Feminismo para el 99%: la raíz del problema es el capitalismo
Por Tithi Bhattacharya, Nancy Fraser y Cinzia Arruzza
Martes 12 de marzo de 2019
Publicado simultáneamente en más de 14 idiomas el 8 de marzo pasado, Feminismo para el 99%. Un manifiesto llega a toda América Latina vía Rara Avis y hoy refrescamos su cuarta tesis.
Por Tithi Bhattacharya, Nancy Fraser y Cinzia Arruzza.
Para la mayoría de lxs observadorxs, los años 2007 y 2008 marcaron el comienzo de la peor crisis financiera mundial desde la década de 1930. Aunque en principio es correcta, esta comprensión de la crisis en curso sigue siendo demasiado limitada. Lo que estamos atravesando hoy es una crisis de la sociedad en su conjunto.
De ninguna manera queda circunscrita dentro de los confines de las finanzas; se trata, a la vez, de una crisis de la economía, de la ecología, de la política y del “cuidado”. Es una crisis general de toda una forma de organización social, y es en el fondo una crisis del capitalismo; en particular, de la forma ferozmente predatoria de capitalismo que habitamos hoy: globalizada, financiera, neoliberal.
El capitalismo genera este tipo de crisis de forma periódica, y por motivos que están lejos de ser accidentales. La supervivencia de este sistema depende de la explotación del trabajo asalariado; y se aprovecha, además, de la naturaleza, de los bienes públicos, y del trabajo no remunerado que reproduce a los seres humanos y sus comunidades. El capital, motivado por una implacable búsqueda de ganancias ilimitadas, se expande sirviéndose de todas esas cosas sin pagar por su reposición (salvo cuando se ve forzado a hacerlo). Su propia lógica lo impulsa a degradar la naturaleza, a instrumentalizar los poderes públicos, a apropiarse del trabajo de cuidado sin pagarlo; así, el capital desestabiliza periódicamente las condiciones mismas que él mismo –y el resto de nosotrxs– necesitamos para sobrevivir. La crisis está inscrita en su ADN.
La crisis actual del capitalismo es especialmente grave. Tras cuatro décadas de neoliberalismo, los ingresos han caído, los derechos laborales se han debilitado, el medioambiente se ha visto arrasado y las energías disponibles para mantener a familias y comunidades han sido usurpadas por el capital; y todo eso al tiempo que los tentáculos de las finanzas se desplegaban por todo el tejido social. No sorprende entonces que a lo largo y lo ancho del mundo haya masas de gente que hoy dicen “¡basta!”.[1] Dispuestas a abrir las mentes y ampliar los horizontes del pensamiento, las personas están empezando a rechazar los partidos políticos establecidos, así como el sentido común neoliberal y sus motivos de la “competencia de libre mercado”, el crecimiento “por goteo”, la “flexibilidad del mercado laboral” y la “deuda insostenible”. Como resultado, vemos abrirse un vacío en el liderazgo y la organización, junto con una creciente sensación de que algo tiene que ceder.
El feminismo para el 99% se cuenta entre aquellas fuerzas sociales que se han animado a saltar a este vacío. Pero no dominamos el terreno; más bien, compartimos el escenario con muchos malos actores. En todas partes, están emergiendo con rapidez movimientos de derecha que prometen mejorar la fortuna de aquellas familias que cuentan con la etnicidad, nacionalidad o religión “correctas”, y se proponen para ello terminar con el “libre mercado”, detener la inmigración y restringir los derechos de las mujeres, las personas de color y LGTBQ+. Al mismo tiempo, en la vereda de enfrente, las corrientes dominantes de la “resistencia progresista” pugnan por una agenda igual de desagradable. En sus esfuerzos por restaurar el statu quo anterior, estos militantes del sistema financiero mundial albergan la esperanza de convencer a los movimientos feministas, antirracistas y ambientalistas de aliarse con sus “protectores” liberales, renunciando a proyectos más ambiciosos de igualdad y transformación social. El feminismo para el 99% rechaza esa propuesta. En contra tanto del populismo reaccionario como de su contraparte progresista neoliberal, nosotras nos proponemos identificar, y abordar de frente, la fuente real de la crisis y la miseria: el capitalismo.
Para nosotras, en otras palabras, una crisis no es simplemente un tiempo de sufrimiento, ni mucho menos un mero impasse en la actividad productiva y lucrativa. Una crisis es también, y crucialmente, un momento de despertar político y una oportunidad para la transformación social. En tiempos de recesión, masas críticas de personas retiran su apoyo a los poderes existentes. A partir del rechazo de las políticas de siempre, comienzan a buscar nuevas ideas, organizaciones, alianzas. En situaciones así, las preguntas que urge responder son: ¿quién guiará el proceso de transformación social? ¿Qué intereses lo moverán, y hacia qué fin? Este tipo de proceso, en el que una crisis general lleva a una reorganización de la sociedad, ha tenido lugar varias veces en la historia moderna, sobre todo en beneficio del capital. Con el objetivo de restaurar la rentabilidad, los defensores del capitalismo lo han reinventado una y otra vez, reconfigurando no solo la economía oficial, sino también la esfera política, la reproducción social, e incluso nuestra relación con la naturaleza no humana. Con ello, no solo han reorganizado la explotación de clase, sino también la opresión de género y racial, a menudo por medio de una apropiación de las energías rebeldes (aun las feministas) para proyectos que por lejos beneficiaban solo al 1%. ¿Acaso se está repitiendo hoy este proceso? Históricamente, quienes forman parte del 1% siempre se han mostrado indiferentes a los intereses de la sociedad o de la mayoría; pero hoy son especialmente peligrosos.
En su búsqueda empecinada de ganancias a corto plazo, pierden de vista no solo la profundidad de la crisis, sino también las amenazas que esta implica para la salud a largo plazo del mismo sistema capitalista; prefieren perforar el planeta para tener petróleo ahora, antes que garantizar las condiciones ecológicas necesarias para poder seguir teniendo ganancias en el futuro. Como resultado de ello, la crisis que enfrentamos hoy representa una amenaza para la vida como la conoce- mos. La lucha por resolverla plantea las preguntas más fundamentales de la organización social: ¿dónde trazar la línea que separa economía de sociedad, sociedad de naturaleza, producción de reproducción, trabajo de familia? ¿Cómo usar el excedente social que colectivamente producimos? ¿Y quién, en concreto, decidirá estas cuestiones? ¿Acaso lograrán, los hacedores de ganancia, convertir las contradicciones sociales del capitalismo en nuevas oportunidades para acumular riquezas privadas? ¿Lograrán cooptar a importantes corrientes de la rebelión feminista, incluso mientras no dejan de reorganizar las jerarquías de género? ¿O acaso un levantamiento masivo contra el capital será por fin “la mano de la especie humana que viaja en ese tren y que tira del freno de emergencia”?[2] Y, si lo fuera, ¿estarán las feministas a la vanguardia de ese levantamiento? Si acaso importa nuestra opinión en estos asuntos, nuestra respuesta a la última pregunta es que sí.
[1] En español en el original. [N. de la T]
[2] La cita es de Walter Benjamin y está tomada de las notas preparatorias para sus Tesis sobre la filosofía de la historia: “Marx dijo que las revoluciones son las locomotoras de la historia. Pero quizá sea diferente. Puede ser que las revoluciones sean la mano de la especie humana que viaja en ese tren y que tira del freno de emergencia”; Walter Benjamin, Gesammelte Schriften, t. I, 3, Frankfurt, Surhkamp, 1980, p. 1232. [N. de la T].