"El adolescente es un lector particularmente difícil"
¿Qué y cómo leen y escriben los adolescentes?
Miércoles 27 de marzo de 2019
"Lograr que gusten de un texto o encontrar cosas dentro de su universo es un ejercicio de prueba y error", explican Gianina Covezzi y Daniela Demarziani, quienes inician este mes su taller de escritura para adolescentes en la librería. "Y tienen las mismas inseguridades que lxs escritorxs adultos pero se sobreponen con más facilidad", advierten.
Por Valeria Tentoni.
Gianina Covezzi y Daniela Demarziani inician este mes su taller de escritura para adolescentes en la librería, y aprovechamos a conversar con ellas sobre el universo de lectura y escritura que visitan.
¿Cómo definirían al lector adolescente, si tuvieran que diferenciarlo de otros lectores sólo por su edad? ¿Qué ven en su espíritu de búsqueda?
Daniela Demarziani: El adolescente, en general, es difícil de embaucar. Puede ser muy crítico y desapegado, lo cual no es malo, porque le da cierta objetividad y solo leen lo que los convoca, pero es un lector particularmente difícil. Lograr que gusten de un texto o encontrar cosas dentro de su universo es un ejercicio de prueba y error. Al adolescente, si algo no le gusta, pasa a otra cosa. Así con todo. Eso nos gusta. No les interesa en lo más mínimo agradar.
Gianina Covezzi: El lector adolescente no anda con vueltas. Si le gusta lo que lee sigue leyendo, y si no, cierra el libro sin importar si se trata de Hemingway, Salinger o Alice Munro. No tienen esa exigencia adulta de “si es unx autorx consagrado tiene que gustarme”. Son fieles a su deseo y también son receptivos a las sugerencias que les acercamos con cosas nuevas para que prueben. Leen sin clasificaciones, un libro de fútbol atrás de una novela policial, de una saga o de un libro de poemas. Esa voracidad es preciosa y arma el camino de lecturas propias, siempre tan importante y personal.
¿Qué géneros son los que más les atraen?
D: Hay de todo en nuestros talleres; chicxs que prefieren la ciencia ficción, las historias de amor y drama, dramones, alguno lee mucho libro de fútbol. También leen en plataformas online novelas escritas por usuarios y sagas, muchas sagas, de diferentes géneros. Nosotras intentamos acercarlos más a lo que se escribe acá, y cada tanto les mostramos algún clásico y, por lo general, se enganchan. Es muy errático su corpus de lectura. De nuevo, leen solo lo que les gusta.
¿Por qué creen que, en ocasiones, son lectores más voraces y capaces de terminar una saga en una semana? ¿Qué capacidad -que los adultos vamos perdiendo- conservan en ese sentido?
D: La excitación cuando algo les gusta. Todo absolutamente pasional. Escucharlos hablar a los gritos de algo que aman es todo un espectáculo. Hay dos modos en el adolescente, como un interruptor, o algo no les interesa en lo más mínimo o los apasiona. Es muy divertido ver ese cambio brusco en los gestos de la cara, en el cuerpo; del desinterés extremo a la charla más animada posible.
G: Creo que entregarse por completo a un libro es algo que quienes gustamos de leer seguimos haciendo, sólo que interrumpidos por las tareas de la vida adulta. Creo, entonces, que más que de una capacidad se trata de un estado -la adolescencia- muy favorable, de relativa desocupación y de exploración intensa donde pueden fermentar las pasiones, que como dijo Dani, surgen de manera muy potente y explosiva a esta edad.
¿Cómo se llevan sus lecturas placenteras con las escolares? ¿Les tocan chicos que están hartos de su profesor de Lengua, por ejemplo?
D: Poco. Quienes se acercan a un taller de escritura ya tienen un interés previo en la literatura, de alguna u otra forma, y a mí me gusta pensar que eso es en parte mérito del algún profe de lengua que alguna vez se cruzaron. Esa es mi fantasía. Por supuesto hay profes y profes y a los chicxs les encanta hablar mal de los que no funcionan, pero creo que si rascamos un poco vamos a encontrar un docente que en algún momento los impulsó a leer y/o escribir, capaz a lo mejor algún familiar. Lo que leen para la escuela, según comentan, puede gustar más o menos, pero es una obligación o una tarea. Lo que se llevan del taller lo toman como un juego, como algo divertido que les va a servir como disparador para escribir después. Es otro plan.
¿Cómo ven la búsqueda de escritura de ellos? ¿Qué géneros investigan?
G: Sus búsquedas son muy libres. Eso nos sorprendió muy gratamente. Pensamos que quizás vendrían con ideas más acartonadas o más solemnes de la literatura y de la escritura particularmente. Se entregan a consignas variadas y se entusiasman con las voces que empiezan a surgir en sus textos. Es muy emocionante ver cómo se van descubriendo a sí mismos como escritores y cómo se dejan llevar por eso. Tienen las mismas inseguridades que lxs escritorxs adultos pero se sobreponen con más facilidad. A veces, la lectura de lo escrito es optativa y por lo general todos quieren leer y hasta hacen más de una de las consignas que proponemos y traen dos y hasta tres textos por clase. Lo que más se trabaja son pequeños relatos pero hay quienes los desarrollan hasta convertirlos en cuentos. Otros también vienen con proyectos de novela. Muchos de estos textos podrían enmarcarse en un género autobiográfico, pero casi siempre aparece también la ficción, el irse por la tangente de lo fantástico, de lo poético y, por qué no, de la ciencia ficción.
¿Qué logros han tenido en los talleres? ¿Alguna anécdota en particular?
G: Lxs chicxs tienen logros personales como puede ser trabajar versiones de un cuento hasta dar con la versión final, participar de una lectura, encontrar una voz o una temática que de repente se les abre como un campo muy fértil, animarse a leer después de algunas clases sin hacerlo o escribir un texto que los hace sentir muy satisfechos. Nosotras, al ver que el espacio del taller sirve para que sucedan todas estas maravillas, nos sentimos totalmente hechas.
D: Nos sorprende muchísimo lo que surge de las consignas en vivo, cuando los agarramos desprevenidos y les damos diez minutos para escribir algo. Ahí se nota todo, no tuvieron tiempo de repensar, de editar, de dudar. Es de donde salen las mejores cosas, que después terminan convirtiéndose en texto. Lo mismo pasa con los comentarios de los compañeros. Es lindo ver cómo de a poco aprenden a leerse entre ellos y se aportan ideas entre todos y se ayudan a encontrar la voz que va apareciendo en los textos. Son muy generosos y eso enriquece mucho la búsqueda personal. Muchas veces los espacios de taller funcionan como pequeñas sesiones de terapia y creemos que está bueno abrir el espacio y motivarlos para que descubran desde temprano todo su potencial. Es un lugar de privilegio.
¿Por qué les parece valioso que los chicos y chicas de esa edad se encuentren con la escritura?
G: Porque, como sucede con toda forma de arte, la escritura desarrolla la sensibilidad, el imaginario propio, nos da una herramienta para procesar el mundo, para pensarlo y para deformarlo a nuestra manera. Porque es expresión, arte y juego que son circunstancias deseables para cualquier persona, a cualquier edad, pero que creo que en esa etapa particular de transición entre la niñez y la adultez, se vuelven aún más fundamentales.
D: Sobre todo por la edad. Hay una idea errada de que el adolescente anda perdido por la vida. Lo cierto es que la adolescencia es la etapa en la que empiezan a explorar su individualidad y eso para la escritura es un valor. Pueden tener ideas más o menos elevadas de la literatura, pero no se frustran tan rápido como nosotros los adultos. Eso hay que aprovecharlo.
¿Cómo se preparan para estos encuentros? ¿Cómo eligen los materiales a compartir?
D: Intentamos, siempre que podemos, acercarlos a lo que se está escribiendo hoy acá. La idea es que el texto les resulte cercano, ya que la mayoría lee muchos libros traducidos, sagas sobre todo. Por lo general, seleccionamos textos de amigxs escritrxs que cada tanto incluso visitan el taller y hablan con los chicos. La idea es mostrarles un poco la realidad editorial hoy. Mostrarles que hay muchas formas de publicar un libro. A veces les llevamos plaquetas, fanzines y libros de editoriales independientes. Mechamos con autores clásicos, aunque algunos sabemos que van a llegar a través de la escuela. Y lo demás surge a partir de los textos que traen los chicxs. Se volvieron bastante personalizados estos últimos encuentros y las recomendaciones de lectura.
G: La semana pasada fue la última clase del taller de verano y venía un impás de dos semanas hasta que empezara el anual. Así que amanecimos con ganas de darles algo para que se lleven y no se corte el proceso. Elegimos un libro para cada uno y les propusimos un diario de lectura, que comenzaron en clase, escribiendo de qué creían que iba a tratar el libro con sólo mirar la tapa. La idea es que lean y escriban un poco cada día, viendo hasta dónde se expanden las repercusiones de lo leído. Un diario de lectura puede contener de todo. Nuestro taller, como eje principal, tiene la idea de usar la lectura como disparador de escritura y este ejercicio lo encarna muy bien así que estamos ansiosas por reencontrarnos.
¿De qué universos provienen ustedes y cómo fueron sus respectivos contactos originarios con los libros?
D: Yo soy traductora y creo que la escritura fue consecuencia de eso. Traducir, leer y escribir van muy de la mano. Cuando la traducción no fue suficiente empecé con talleres de escritura y sigo… Ya desde chica el universo de los libros me fascinó, aunque en mi casa había más bien libros para niños que le pertenecían a mi madre maestra jardinera. Los demás libros de la biblioteca de mi casa eran pocos y los habré ojeado por curiosidad, supongo, pero mi verdadero contacto con la literatura como la entiendo hoy vino con los últimos años del secundario. Siento que recién ahí empecé a leer con devoción, ya no solo a fascinarme con el objeto-libro. Y desde entonces no hubo mucha vuelta atrás, una cosa fue llevando a la otra.
G: Yo estudié Letras en la UBA, lo cual puede sonar a que tuve muy claro desde siempre mi pasión por la literatura pero no es tan así. Lei mis primeros libros en la pubertad, recuerdo sobre todo a Cortázar y a Herman Hesse, pero también algunas historias en inglés que me daban en la escuela y que me apasionaban. En la adolescencia empecé a interesarme por varias formas de arte en paralelo y antes de hacer la carrera estudié un poco de cine, de fotografía y de teatro. Creo que terminé volcándome a las letras porque fue el arte que finalmente se tornó más significativo para mí en esos años existenciales de crecimiento. Me anoté en la universidad un poco instintivamente, a ciegas, y en paralelo empecé el camino de los talleres literarios que considero fueron espacios fundamentales para mí. Los talleres se despegan de lo académico y proponen otro tipo de aprendizaje, ligado al hacer y al compartir las miradas sobre lo hecho con un grupo circunstancial y azaroso que se termina convirtiendo en una comunidad unida por una pasión, un interés o un deseo. Eso es único.