industrial y con poco tiempo (porque la mayoría se invierte en hacer los libros, justamente), distribuir en librerías era algo que habíamos intentado pero nos había resultado imposible. Si bien muchos de nuestros libros son primeros libros de autores hasta entonces desconocidos o propuestas experimentales, muchas veces yo me he visto superado por la capacidad de venta de un título, su recepción, incluso sin prensa ni distribución, y ahí es donde uno piensa: bueno, quizás hay que dar un paso en alguna dirección", explica Fadel, que como además de editor (¡hace libros desde los 15 años!) es escritor, conoce el asunto desde los dos lados del mostrador.
De este modo cataloga a este tipo de editoriales como "imperturbables": "Pueden bajar su costo tan al mínimo que son imposibles de eliminar. La más pequeña voluntad hace nacer una editorial casera. Desde que llegó en los noventa la computadora hogareña con impresora, ya no hubo nada que las detenga. Plaquetas, fanzines, panfletos y también libros han encontrado en esas pequeñas máquinas hechas para hobbistas y oficinas su tamaño de producción. Por todo esto es que mi diagnóstico es la inmortalidad".