La esquirla de un estallido que sucedió en otro lugar

Miércoles 01 de julio de 2009
Por P.Z. Fotos: Lucio Ramírez
Continuando con el Ronsino’s day, presentamos una entrevista en la que Hernán Ronsino habla de Glaxo. Además, un video en el que el escritor adelanta la novela leyendo fragmentos del primer capítulo.
¿Glaxo existe en la realidad? ¿Es una fábrica en Chivilcoy?
Fue una fábrica que le dio nombre a un barrio. Una fábrica que se levantó al lado del ramal del ferrocarril que terminaba en la vieja estación de trenes de la ciudad. Después se levantó, yo cuento un poco el proceso del levantamiento de las vías: se cierra esa estación y se la traslada a otro lugar. No sólo estaba la fábrica, ahora quedó el edificio abandonado, si no que había una serie de fábricas relacionadas con la producción rural, molinos, fábricas de aceite. Antes de que “existieran” los camiones, todo iba y venía en tren. Estaban los corrales con animales que se llevaban a la Feria de Mataderos. Cuando se sacó la estación y se levantó el ramal, toda esa zona quedó desarticulada, sin sentido.
Las vías se levantan pero en la novela no se habla de una reubicación. Como si hubiera una idea de esterilidad en el texto: la muerte del pueblo. La novela pudo haber sido escrito en el ’90.
Yo creo que hay cuatro ideas fuertes atravesando la novela, que tienen que ver con la idea del movimiento colectivo. El ferrocarril, el cine, la fábrica, la política. A partir de los ’70, esas cuatro ideas de movimiento colectivo comienzan a ser no sólo cuestionadas sino desarticuladas. Por eso está enmarcada en ese contexto de años –entre el ’59 y el ’84–, que es un momento de tensión y de plenitud de esas cuatro ideas. A pesar de que puede ser noventosa la idea de levantar las vías, creo que fue en el ’73 que sucedió. Es un síntoma de lo que va a venir. Esa idea del movimiento colectivo va a ser desarticulada.
Por P.Z. Fotos: Lucio Ramírez
Continuando con el Ronsino’s day, presentamos una entrevista en la que Hernán Ronsino habla de Glaxo. Además, un video en el que el escritor adelanta la novela leyendo fragmentos del primer capítulo.
¿Glaxo existe en la realidad? ¿Es una fábrica en Chivilcoy?
Fue una fábrica que le dio nombre a un barrio. Una fábrica que se levantó al lado del ramal del ferrocarril que terminaba en la vieja estación de trenes de la ciudad. Después se levantó, yo cuento un poco el proceso del levantamiento de las vías: se cierra esa estación y se la traslada a otro lugar. No sólo estaba la fábrica, ahora quedó el edificio abandonado, si no que había una serie de fábricas relacionadas con la producción rural, molinos, fábricas de aceite. Antes de que “existieran” los camiones, todo iba y venía en tren. Estaban los corrales con animales que se llevaban a la Feria de Mataderos. Cuando se sacó la estación y se levantó el ramal, toda esa zona quedó desarticulada, sin sentido.
Las vías se levantan pero en la novela no se habla de una reubicación. Como si hubiera una idea de esterilidad en el texto: la muerte del pueblo. La novela pudo haber sido escrito en el ’90.
Yo creo que hay cuatro ideas fuertes atravesando la novela, que tienen que ver con la idea del movimiento colectivo. El ferrocarril, el cine, la fábrica, la política. A partir de los ’70, esas cuatro ideas de movimiento colectivo comienzan a ser no sólo cuestionadas sino desarticuladas. Por eso está enmarcada en ese contexto de años –entre el ’59 y el ’84–, que es un momento de tensión y de plenitud de esas cuatro ideas. A pesar de que puede ser noventosa la idea de levantar las vías, creo que fue en el ’73 que sucedió. Es un síntoma de lo que va a venir. Esa idea del movimiento colectivo va a ser desarticulada.
Hay una frase que marqué: “la traición es la base del poder”. ¿Lo sentís así?
No. Me parece que dicha por un personaje paranoico, calzaba. No sé si así, tan tajantemente, la traición es la base del poder. Me parece, en cambio, que la violencia es la base del poder, que es una cosa distinta a la traición. Igual que Benjamin podríamos decir: la violencia es la base del poder.
No es casual, entonces, que hayas ubicado la masacre de José León Suarez desde el acápite.
Pero como resto del hecho político. Me gustaba ver de qué modo llega lo importante a estos lugares. Llega como una esquirla, como una chispa de un estallido que sucedió en otro lugar. En el siglo XIX todas las batallas se libraron en el interior, en las provincias. Cómo se libra la lucha política en el siglo XX: en las grandes ciudades. Pero en estos territorios llega como diluida. Me gustaba pensar eso, como un resto de esa violencia política nacional que llegue diluida y que genere otra violencia, más pequeña, más íntima, más barrial.
Yo nací nueve meses antes del golpe. El mundo que narro acá no lo viví. Ninguno de esos grandes movimientos colectivos me marcaron: fue una transición, coletazos de algo que se estaba terminando. La cita no sólo hace referencia a ese hecho histórico sino también a la necesidad de citar para tomar distancia de eso, de eso que no viví, que no fui testigo, que no está en mi biografía.
¿Qué te da la narración en un pueblo? ¿Por qué te interesa tanto la narración en un pueblo?
Me interesa porque nací en un pueblo y porque todavía me cuesta contar una historia que no suceda en un espacio como el de un pueblo. La narración está muy marcada con las experiencias vividas en un pueblo, como fondo. Eso no quiere decir que uno no pueda escribir cosas que no sucedan en un pueblo. Si no sería reducir la literatura a lo que uno vivió, nada más. Pero detrás de esa escritura hay una elección. Yo quiero escribir porque todo lo que escribo en otros lugares no me los creo. Siento que les falta algo.
“Otros lugares” sería la ciudad.
Una ciudad o cualquier otro contexto. Siento forzado al texto. Entonces hay una elección además de una experiencia. Quiero escribir sobre esos lugares.
Hay una idea de cierta individualidad de los personajes que en la ciudad pasaría como desapercibida. Tal vez llevándolos a un barrio.
Sí, a un barrio por ahí sí. Más que la idea de pueblo se menciona la idea de barrio. En la ciudad se perdería eso. De ahí la idea de organizarlo en voces a la estructura del texto. Y que cada voz colabore en la construcción de la totalidad del relato.
¿Qué lugar tiene la mujer en la historia?
Clave. Central. La mujer aparece como objeto del deseo y como objeto de disputa. No vamos a anticipar demasiado. De algún modo está organizando la narración como en la novela anterior, aunque la presencia de la voz de la mujer aparece de manera muy periférica. Pero de todos modos hay dos relatos míos donde trabajo narrando en primera persona desde la voz de la mujer y desde la voz de una nena de campo de unos 14 años. Por eso me interesa trabajar con las voces.
¿Cómo ves Glaxo en relación a tus otros libros?
Si la ubicamos temporalmente, primero podría venir esta y después La descomposición. En el plano narrativo, después de escribir La descomposición, que fue una novela que me llevó mucho trabajo, tres años y que es una novela estructurada con una lógica centrífuga, de dispersión, tenía la necesidad de contar una historia precisa, de ir al centro. A pesar de estar contada en pedazos, hay una lógica de buscar el centro: un punto que organice todo. Me parece que hay una continuidad en relación a la otra novela. Si bien las dos están organizadas con fragmentos, más que eso, me interesan las voces, trabajar con las voces. Esta está narrada por cuatro personajes, la otra está narrada por uno, pero atravesado de voces, también. Los cuantos de mi primer libro también son narrados en primera persona. Eso es lo que me interesa, el desafío que me moviliza a escribir: construir voces. Y cada voz que vaya construyendo una mirada más general.