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Daniela Tarazona: “La extrañeza es parte del acto de escribir"

"Quiero transmitir mi asombro cuando escribo", dice en esta entrevista la escritora mexicana, que regresa a Argentina con el Filba Internacional y después de obtener el Premio Sor Juana Inés de la Cruz por su novela Isla partida (Almadía).



Por Valeria Tentoni.




Conocimos la escritura de Daniela Tarazona con El animal sobre la piedra (Entropía), novela extraordinaria que la depositaba en librerías argentinas como representante mexicana de una  delicada prosa poética al servicio de una trama imaginativa y extravagante, personalísima. Después vino El beso de la liebre (Alfaguara), y fue con Isla partida (Almadía) que la autora, ahora radicada en Madrid, confirmó el dominio de un reino irrepetible y feroz, y de una escritura por completo consustanciada con lo que cuenta.

La novela, de hecho, le trajo uno de los reconocimientos quizás más importantes que una mujer que escriba en nuestra lengua puede obtener:el Premio Sor Juana Inés de la Cruz. No es el primero: Tarazona ya había sido seleccionada, durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara de 2011 como uno de los 25 secretos literarios de América Latina.

 

Tu obra novelística comenzó con El animal sobre la piedra (Entropía), e Isla Partida quizás es la que más juega con ella –incluso la refiere, en cierto momento-. ¿Lo ves así? ¿Qué podés decirnos del lugar de Isla Partida en tu serie de libros? 


Sí lo veo así, aunque no pensé, mientras escribía, que Isla partida mostrara una correspondencia con El animal sobre la piedra. Creo que me di cuenta después. Sobre todo, por los comentarios que he recibido de las lecturas. 

Sé que no hubiera conseguido escribir Isla partida sin las novelas previas. La fragmentación como modo expresivo comenzó con El animal sobre la piedra, pero la idea del tiempo puesto a prueba dentro de las historias tomó mayor relevancia en El beso de la liebre. Me parece que Isla partida es más radical, tanto en la fragmentación como en el planteamiento de una lectura rota.  


Son obras de una rareza mayúscula, que recuerda al extrañamiento que provocan literaturas como las de, por ejemplo, Clarice Lispector o, todavía más rara, Marosa di Giorgio, a quien elegiste para el epígrafe. ¿Qué podés contarnos de esta familia de escritura con ellas, te reconocés? ¿Qué es la extrañeza para vos y cómo la admitís en tu escritura? 


Sí que me reconozco. Y el decir “soy de estas palabras”, me lleva a sentirme acompañada. Con ellas me ocurre el asombro, la conmoción; las leo y sí pienso que en alguna otra dimensión son mis familiares. Encontrarme con ellas me ha dado alivio.  Para mí la extrañeza es parte del acto de escribir. Mientras lo hago, procuro que mi manera de ver el mundo, mis certezas, se descoloquen y tengan sitio para decirse. Sé que nada es como parece. La escritura que prefiero hacer desea aproximarse a eso que se disuelve y se muestra en los umbrales. Quiero transmitir mi asombro cuando escribo.  


En esa misma familia se podría sentar la poeta costarricense Eunice Odio, que ocupa una de las escenas de Isla Partida: una extranjera en México, en Isla Partida la narradora tiene una familiar que la conoció, ¿qué podés contarnos de esto, estudiaste a Eunice, tenés alguna relación con ella que quieras compartir?  


Eunice Odio fue amiga cercana de mi abuela materna, Olga. Crecí escuchando a mis parientes hablar de Eunice. Ella murió un año antes de que yo naciera. Mis tíos tienen un retrato que le hizo Rodolfo Zanabria, amigo de mi abuela, también. Ella fue parte de los espacios misteriosos de la vida de mi abuela y me hubiera gustado conocerla. Es una figura presente en la familia, alguien a quien se le recuerda de manera frecuente. Para mí es la hermosa fantasma, la amiga extraña.  




Una autora más que tengo que traer es Sor Juana Inés de la Cruz: Isla Partida ganó el premio que se entrega con su nombre, ¿qué te hermana con ella? ¿Qué valor tiene para vos ese premio? 

Mi admiración más honda. El pasmo, la incredulidad, la mirada vuelta al revés ante su genialidad. Me alegra el corazón que Isla partida haya obtenido este premio con tanto prestigio y que han otorgado a autoras que admiro. Me siento muy agradecida. Para mí es un impulso, uno de los alicientes que me dan fuerza para continuar. Venía de reflexiones que me hacían pensar en dejar de escribir y ganar el premio me llevó, definitivamente, a otros pensamientos. 

Entrando de lleno en el libro, Isla Partida expone escenas alucinadas de un “cerebro enfermo”, con “descargas eléctricas exageradas”, incluyendo imágenes de electroencefalogramas (que además son los tuyos). ¿Cómo decidiste utilizarlos? ¿Y cómo la enfermedad de la narradora habilitó una prosa como la que nos encontramos, que provecho provocó ese trastocamiento químico, físico? 

Yo buscaba acompasar la revelación de un mundo amenazante con el diagnóstico médico. Las imágenes incluyen algunos fragmentos del texto de la evaluación derivada del encefalograma. Me preguntaba: Esto que dicen ¿es verídico? ¿A partir de qué? A veces, pensamos que las palabras de los médicos y los hallazgos de la ciencia son lecturas definitivas. Con la escritura de Isla partida quise poner esto en duda. 

La mayor dificultad fue esa que mencionas: llevar a la página el lenguaje, los símbolos y la percepción de un mundo descoyuntado. ¿Cómo se plasma la lógica descompuesta de un pensamiento en crisis? Eso me preguntaba. El provecho fue sencillo y reconfortante al mismo tiempo: conseguir que esa experiencia, a través de la escritura, se convirtiera en una historia distinta. 

Nos encontramos con un personaje desdoblado, que es ella y es otra a la vez. ¿Cómo ideaste este punto y por qué te interesó explorarlo?  

Hay múltiples formas de perder la razón. Quizá este desdoblamiento es un territorio común, a medio camino entre la normalidad y el desastre. Ser otro en nuestro interior se parece a cuando escuchamos desde nuestra voz opaca un consejo que nos damos o una observación. El personaje sobrevive y muere, a la misma vez. También pensé en quienes deciden, de manera absoluta, no sobrevivir y morir por su propia mano.


Isla Partida es también la historia de los efectos de un duelo, el duelo por la madre muerta, una madre que a su vez hereda de su madre cierta rareza en el vivir: hay una pregunta por el linaje, por la herencia femenina. ¿Cómo lo trabajaste?   


Es un tema que me habita y que me ha acompañado a lo largo del tiempo. Procuré hacer ver y dar peso a las herencias, materiales y emotivas; quise que este libro fuera el testimonio de la presencia de varias mujeres en mi vida que son el centro de mis emociones. 


Otro elemento clave para la historia de esta protagonista múltiple es la paranoia, el terror acechando en todos lados, y la superstición. ¿Cómo tomaste estas fuerzas al escribir?  


Las tomé del entorno. ¡Es una época feroz! Desde luego que podemos verla de otro modo, a veces, como la misma protagonista, y quien desee no darse cuenta de lo que ocurre, está en todo su derecho.  

Siempre he sido supersticiosa. La forma misma de la novela es supersticiosa porque va en contra de la razón. 


La idea de isla, que sobrevuela todo el texto, también trae las ideas del escape y de la soledad. ¿Cómo las exploraste? 


La escritura es un acto solitario y un túnel que posibilita la huida. Y la soledad y el escape eran parte de los motivos de vida de la protagonista de la novela. Estar sola para irse, como al morir. 

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