Lo irrepetible
Por Eugenia Almeida
Miércoles 27 de marzo de 2019
"No hay nada, absolutamente nada que se repita. No nos ha sido dado ese milagro o ese tormento", escribe Eugenia Almeida respondiendo a la consigna del último Filba La Cumbre.
Por Eugenia Almeida.
Llega un mail de Cata, con una invitación al Filba. No es la primera vez, ni la segunda, ni la tercera.
Pero esta vez el mail hace referencia a una repetición, a un volver, a una “segunda vuelta”.
Y sobre eso tengo que escribir.
Ya desde el primer momento algo en mí se pone en tensión.
Una tensión que no es molesta sino más bien el tono que precede a una cierta revelación.
Una tensión que evidencia algo que debo pensar de otra manera.
¿Qué es una repetición? ¿A qué estaríamos volviendo? ¿Qué es lo que se esconde en esa doble i latina de los números romanos?
¿Cómo sería posible –para mí, para nosotros- hablar de una “segunda vez”? ¿Segunda vez de qué?
Estoy acá, en La cumbre, entre colegas a los que admiro, hablando con ustedes.
En realidad, no. Estoy ahora en la oficina en la que trabajo, internet se ha caído, es imposible avanzar en las tareas que tenemos pendientes, alguien fue a buscar agua para el mate, yo saco mi cuaderno azul para empezar a escribir y detallar cuál es la tensión que se puso en juego desde que recibí el mail de Cata.
Nos vemos en La Cumbre, otra vez.
¿Cómo es posible pensar en la segunda vez de algo? ¿En qué consiste eso?
Estoy aquí pero ya no en el viejo hotel donde dormimos el año pasado.
Camila Sosa Villada no está parada en el umbral de la entrada de aristas del teatro. Por las calles no voy a encontrarme con Gabriela Halac y Demián Orosz para prometernos una cerveza.
No está Mariano Quirós charlando con Perla Suez.
No está Elena Anníbali y sus poemas, desgranándonos primero y resucitándonos después.
No está Martín Cristal inventando una historia a partir de una casa.
No está la Tere Andruetto y su sonrisa luminosa.
Ni Juan Forn convidándome cigarritos hindúes.
No está Betina González leyéndonos un tramo de su novela “América alucinada”, cinco de mis amigos y yo, con un trago en la mano, dejándonos llevar por su voz, en un patio, de noche.
Y lo que sí está.
Federico Durand. Martín Hadis. Ivonne Bordelois. Juan José Becerra.
Y ustedes.
Y la propia Cata, que el año pasado estuvo ausente.
Entonces ¿qué es lo que se repite en La Cumbre? ¿Una cita? ¿Un encuentro? No podríamos hablar de repetición.
Tengo la tentación de dejarme resbalar a una pregunta: “Si esto no es una repetición ¿será una variación”?
Pero voy a detenerme aquí.
Voy a suspender esa pregunta para detenerme en la idea de repetición.
¿Qué es eso? ¿En qué consiste?
¿Es una de las posibilidades de lo real o es pura fabulación?
La repetición: animal fantástico que sólo existe en el territorio de la interpretación.
Piensen conmigo: ¿hay algo en nuestro mundo que se repita? ¿Hay algo que no tenga dentro de sí el germen de lo singular?
He estado pensando en eso. Y tengo la sensación de que la repetición es una figura de la ficción.
Cuando observamos una repetición aparentemente perfecta surge el sobresalto. Es casi una descarga de irrealidad. Sabemos que hay ahí algo que nos inquieta.
Pensemos en una “deja-vu”. Momentos en los que sentimos que ya hemos vivido algo, que la escena que nos contiene es increíblemente familiar, que casi podríamos anticiparnos unos segundos y decir qué es lo que va a pasar.
Los deja-vu son un misterio que no ha podido explicarse.
Hay teorías, hay hipótesis. Pero ninguna certeza.
¿Por qué esos momentos nos conmocionan?
Porque son raros, inusuales.
Porque parecen venir de un orden que desconocemos.
Porque causan una breve fractura en nuestro modo de percibir el tiempo.
Recuerdo ahora un fragmento de la película Matrix. Uno de los personajes va subiendo una escalera y ve pasar un gato negro. Al instante vuelve a ver exactamente lo mismo. El mismo gato, el mismo movimiento. Se habla entonces de una falla del sistema, un error en la Matrix, que devela justamente que se trata de una construcción.
¿Existe la repetición?
¿Pueden dar fe de algo que se haya repetido? ¿No se trata siempre de algo nuevo?
Si todo cambia permanentemente ¿no viene la idea de la repetición de nuestro miedo a lo desconocido?
Todos hemos vivido cosas que parecen ser una réplica, un eco, una repetición. Escenas, lugares, relaciones.
Y sin embargo creo que la idea de repetición está en el ojo, en el modo de ver. Nunca en las cosas.
Piensen en dos gemelos idénticos. ¿Realmente podemos llamarlos idénticos?
Todo es nuevo, todo el tiempo.
Una idea que puede ser aterradora para algunos y herramienta libertaria para otros.
Eso es lo que quiero decir. La repetición no existe.
Y entonces puedo retomar la pregunta que dejé suspendida.
¿Se tratará entonces de variaciones? ¿Ahí es donde anida la frase “segunda vuelta”?
Pero entonces tendríamos que definir cuál es la esencia de la cosa. Cuál es el núcleo inmutable y qué es lo que puede variar sin que “eso” deje de ser “eso”.
Sólo se puede reconocer lo ya conocido. Pero ¿qué es lo que prima en el momento del reconocimiento? ¿Lo viejo o lo nuevo? ¿No hay en la mera existencia de esta pregunta la certeza de que no hay repetición posible?
¿Quién es el que vuelve, en el tango a la casita de sus viejos? ¿El mismo que se fue? ¿Cómo llamar al abismo que hay entre los veinte abriles de “locuras juveniles” y alguien que ha cambiado tanto que sólo es reconocido por el tono de su voz?
Hay un relámpago de belleza en este mundo.
Quizás haya más de uno.
El que puedo ver hoy se relaciona con la indomable novedad.
No hay nada, absolutamente nada que se repita. No nos ha sido dado ese milagro o ese tormento.
Quizás por eso hemos creado un concepto para nombrar algo que sólo pertenece al orden de lo ficticio.