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Reynaldo Sietecase: “En cada nueva novela trato de sumar algún desafío.”

El periodista y escritor argentino, autor de La Rey, participó del Eterna Social Club y aquí los destacados de ese encuentro. Mañana es el turno de Mauricio Kartún: a las 19, gratis.



Por Anne Sophie-Vignolles


 

En La Rey, Reynaldo Sietecase narra la historia de una joven paraguaya que sobrevive en un mundo de violencia, drogas y prostitución. Al arranque del capítulo dos se lee el mejor lift pitch de la historia del género policial: «Hay tres cosas que la Rey sabe hacer bien: limpiar, coger y matar».  

La Rey es una novela que mezcla thriller, policial y actualidad con mucho ritmo, un poco de historia y bastante de esoterismo, mientras nos hace viajar por Ciudad del Este, Buenos Aires y Madrid.   



¿Por qué una mujer, Reynaldo? 

Desde un Crimen argentino, que fue escrita en 1998/99 y publicada en el 2002, me siento aprendiendo y, en ese proceso, en cada nueva novela trato de sumar algún desafío. En las dos primeras novelas había escrito en tercera persona. Para esta novela yo tenía claro que el ejercicio consistiría en tratar de escribir un personaje femenino protagónico. Resulta que hace unos diez años atrás, trabajaba en mi casa una chica de Paraguay que vivía en la Villa 31. Venía a limpiar una vez por semana y siempre desayunábamos juntos antes de irme a la radio y cuando pensé en una mujer que se empoderara, pensé en ella. Le habían pasado muchas cosas feas, y a mí me empezó a generar la idea de que se tendría que poder vengar de tanta gente mala. En un momento, incluso, se me ocurrió escribir una historia con ella matando a todas las personas para las que laburaba… incluso una semana pensé que podría ser que le agarrara un ataque de furia y me matara a mí, que la trataba bien. En medio de eso, me crucé con mi amigo Américo (existe un Américo en Madrid), que trabaja en el Museo de Ciencias de ahí y me mostró que había un espejo negro de obsidiana y no sé por qué ni cómo, todo empezó a cobrar sentido, se empezaron a cerrar un montón de cosas…  Yo creo que muchas veces los libros son, en parte, decisión personal y, en otra, cosas que tienen que ver con el azar o con el destino. Yo tenía en una cajita un fragmento de obsidiana que me vendió un indio de Chiapas cuando estuve ahí cubriendo el levantamiento zapatista y de repente, veo el espejo en Madrid, la piedra acá y pensé: la piedra es de La Rey, ¿cómo demonios puedo unir el espejo de Madrid con la piedra? Y bueno… se empezó a armar la historia sola.  

Una vez que tuviste este personaje femenino,  ¿pensaste en cubrir o contar temas específicos también?  

Bueno, el tema de las chicas que se entregan a casas para limpiar y terminan sometidas o abusadas es algo todavía muy común hoy en día en Paraguay. Después tenía muy claro que el tema de la venganza me fascina, el tema de las pulsiones humanas. Y en este caso, pensé: si la tengo que empoderar, ella no se va a convertir en una millonaria, ni en una empresaria exitosa...   

...De hecho, el proceso de reconversión o de resurrección de Blanca Rosa en La Rey es por medio de la violencia, ¿no? ¿Pensás que un personaje masculino te hubiera aportado otra cosa? 

Totalmente. Se me empezó a armar de esa manera. No sé si un hombre me hubiera dado lo mismo. No tengo idea. 

Otro aspecto importante de La Rey es su nacionalidad paraguaya. En la novela es lindo incluso a nivel estético porque el guaraní aparece en itálicas, como que La Rey habla bastante en su lengua materna y a veces se traduce, y a veces no… 

Sí, el lector lo entiende por contexto. Hay un glosario al final, podés leerlo o no. Las frases están armadas para que se entienda cuando ella o su abuela usan el guaraní.  

¿Trabajaste con una autora paraguaya para eso? 

Sí, con Liz Aedo. Es una joven escritora, debe tener 23 años, como mi personaje y me empezó a dar información también. De hecho, yo le agradezco en el libro porque me contribuyó mucho a que el habla fuera amable, entendible. Fue un laburo idiomático grande. Era fundamental que el habla funcionara para que no se cayera lo verosímil.

Un tema esencial de esta novela es la amistad: todos los personajes sufren violencia, todas las historias son medio de terror, la mayoría de los personajes no la pasan bien, pero los salvan las relaciones de amistades que pueden construir, ¿cierto? 

Para mí es fundamental la relación entre estas dos mujeres, entre La Rey y Maru. La novela tiene dos tramas. Yo siempre trabajo igual: todas mis novelas tienen dos tramas que se van cruzando. Me gusta esta idea de tener una trama que va bien arriba, muy potente, y que algo lo vaya ralentizando, y para eso necesito otra trama. Y aparte, está siempre la idea de que esas dos historias se crucen en algún momento. En este caso, hay una historia de amistad de Maruca y La Rey y una entre Américo y el profesor Salvador Merino, que es el otro gran protagonista de la novela. Y los dos van teniendo dos historias de amistad paralela.   

Otro de los grandes temas sería la venganza por mano propia, algo que claramente te fascina. Ya estaba en tu novela anterior y te escuché decir que La Rey era una suerte de “Kill Bill del subdesarrollo". 

Sí, eso me lo dijo un periodista y me pareció espectacular, gracioso. Me gusta esa idea, porque no deja de ser una simplificación, un exceso. Es maravilloso el personaje de Tarantino, pero de alguna manera te da una idea de por dónde va la cosa, sin spoilear, que es lo más difícil. 

¿Cuál es tu relación con el género literario que elegís para escribir? 

En Europa la mayoría del policial tiene su detective o su comisario. Los que escribimos este tipo de género en Argentina casi no utilizamos el personaje del detective. No hay policía buscando el bien. Es difícil ubicar a un policía buscando la verdad en Argentina, por la historia que tenemos, son pocos los casos. Siempre buscamos un periodista, alguien “por fuera”. A mí me parece que eso le da riqueza, lo hace distinto.   

En este libro en particular, quizás dada la diversidad de temas que cubrís, se siente el trabajo de periodista, de investigación. 

Investigación, sí, ni hablar. Pero después también estuve trabajando mucho la edición de este libro que trabajé con Gabriela Franco y fue también muy interesante. Como me siento aprendiendo, me gusta la edición. Me encanta que venga alguien y me diga “Che, fijate, revisá esto.” Me parece que es un proceso muy enriquecedor.

  

¿Tenemos tiempo de hacer lo que se llama un ping pong de preguntas? ¿Cuál es el olor y el sabor de Rosario? 

El olor a té con limón de mi casa natal en Rosario, a la que todavía sigo entrando y sintiendo el té con limón que tomaba mi madre. También el olor del río que es muy especial. El río Paraná, la mezcla de barro, brea, arena…  

El olor y el sabor de Buenos Aires. 

Yo voy a decir algo que no les va a gustar a muchos, pero el primer olor de Buenos Aires para mí fue el olor a basura. Cuando vine a vivir acá, me abrumaba un poco la ciudad. Después hay olores que son muy lindos de la calle, de los plátanos. Y después, qué sé yo, el sabor, no sé. Yo tengo muy asociado Buenos Aires a los bares, ¿no? Y la realidad es que las ciudades son muy parecidas a los espacios donde interactúa la gente. Un bar, una librería, eso hace distinta a una ciudad. Y tomo café o tomo vino con algún amigo y son sabores que los asocio a esta ciudad.  

¿Escribir es un lujo, un espacio de libertad o un sacerdocio? 

Es una necesidad. Asumo, como decía un amigo mío,: “un riesgo gratuito”, porque nadie me está pidiendo que escriba, ni que me exponga. No me lo pide nadie.  

¿Y qué tal te llevas contigo mismo cuando escribís? 

Creo que es mi mejor mitad, la que escribe. Aunque el hecho de crear o producir tenga que ver con un poco de egoísmo, de vanidad, sin embargo siento que es esta es mi parte más silenciosa, más tranquila, la que más se me parece.  

¿La literatura puede salvar el mundo? 

La verdad que ojalá fuera así. No puede salvar al mundo, pero lo hace más amable, más fraterno. Imagínense en un mundo sin arte, sin música, sin literatura… sería espantoso, ¿no? Pero al mundo lo podemos salvar nosotros, o en todo caso, los hijos que dejemos en el mundo con alguna vocación de hacerlo más más justo, claro.  

Danos dos escritores que te dieron ganas de escribir. 

Capote, Chandler, Walsh, Pérez Reverte. En poesía, me gusta mucho una poeta que está un poco olvidada, Beatriz Vallejo. 

La última la pregunto como francesa y porque sí, y porque da mucho sentido en este momento de la historia: ¿liberté, égalité o fraternité? 

Mi formación me hace pensar primero en la igualdad. No está muy a tono con los tiempos, pero sí creo que es una opción totalmente ideológica, ¿no? Yo creo que el mundo es injusto y que esa lucha que la Revolución francesa marca como un antes y un después todavía se está librando. 

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