El llover lluvioso de la lluvia
Por Matías Moscardi
Martes 08 de junio de 2021
Filosofía, infancia y libertad: leé un fragmento de ¡El Gran Deleuze! Para pequeñas máquinas infantes, de Matías Moscardi, con ilustraciones de Aruki y publicado por Beatriz Viterbo.
Por Matías Moscardi.
Además de sus paseos por la playa, EL GRAN DELEUZE disfrutaba especialmente los días lluviosos. Pasaba horas contemplando la lluvia, hipnotizado por el sonido tintineante de las gotas contra el cristal de la ventana.
La lluvia suena como cuando la abuela tira
la primera tanda de papas fritas
al aceite caliente. La música de la fritura
es la poesía de la lluvia.
Ciertamente, la lluvia es una cosa curiosa.
Además de la lluvia-lluvia y del sonido a lluvia de las papas fritas, también está la lluvia de la radio, la lluvia de los canales del fondo de la tele, en donde no hay nada salvo lluvia, la lluvia de ideas en el colegio y hasta esa película de dibujitos donde un científico loco logra que lluevan hamburguesas.
Resulta que una tarde lluviosa, EL GRAN DELEUZE atrapó en el aire una estrambótica y peculiar pecidea: la sospecha de que existe una filosofía de la lluvia, una verdadera LLUVIOSOFÍA. Esa misma tarde, EL GRAN DELEUZE se llevó la mano al mentón, puso cara de concentración, cara de estar haciendo caca –que es su cara de pensar– y se preguntó algo en apariencia muy sencillo:
–Pero… ¿qué es la lluvia?
Con la urgencia de la situación, EL GRAN DELEUZE consultó el diccionario que había en su grandiosa y desordenada biblioteca. Allí encontró un dato tan curioso como decepcionante…
El diccionario decía que la palabra “lluvia” es un “sustantivo individual”, porque designa un solo fenómeno.
Hagamos un paréntesis. Si en la escuela todavía no tuvieron la clase sobre “clases de palabras”, les explico brevemente de qué se trata esto de los sustantivos.
Es muy fácil y confío que, como expertos que ya son en la poderosa magia filosófica de EL GRAN DELEUZE, comprenderán rápidamente y sin esfuerzo.
Resulta que había una vez un señor llamado Andrés Bello, que no era muy bello que digamos, pero tenía un bello apellido.
Este buen hombre se dedicó a una tarea bastante excéntrica y ambiciosa: meter en frasquitos con etiquetas todas y cada una de las palabras en castellano que existían en esa época, hace muchos, muchos años atrás.
Después de coleccionar cientos y miles de ejemplos, finalmente logró terminar un libro tan largo que para leerlo hay que tener auto y saber manejar, un libro de somnífero título, llamado:
Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos.
De acuerdo con el señor de apellido Bello que no era bello, las palabras se dividen principalmente en dos: los sustantivos y los verbos.
Los sustantivos son cosas: piedra, pizza, caca.
Los verbos no son cosas sino acciones desarrolladas en el tiempo: jugar, comer, reír.
Pero esto no termina acá. Los sustantivos, a su vez, se dividen en dos grandes grupos: individuales (un perrito solito) y colectivos (una jauría, así se les dice a los perros cuando van en patota).
Veamos algunos ejemplos:
El abecedario que es un conjunto de letras.
El alumnado es un conjunto de alumnos.
La muchedumbre es un conjunto de personas.
Un coro es un grupo de personas que cantan.
Una constelación es un conjunto de estrellas.
El bosque es un conjunto de árboles.
Un follaje es un conjunto de hojas verdes.
Una bandada es un conjunto de aves.
Una jauría es un conjunto de perros.
Un cardumen es un conjunto de peces.
Un enjambre es un conjunto de abejas.
Una manada es un conjunto de animales salvajes.
Esa tarde lluviosa, con el diccionario en la mano y su cara hacer caca, EL GRAN DELEUZE pegó un grito colérico en el cielo:
–¿La lluvia, un sustantivo individual? ¡Pero qué es todo este disparate! ¡El diccionario se ha vuelto loco o estuvo loco desde siempre! Qué tontería pensar que la lluvia es un sustantivo –como una piedra, un caramelo o una mesa– y que ese sustantivo es, encima, individual –como un perrito solito. Miren, si no me creen, las miles de millones de gotas que juntas forman la lluvia. La lluvia no puede ser ni sustantivo, ni mucho menos un sustantivo individual, señoras y señores: ¡la lluvia es un llover lluvioso! ¡Me caigo y me levanto!
Embarcado en estas MEDITACIONES LLUVIOSÓFICAS, EL GRAN DELEUZE apuntó en su libreta de lluvia lo primero que se le vino a la cabeza y lo más obvio que se le puede ocurrir a cualquiera que mire la lluvia:
la lluvia jamás se queda quieta.
Si se quedara quieta no sería lluvia: sería estalactita, cubito de hielo o foto de lluvia, pero no lluvia-lluvia, porque la lluvia-lluvia es su propio llover lluvioso.
La lluvia cae sin dejar nunca de caer
–cuando deja de caer, deja de llover.
Y cuando cae, todo lo salpica.
Por lo tanto, caer y salpicar
son dos cosas que la lluvia
jamás puede dejar de hacer
para lluvia-lluvia ser.
Si filmáramos la lluvia,
eso tampoco sería la lluvia-lluvia:
porque una filmación, que yo sepa,
no salpica a nadie.
Para que haya lluvia-lluvia, miles de gotas tienen que caer y algo o alguien tienen que mojarse.
Como podemos ver, la lluvia no es ni cerca un “sustantivo individual” sino un verdadero llover-lluvioso que requiere, por lo menos, de tres elementos:
1) Cientos de miles de gotitas.
2) Un caer que no deje nunca de caer –cuando deja de caer, deja de llover.
3) Y un salpicar que moje plantas, animales, cosas y personas.
“Para que exista una lluvia-lluvia y su llover-lluvioso”, anotó a mano EL GRAN DELEUZE en su libreta, “tienen que suceder estas tres cosas a la vez. Por lo cual podríamos concluir que hay una infinidad de gotitas metidas adentro de la palabra lluvia”.
Pero se los advierto: ¡Andrés Bello perdería su cabello si se enterara por cierto que esto hemos descubierto!
~ La lluviosidad es una multiplicidad ~
EL GRAN DELEUZE decidió llevar incluso más lejos sus MEDITACIONES LLUVIOSÓFICAS. ¿Qué sucedería si le hiciéramos la pregunta de la lluvia a otros objetos y seres? (La pregunta de la lluvia es la pregunta por las cientos de miles de gotitas que forman parte de su llover-lluvioso). Y anotó en su libreta:
Dentro de cada cosa hay una llovizna
que todo deshilacha en múltiples briznas.
Por ejemplo: un libro puede ser como la lluvia. En tal caso, ¿cuáles serían las gotas de lluvia de un libro?
Sin dudas, todas las letritas que hay en el interior de un libro son como gotas de lluvia. ¡Las letras son las gotas de lluvia de todos los cuentos del mundo! Pero también la tapa, la contratapa y cada una de sus páginas son gotas. ¿Y su llover-lluvioso? ¿Cuál sería? ¿Qué tiene que suceder para que exista un libro? ¡Miles de cosas!
En principio, alguien tiene que escribirlo. ¿Y cómo escribir un libro sin una máquina de escribir, sin el teclado de una computadora, o al menos un lápiz o una lapicera? ¿Y las teclas, y las cintas y las tintas, y la madera y el grafito? ¿Y las hojas y los hilos?
Un libro no sería un libro-libro sin al menos un lector que lo lea. Un libro tampoco existiría sin las personas que lo fabrican en la imprenta, que lo imprimen, lo pegan y lo cosen. Un libro es imposible sin libreros, que son las personas que tienen librerías y los venden.
Un libro tampoco sería lo mismo sin las imágenes o los dibujos que contiene: o sea que hacen falta ilustradores y diseñadores para que un libro-libro pueda llover su lluviosa-lluvia.
EL GRAN DELEUZE, como era su costumbre, acababa de descubrir algo realmente revolucionario, algo que –se los advierto– escandalizará a maestros y maestras, madres, padres, hermanos, hermanas, abuelas, abuelos, y a todos los adultos adultizados que conozcan: ¡un libro tampoco es un “sustantivo individual”!
Aunque algunas cosas puedan parecer muy duras
se deshacen en el fondo sus molduras.
Hasta una piedra es parecida a un ovillo
porque su corazón es de frágil polvillo.
¿Habrá otras cosas que sean como la lluvia? Un perro, por ejemplo, ¿tendrá también sus propias gotitas y su llover lluvioso? Veamos: sus incontables pelos deben ser tantos como gotas de lluvia; pero además sus ojos, sus uñas, sin duda la cola –que, como la lluvia, nunca deja de moverse–, su caca –convengamos que un perro que no hace caca no puede ser un perro-perro–, y muchas otras cosas más.
El parque donde lo sacamos a correr
y a jugar con otros perros,
los otros perros –porque un perro
sin otros perros no es un perro-perro–
los granitos de perro que come,
la basura que le gusta romper,
el amor que recibe, las caricias, la nariz
y su sagrado olfato, los pozos
que le gusta escarbar en el jardín,
sus ladridos de perro
–¿o acaso vieron perros que no ladren?–
sus eventuales pulgas y garrapatas,
sus huellas de barro por la casa.
¡Cuántas gotas y LLUVIOSIDADES hacen falta para que un perro sea un perro-perro!
El escándalo crece. Conclusión: un perro tampoco es un sustantivo individual. ¡Devuélvannos la plata! ¡Chorros de agua! ¡Nos van a echar del colegio! A la señorita de lengua le sale humo por las orejas. Esa tarde lluviosa, EL GRAN DELEUZE descubrió que todo ser viviente y no viviente es como la lluvia.
Fue así que en su libreta de lluvia apareció una palabra que expresaba a la perfección la lluviosidad de todas las cosas, las miles de gotitas y el llover-lluvioso que hay en todo lo que conocemos: ¡las cosas no son una sola cosa! ¡Las cosas son múltiples cosas! ¡Son MULTIPLICIDADES!
¡El sustantivo individual es una estafa mundial!
Analicemos la LLUVIOSIDAD de la abuela.
¿Qué es una abuela?
¿Alguien se hizo esta pregunta?
Es una gran pregunta filosófica.
¿La ropa que usa la abuela es la abuela?
¿Forma parte de la abuela la voz de la abuela?
¿Y su peinado? ¿Y qué lugar en la abuela
ocupa el pueblo donde nació la abuela?
¿La abuela de joven es la abuela de vieja?
Para que una abuela sea abuela-abuela tiene que tener tantas arrugas como gotas tiene la lluvia ¿no es cierto? Otra clave para que una abuela sea abuela-abuela es que tiene que consentirnos y malcriarnos. Una abuela que no malcría a sus nietos no es una abuela-abuela.
Para que una abuela sea una abuela-abuela, además, tiene que tener, al menos, un nieto. Es decir que nosotros mismos formamos parte de la LLUVIOSIDAD de la abuela, estamos enroscados como fideos con tuco en las MULTIPLICIDADES de la abuela. Como podemos ver, la abuela-abuela es mucho más que la abuela, la abuela-abuela es una MULTIPLICIDAD. Es razonable pensar que nosotros mismos, pequeñas máquinas infantes, tenemos nuestra propia LLUVIOSIDAD:
pelos, uñas, dientes, mocos,
olores, ojos, orejas, dedos,
piernas, nalgas, codos, hombros,
cantidades infinitas de amor –recibido
y ofrecido al público–, incontables mimos,
incalculables juegos y juguetes,
un sinnúmero de libros, dibujitos y caricaturas,
sonrisas y más sonrisas, chistes viejos y nuevos,
cada tanto un llanto, una rabieta, algún que otro
berrinche aislado, cama, agua, comida, golosinas…
¡y hasta nuestra sombra! ¿O conocen a alguien
que no tenga sombra?
¡Nuestra sombra también forma parte de nuestras MULTIPLICIDADES! ¡Innumerables gotitas nos hacen ser quienes somos!
La vida y el amor tampoco pueden ser, de ninguna manera, como dice el diccionario, sustantivos individuales: necesitamos de los otros para vivir y amar, como la lluvia necesita sus gotitas tintineantes que no dejan de caer hasta que deja de llover.
Y si la lluvia es una MULTIPLICIDAD, imagínense lo múltiple que es el mar, los miles de millones de archimiles de millones de gotitas que tiene. No es necesario ir tan lejos, ni tan profundo: la ducha de casa imita a la lluvia, por lo tanto es una MULTIPLICIDAD.
La bañadera es un mar en miniatura, pero una MULTIPLICIDAD al fin. Hay MULTIPLICIDADES gigantes y MULTIPLICIDADES diminutas. Las hormigas son MULTIPLICIADES minúsculas, como las pulgas de un perrito, las mosquitas de la fruta, los mosquitos del verano, los piojos y las liendres que nos agarramos en el colegio, los granos de arena que vuelan en la playa.
El mundo es una MULTIPLICIDAD inmensa, como una selva, una ciudad, un desierto o el universo mismo, que es la más grande de todas las MULTIPLICIDADES. Ojo, también hay MULTIPLICIDADES medianas: un barrio, una casa, un colegio, un kiosco lleno de golosinas.
¿Qué sería del simpático personaje de los libros de ¿Dónde está Wally? sin las MULTIPLICIDADES que lo rodean y lo ayudan a camuflarse, para que podamos jugar a encontrarlo? ¡Wally se oculta entre MULTIPLICIDADES, como una aguja en un pajar!
De acuerdo con los descubrimientos LLUVIOSÓFICOS de EL GRAN DELEUZE, podríamos llega a la conclusión de que cada cosa es una muchedumbre,
un coro,
una constelación,
un bosque,
un follaje,
un cardumen.
¡Los sustantivos nunca son individuales!
¡Solo existen sustantivos colectivos!
PURAS MULTIPLICIDADES: nada de individualidades.
LLUVIOSIDADES a rolete.
Humanos, plantas, animales, insectos, máquinas infantes, incluso los más duros e indivisibles objetos inanimados como la piedra, el acero y el hierro, son MULTIPLICIDADES. Esto quiere decir que cada cosa tiene sus gotas de lluvia, su polvo de estrellas, sus miles de hojas, sus cantos, sus aves y peces y abejas, con su irrefrenable, característico y único llover-lluvioso.