Relatos de lo totalmente inesperado
Roald Dahl
Martes 16 de agosto de 2016
Celebrando el centenario de su nacimiento, Alfaguara acaba de reeditar los clásicos del escritor británico, como Matilda y Charlie y la fábrica de chocolate. "Dahl se apoyó en su capacidad para escapar a otro mundo —el mundo fantástico de su imaginación. Construyó una cabaña para escribir al fondo de su jardín en Great Missenden y fue allí que finalmente comenzó a escribir para niños". Un perfil a cargo de su biógrafo, Donald Sturrock.
Por Donald Sturrock. Traducción de Agata Cianchetta Sivori.
19 de septiembre de 1940. Un pequeño monomotor caza biplano de la RAF1 se dirige al sur-oeste atravesando el desierto de Libia. Los últimos rayos del atardecer iluminan la arena con un intenso brillo rojizo. El piloto está volando al ras. Intentando reunirse con su escuadrón, pero no logra localizar la pista de aterrizaje camuflada. Su tanque de nafta está casi vacío y pronto será de noche. Sólo queda una alternativa posible —un aterrizaje forzoso.
Con desesperación, roza a baja altura sobre un suelo rugoso, buscando un área lisa para aterrizar. Pero no aparece ningún lugar propicio.
El sol desaparece detrás del horizonte y él decide arriesgarse, frenando la marcha y descendiendo a unos 80 mph, rogando que las ruedas no se estrellen contra una piedra. Pero la suerte no está de su lado. El tren de aterrizaje golpea una roca y se derrumba al instante, enterrando la nariz del avión en el suelo. Impulsado violentamente hacia delante, el piloto choca contra la burbuja de la cabina de la aeronave. Su nariz hundiéndose en su cara, el cráneo fracturado, dejándolo inconsciente. El avión estalla en llamas.
Roald Dahl sobrevivió ese accidente de milagro. Pasaría el resto de su vida hostigado por las lesiones que sufrió esa noche. Sin embargo, el hombre que escribió algunos de los libros infantiles más célebres del siglo 20, incluyendo Charlie y la fábrica de chocolate, El gran gigante bonachón, Los Cretinos y Matilda, a menudo reflexionaría sobre cómo este "monumental golpe en la cabeza" había cambiado su personalidad. Incluso se preguntaba si, de alguna manera extraña, lo había convertido en escritor.
Cien años después de su nacimiento, el 13 de septiembre de 1916, los cuentos de Dahl siguen cautivando. Desde su fallecimiento en 1990, las ventas de sus libros han incrementado año tras año. Hasta el momento han sido traducidos a 58 idiomas, con ventas mundiales que superan los 200 millones. Algunos escritores contemporáneos como JK Rowling y David Walliams han reconocido su deuda para con Dahl, mientras que directores de cine tan diversos como Tim Burton, Wes Anderson y Steven Spielberg han extendido aún más el alcance de su magia. Como resultado, las oscuras y cómicas fantasías de Dahl parecen hoy en día casi más asombrosas de lo que parecieron durante su propia vida.
Sin embargo su creador, este extraño gigante que medía más de dos metros de altura y que vivió gran parte de su vida en una modesta cabaña en la campiña de Buckinghamshire, fue, en muchos sentidos, un viajero reacio a este extraordinario destino.
Tuvo un pasado insólito. Sus padres eran noruegos que se habían forjado una nueva vida en Cardiff. Su padre, Harald, un exitoso agente marítimo, murió de neumonía cuando Dahl tenía apenas tres años, dejando a su esposa Sofie Magdalene sola con una familia de seis hijos para criar.
Afortunadamente, era una familia adinerada, y Sofie Magdalene tenía un gran carácter que estuvo a la altura del desafío. Más adelante, Dahl la describiría como "sin duda, la principal y más profunda influencia en mi vida".
En 1925, a la edad de nueve años, Dahl fue enviado como pupilo a la Escuela Primaria San Pedro3 en Weston-super-Mare y de allí a Repton, una arquetípica escuela pública británica. Detestó la experiencia, pero tuvo que tolerarla hasta que cumplió 17. Para decepción de su madre, decidió no ingresar a la universidad, sino unirse a una compañía petrolera con la esperanza de que lo enviaran a algún lugar emocionante.
Y lo hicieron. En 1938 fue transferido a Dar es Salaam en Tanganica, ahora Tanzania, África Oriental. Allí, con "nada más que hacer más que transpirar"4, vivió, en sus propias palabras, la vida de un "ridículo joven pukka sahib2 en los últimos días del Imperio Británico". Ganó torneos de golf. Irritaba alemanes en el Club de Dar es Salaam lanzando dardos a una fotografía de Adolf Hitler. Y se emborrachaba. A veces mucho.
Eso cambió cuando estalló la guerra y decidió unirse a la RAF. Estrelló su caza biplano Gloster Gladiator en su primer día de servicio activo y su recuperación le tomó seis meses. Pero voló nuevamente en Grecia y Palestina donde, en 1941, derribó varios aviones enemigos en su Hurricane Mk I. Luego, repetidos desmayos lo obligaron a volver a Inglaterra.
Pronto fue enviado a Washington, donde trabajó para la RAF como agregado auxiliar aéreo de la embajada británica. El intrépido joven piloto se había convertido en un diplomático. Entonces, casi por accidente, comenzó a escribir cuentos sobre sus experiencias de vuelo, el primero de los cuales fue publicado en forma anónima en el Saturday Evening Post. El público estadounidense los amaba. Walt Disney leyó uno llamado Los Gremlins y decidió que quería filmarlo. Por lo que el apuesto y joven agregado aéreo se encontró rápidamente disfrutando de la gran vida de Hollywood, escribiendo guiones para los animadores de Disney, relajándose en la pileta con el compositor y actor estadounidense Hoagy Carmichael y bailando con Ginger Rogers en la boda de Dorothy Lamour. Aunque la película de Disney fue finalmente archivada, en 1984 Steven Spielberg sí hizo una película algo inspirada en esos personajes.
Dahl era un rebelde. Más tarde se describiría a sí mismo como un "payaso" que usaba su encanto y humor para lograr hacer cosas y preguntas que hubieran sido casi imposibles para cualquier otra persona.
Visitó al presidente Roosevelt en su casa de campo ya que su esposa era una gran fanática de Los Gremlins y jugó al tenis con su vicepresidente, Henry Wallace. Fue reclutado por el Servicio de Inteligencia británico en tiempos de guerra para obtener información de sus contactos y comunicar lo que había descubierto a Londres. Se hizo amigo de Ian Fleming, el creador de James Bond. El diplomático era ahora casi un espía, sembrando información británica controlada creada para mantener a Estados Unidos en juego durante la guerra.
Dahl se divirtió mucho en Estados Unidos. Salió con actrices glamorosas como Nancy Carroll, tuvo un romance con Annabella, la esposa de Tyrone Power, y comía langostas con Noël Coward. Pero su verdadero interés era su escritura. De hecho, muchas veces rechazó invitaciones a cenas o fiestas para poder quedarse en su casa pensando cuentos sobre sus hazañas de vuelo.
Su primera colección de cuentos, Over To You, se publicó en 1946. Tenía 29 años. Ese mismo año regresó de los Estados Unidos para escribir y estar cerca de su madre en la campiña de Buckinghamshire. Al principio, vivieron en una colina cerca de Great Missenden, en una casa que más tarde se convertiría en la residencia personal del Primer Ministro británico Harold Wilson.
Luego se trasladaron a High Street en Old Amersham, donde Dahl llevo la vida de un sencillo hombre de campo, dedicado a la cría de galgos de carrera cuando no se encontraba escribiendo su apocalíptica novela de ciencia ficción Some Time Never. Fue la primera novela seria en representar un mundo destruido por un holocausto nuclear.
Los críticos, sin embargo, repudiaron Some Time Never, y cuando sus editores rechazaron su próxima novela, Dahl regresó a Estados Unidos en 1951. Tenía 35 años, era soltero, y su carrera como escritor parecía haberse estancado.
Sin embargo, en dos años se había reinventado a sí mismo una vez más, escribiendo cuentos para The New Yorker y la BBC, sólo que esta vez sus tramas contenían giros de humor negro. Estos fueron sus famosos Tales of the Unexpected. Aceptados con entusiasmo por Alfred Hitchcock y otros, incluyendo el famoso Lamb To The Slaughter, que se convirtió en una serie de televisión altamente aclamada y dirigida por el propio Hitchcock. En poco tiempo, la prensa estadounidense había apodado a Dahl como el maestro de lo macabro.
En 1953 se casó con Patricia Neal, una de las actrices más bellas y célebres de su generación. Se convirtieron en una pareja de moda. Al año siguiente, se compró una casa de campo cerca de su madre en Great Missenden. Casa Gitana, como él la llamaba, se convertiría en su hogar por el resto de su vida. En 1955 nació su primera hija, Olivia, seguida de Tessa en 1957 y su hijo Theo en 1960. La carrera de “Pat” se volvió cada vez más solida, mientras comenzaban a llegar las regalías de Tales of the Unexpected. A mediados de sus 40, Dahl parecía haber adquirido fama, fortuna y felicidad.
Luego, en 1960, ocurrió la primera de tres terribles tragedias familiares. A los cinco meses de edad, Theo fue aplastado contra el costado de un colectivo cuando un taxi de Nueva York perdió el control y golpeó contra el cochecito arrebatándolo de las manos de la niñera. El bebé sufrió severas lesiones en la cabeza, pero sobrevivió.
Sólo dos años más tarde, la hija mayor de Dahl, Olivia, murió, a los siete años, después de contagiarse de sarampión. Tres años más tarde, su esposa Pat sufrió un desastroso derrame durante un rodaje en Los Ángeles. Había sido recientemente galardonada con un Oscar por su actuación junto a Paul Newman en Hud y ya estaba embarazada de su hija menor, Lucy.
Dahl quedo devastado luego de la muerte de Olivia, pero enfrentó sus otras dos desgracias con una determinación característica. Cuando la válvula que drenaba el exceso de líquido del cerebro de su hijo no dejaba de bloquearse, él diseñó y confeccionó otra que era mucho más eficaz. Y cuando los médicos le dijeron que su esposa probablemente quedaría parapléjica, él simplemente se negó a creer en ellos, ideando un régimen intensivo y eficaz de estimulación diaria que dio lugar a la extraordinaria recuperación de Pat. Tres años después de su accidente cerebro vascular fue nominada para otro Oscar por The Subject Was Roses.
Durante este tiempo, Dahl se apoyó en su capacidad para escapar a otro mundo —el mundo fantástico de su imaginación. Construyó una cabaña para escribir al fondo de su jardín en Great Missenden (ahora parte del Museo Roald Dahl), y fue allí que Dahl finalmente comenzó a escribir para niños.
Cuando empezó a inventar cuentos para sus hijos, comenzó a obsesionarse con la idea de una fruta que nunca paraba de crecer. Se convertiría en su primer libro para niños, James y el melocotón gigante, que fue publicada en 1960. Cuatro años más tarde terminó su segundo, Charlie y la fábrica de chocolate.
Ambas historias se convirtieron inmediatamente en bestsellers en los Estados Unidos, pero fueron rechazados por todas las principales editoriales británicas en varias ocasiones. Finalmente, cuando una pequeña editorial de libros académicos, Allen & Unwin, los adquirió en 1967, comenzó la carrera de Dahl como un escritor para público infantil en el Reino Unido. Pero ya se había establecido un patrón. A partir de ahora iba a verse a sí mismo como un extraño a la elite literaria y se divertiría siendo una espina en su carne. Las relaciones con sus editores a menudo se volvían tensas y adquirió la reputación de no tener pelos en la lengua y ser complicado. Ophelia y Lucy nacieron en 1964 y 1965 y, con más niños en la casa para estimularlo, comenzó a concentrarse cada vez más en su audiencia más joven, que aceptaba su trabajo con un entusiasmo del que nunca se agotaba. En 1982 se separó de Pat porque se había enamorado de Felicity “Liccy” Crosland. Se casó con ella al año siguiente. Durante los ocho años que estuvo casado con Liccy su productividad incrementó enormemente, en ese período escribió El GGB, Matilde y Las Brujas, junto con libros más cortos. Cuando murió, en 1990, acababa de comenzar una nueva historia sobre una niña que le enseñaba a hablar a su perro.
A lo largo de su vida adulta, Dahl mantuvo una notable capacidad para vincularse con los niños. La gente a menudo lo describía como una especie de flautista de Hamelin, encantador de niños pequeños con sus cuentos y su conversación. Estaba orgulloso de que cuando entraba en su cabaña de escritura, en apenas diez minutos lograba ver el mundo a través de los ojos de un niño y, en la vejez, con frecuencia se referiría a sí mismo como "un anciano infantil". Ese fue, quizás, su mayor don. Es la mejor explicación de porqué los niños siguen respondiendo con tanto entusiasmo a su vasta, original y fabulosa imaginación.
1 Real Fuerza Aérea Británica
2 Pukka sahib es un término del argot tomado de hindi Proviene de las palabras "PUK-ə" que tiene un significado asimilable a de "Absoluto" ("de primera clase", "absolutamente genuino") y "SAH-ib" o "maestro", por lo que se podría traducir como "verdadero caballero" o "excelente compañero".