Sergio Bizzio: "Escribir dos veces lo mismo no me preocupa"
Por Luciano Lamberti
Martes 07 de mayo de 2019
"Al principio trabajo con lo mínimo, una frase, una escena, no mucho más que eso. Puedo estar días enteros cambiando pequeñas cosas de lugar si en esa frase o esa escena hay algo que me atrae", explica el autor de Rabia, que acaba de lanzar dos libros de cuentos a la vez: La pirámide (Blatt y Ríos) y La conquista, Iris y Construcción (Random House).
Por Luciano Lamberti. Foto de Alejandra López.
Sergio Bizzio nació en Villa Ramallo, en 1956. Es novelista, dramaturgo, poeta, guionista y director de cine. Publicó, entre otras, las colecciones de poemas Gran salón con piano y Te desafío a correr como un idiota por el jardín, novelas como El divino convertible, En esa época y Rabia y los relatos de Chicos, y En el bosque del sonambulismo sexual, así como obras de teatro (Gravedad). Varias de sus novelas y relatos fueron adaptados para el cine en la Argentina, Brasil, España y Francia. Ha sido traducido al inglés, francés, italiano, portugués, hebreo, búlgaro, holandés y alemán.
La siguiente entrevista, realizada vía email, tuvo como eje sus dos últimos libros de cuentos, La pirámide (Blatt y Ríos) y La conquista, Iris y Construcción (Random House).
¿Había libros en tu casa cuando eras chico?
Sí, pero yo leía historietas. Los primeros libros me los dio mi mamá, a los doce o trece años: uno de la serie “Bomba”, de Roy Rockwood, que leí casi completo durante un viaje de ocho horas en auto desde Ramallo a Mar del Plata, “El país de las sombras largas”, de Hans Ruesch, que leí de tarde en tarde después del colegio, sentado en un sillón, y “El aleph”, que leí en la cama.
¿Te interesa cambiar con cada libro?
No tengo intereses previos, no tengo programa. Escribir dos veces lo mismo no me preocupa. Tampoco bailo en una pata si escribo dos libros completamente distintos entre sí, “En el bosque del sonambulismo sexual” y “Borgestein”, por ejemplo, o “Era el cielo” y “Mi vida en Huel”.
¿Sentís que hay una “forma Bizzio” de encarar las historias?
Es que no empiezo nunca por una historia. Empecé a escribir “La conquista” después de leer salteado en internet un libro sobre el arte en China. También en internet, leí algo sobre la tumba de un emperador egipcio y anoté cosas que me gustaron y que a lo mejor pasaron directamente a La pirámide, así que ya no sé qué es mío y qué no. Pero no tenía más que eso, una atmósfera y un puñado de datos y detalles ajenos. Al principio trabajo con lo mínimo, una frase, una escena, no mucho más que eso. Puedo estar días enteros cambiando pequeñas cosas de lugar si en esa frase o esa escena hay algo que me atrae. Lo que nunca sé es si camino sobre una idea o sobre un despojo, pero me las termino arreglando.
¿Qué parte de tu trabajo de guionista pasa a la literatura?
Ninguna. Y tampoco al revés.
Algunos de los cuentos (“Mini”, “La construcción”) abordan el tema del cambio de identidad. ¿Es una estrategia para mantener en vilo al lector?
Nunca pienso en el lector mientras escribo. Soy yo el que tiene que mantenerse en vilo.
¿“Iris” funciona como contracara de “Un amor para toda la vida”? (publicado en Chicos)
Sí, es una reversión. Una pequeña dosis de solemnidad alcanzaría para decir que es una nueva exploración o indagación del amor adolescente, pero no: escribí dos veces lo mismo. En mi descargo puedo decir que me di cuenta de que me repetía cuando el texto estaba ya bastante avanzado y no había vuelta atrás, más que nada por culpa del entusiasmo. Son dos versiones del mismo asunto. En algún momento se me ocurrió que podía escribir una más. Una trilogía con la misma historia y con personajes distintos en cada una de ellas, como ocurre entre la primera y la segunda. Veremos.
¿El amor es un tema difícil de abordar por su cursilería intrínseca?
No creo que la cursilería sea algo intrínseco al amor. Puede ser más bien algo intrínseco al autor. Tampoco creo que sea un tema difícil o complicado. La fama de difícil del amor como tema viene del prejuicio de que hay que decir lo que se siente, cosa que de arranque ya es hacerlo mal.
¿El uso del absurdo en tus cuentos es una búsqueda para quitarle seguridad al lector?
No, yo al lector no quiero quitarle nada. El absurdo, y el humor también, se me imponen, no tengo remedio para eso. Antes luchaba contra el humor, trataba de mantenerlo a raya. Ahora no me importa, lo dejo como sale. Pero el absurdo es distinto, tiene algo deslumbrante, que me encanta, en el sentido mágico del término. Es siempre como un descubrimiento.
¿Pensás estos cuentos de tus dos últimos libros desde el género fantástico?
La verdad es que no los pienso desde ningún lugar. Pienso en lo que hago mientras lo estoy haciendo, nada más, y nunca en términos de género o cosas por el estilo.
¿Te divierte escribir?
A veces. En general es nada más que apasionante.