El paso de mundo escrito al no escrito según Calvino
Un extracto de su conferencia en Nueva York
Miércoles 13 de diciembre de 2017
"Cuando me aparto del mundo escrito para reencontrar mi lugar en el otro (...) hecho de tres dimensiones, cinco sentidos y poblado por miles de millones de seres como nosotros, esto equivale para mí a repetir, cada vez, el trauma del nacimiento". Un extracto de la conferencia que el escritor italiano pronunció en la Universidad de Nueva York en 1983.
Por Italo Calvino.
Pertenezco a esa parte de la humanidad –una minoría a escala planetaria pero creo que una mayoría entre mi público– que pasa gran parte de sus horas de vigilia en un mundo especial, un mundo hecho de líneas horizontales en el que las palabras van una detrás de otra y en el que cada frase y cada punto y aparte ocupan su lugar debido: un mundo que puede ser muy rico, quizás incluso más rico que el no escrito, pero que en cualquier caso, requiere de cierto trato especial para situarse dentro de él. Cuando me aparto del mundo escrito para reencontrar mi lugar en el otro, en lo que solemos llamar el mundo, hecho de tres dimensiones, cinco sentidos y poblado por miles de millones de seres como nosotros, esto equivale para mí a repetir, cada vez, el trauma del nacimiento, a dar forma de realidad inteligible a un conjunto de sensaciones confusas y a elegir una estrategia para enfrentar lo inesperado sin que me destruya.
Este nuevo nacimiento siempre va acompañado de ritos especiales que significan la entrada en una vida diferente: por ejemplo, el rito de ponerme las gafas, dado que soy miope y leo sin gafas, mientras que para la mayoría, los de vista cansada, se impone el rito opuesto, es decir, quitarse las gafas que se usan para leer.
Todo rito de paso responde a un cambio de actitud mental: cuando leo, cada frase debe ser rápidamente comprendida, al menos en su significado literal, y debe permitirme formular un juicio: lo que he leído es verdadero o falso, exacto o erróneo, agradable o desagradable. En cambio, en la vida diaria siempre se dan innumerables circunstancias que escapan a mi entendimiento, desde las más generales hasta las más banales: a menudo me encuentro ante situaciones sobre las que no podría pronunciarme y sobre las que prefiero no opinar. Mientras espero a que el mundo no escrito se aclare ante mis ojos, siempre hay una página escrita al alcance de mi mano en la que puedo volver a zambullirme; me apresuro a hacerlo con la mayor satisfacción: en ella, al menos, aunque logre comprender tan sólo una pequeña parte del total, puedo hacerme la ilusión de tenerlo todo controlado.