Reglas para llegar a escribir bien
Por Isidoro Blaisten
Viernes 04 de agosto de 2017
"Escriben porque tienen tiempo, saben la diferencia entre imagen y metáfora, y tienen un buen pasar. No tienen ni la increíble perfección de Borges, ni la potencia imaginativa de Bioy Casares, ni la brillante maestría de Mujica Láinez, ni el certero talento de Silvina Ocampo, pero igual se creen en la clase A de la literatura". Una de las Anticonferencias (Tusquets) de Blaisten.
Por Isidoro Blaisten.
Nuestra profesora de literatura nos dictó en nuestra querida carpeta Rivadavia lo siguiente:
«Reglas para llegar a escribir bien».
Eran cinco las reglas. Una de ellas se intitulaba: «El conocimiento de los preceptos. El conocimiento de los preceptos es necesario a toda clase de escritores. A los de mediana inteligencia, para que lleguen a un grado conveniente de corrección; a los hombres de talento, a fin de que hagan fructificar sus luces naturales; a los ingenios privilegiados a fin de que brillen con todo su esplendor».
Alguien dijo que el talento es la cosa mejor repartida del mundo, porque todo el mundo cree tenerlo. Está demostrada la esencia igualitaria del tedio, la profunda vocación democrática del aburrimiento. Hay aburridos conservadores, aburridos de vanguardia y aburridos del tedio-centro.
Los del tedio conservador todavía usan rancho. Algunos no se lo sacaron desde el año en que Enrique Banchs dejó de escribir; otros desde que Enrique Banchs escribió La urna, y los más desde que Lugones fundó la SADE. Escriben porque tienen tiempo, saben la diferencia entre imagen y metáfora, y tienen un buen pasar. No tienen ni la increíble perfección de Borges, ni la potencia imaginativa de Bioy Casares, ni la brillante maestría de Mujica Láinez, ni el certero talento de Silvina Ocampo, pero igual se creen en la clase A de la literatura. Han viajado a Grecia, hablan de las catedrales góticas y por eso para ellos el mundo es ancho y ajeno: empieza en la SADE y termina en Uruguay 1371. Dividen a la literatura como se divide a las medialunas: de confitería y de panadería.
Y por más que quieran parecerse al presidente Alvear caminando por Florida, por más que su oficio sea llegar a jurados de premios nacionales, por más que su vocación sea premiar libros con chaleco, llamados todos indefectible y aburridamente: Etiología de la noche, Perduración de la tiniebla, Descubrimiento de Cristófaro o Para un tiempo de Clepsidra; por más que se pongan las polainas para escribir, sus sonetos no serán más que biscuits, detrás de las vitrinas, rancios.
Mientras tanto, los puros de corazón seguirán leyendo con unción y respeto las palabras que les tocan el alma y escribieron entre otros el cache Miguel de Cervantes Saavedra, el no muy distinguido William Shakespeare, el desarrollista Proust, el tano Pavese y el sionista James Joyce.